Al ver las fotos del triunfo de Morante de la Puebla en San Luis de Potosí del pasado domingo, cualquiera, por muy tonto que sea, le entran escalofríos. Me olvido del éxito que dicho torero dicen que logró en dicha plaza que, el mismo no le se lo arrebatará nadie pero, ¿a qué precio? Por cierto, termino de ver el video de la actuación de Morante y, no cabe peor bajeza que la de este hombre frente a un animalito moribundo como muestran las imágenes que son de auténtico escalofrío de lo que puede ser un toro parodiado ante sí mismo.

En el mundo de los toros, tanto aquende como allende, ya vale todo. Siempre dije que los toreros de relumbrón de España acudían a México para reírse de los mexicanos de buena voluntad porque, las fotos y el video que se han publicado nos dan derecho a decir lo que contamos y, lo que es mejor, las fotos no mienten y las imágenes rodadas mucho menos; podrán hacerlo los informadores pero, amigo, lo que capta el objetivo de una cámara eso es ineludible.

Por lo que vemos, al paso que vamos y de ello ya arrastramos varios lustros, la fiesta de los toros tiene que sustentarse sin el toro, la prueba es la imagen que mostramos de Morante. Si analizamos el toro como tal, da grima el animalito que se haya lidiado como si fuera un toro y, si observamos los pitones a cualquiera le entran náuseas. ¿Era legal lo que estaba haciendo Morante? Por supuesto que sí. Era un toro, con cuatro patas, dos orejas, un rabo y dos platanitos como pitones. Sería muy legal pero de una indecencia que mancilla por completo la singular fiesta de los toros que, a este paso, como miles de veces dije, los contrarios a nuestra inenarrable fiesta no tienen que hacer nada, nos bastamos nosotros solos para exterminarla.

Con semejante “material” como enemigos, es lógico que Morante se quiera anunciar dos tardes en cada feria porque, sabedor del animal que lidiará, de igual modo es consciente de que el peligro será siempre nulo. Es cierto que, como alguien dijo, un toro puede hacerte daño hasta con el rabo pero, de igual modo digo yo que, un toro sin trapío ni fuerzas, ni pitones ni nada que se refrende como tal, el riesgo para el lidiador sigue siendo escaso, más bien abolido diría yo. La prueba no es otra que, hace “siglos” que una figura del toreo no es herido por un toro.

Luchar contra los males de la fiesta taurina es una tarea baladí; es decir, todo lo que hagamos o digamos nada servirá porque el sistema está establecido de este modo y todo el mundo busca la comodidad que, en este caso, raya en el fraude porque hay que tener poca vergüenza para anunciarse con dichos animalitos. Está claro que el mal es endémico; no es cuestión de España, lo es igualmente en México que, insisto, las figuras de España acuden al país azteca para mofarse de sus aficionados y, al paso, los mexicanos que torean con los nuestros se lo pasan en grande sabedores de que los animalitos en cuestión no molestarán a nadie.

Atentos pues, los aficionados de Valdemorillo que, como me han asegurado los que han visto los toros que allí se lidiarán, los corridos en San Luis de Potosí para regocijo de Morante, comparados con lo que tienen preparado para el pueblo serrano, éstos se podrían equiparar con los Miura de siempre. Es tremendo todo lo que digo pero, para mi desdicha es toda una maldita realidad porque, pensar, como así sucede, que sean los propios protagonistas de la fiesta los que quieran exterminarla es algo tan inaudito como irreal.

Los toreros, una vez más, no quieren que exista el toro; les basta con el burro adormilado que, embestirá más o menos, dependerá de las ganas que tenga el animalito pero, lo que se dice riesgo no corren ninguno. A los toreros les ocurre con el sistema lo que a una mala mujer que era bruja y de la que se enamoró un tipo. Se enamoró hasta el límite de la locura y, la bruja le dijo que para que se consumara aquel amor, el hombre tenía que arrancarle el corazón a su madre y traérselo a la bruja. Aquel hombre, enamorado, no dudó en acudir a su casa, arrancarle el corazón a su madre para llevárselo a su amada. En el trasiego del camino, el hombre tropezó, cayó al suelo, rodó sobre sí mismo en varias vueltas, le cayó el corazón de su madre al suelo y, ensangrentado como estaba, el hombre escuchó una voz que le dijo: “Hijo mío, ¿te has hecho daño?” El ejemplo vale todo para que comprendamos el valor de una madre, pero que esa misma parábola la apliquemos al mundo de los toros y siga siendo válida, ciertamente, nos da la medida del momento en que vive la fiesta de los toros.

Y eso, como parábola, es lo que les ocurre a los toreros que, teniendo todas las prebendas del mundo, pese a todo, el sistema establecido por los grandes capitales del toreo, pese a que ninguna figura del toreo lidia un toro de verdad, los mismos empresarios les preguntan a los toreros, ¿los queréis más pequeños todavía? No os preocupéis, así se hará.

La foto que mostramos produce grima a cualquier aficionado puesto que, ver al animalito pidiendo la muerte ante semejante sujeto, por muy artista que sea y se llame Morante, hay que tener poca vergüenza para enfrentarse a dichos animalitos. El video de su actuación lo podrán ver en la Web DEL TORO AL INFINITO, que merece la pena, sencillamente para comprobar la infamia de este hombre contra la fiesta que le ha hecho millonario.