Como titular, aquello de Morir en Céret suena como muy romántico pero, los triste de la cuestión es que, poco le faltó en cierta ocasión al maestro Luis Francisco Esplá de irse al otro mundo tras sufrir una gravísima cornada propiciada por un TORO, lo pongo en mayúsculas para que no haya duda alguna sobre la clase de toros que allí se lidian. Y, si mi memoria no me es infiel, Luis Francisco Esplá ha sido de los pocos diestros de reconocimiento mundial que se jugó la vida en dicha plaza.

No nos engañemos que Céret es otro mundo, nada que ver con las corridas de toros que se desarrollan tanto en España como en Francia. En dicha plaza, los toreros pueden ir o dejar de hacerlo pero, todo el mundo debe saber que allí reina su majestad el toro con todo lo que ello conlleva. Insisto que, de los toreros deslumbrantes de los últimos treinta o cuarenta años, que yo sepa, solo el maestro Esplá tuvo los santos cojones para acudir a dicha plaza, bien es cierto que, Luis Francisco Esplá Mateo sabia de la dureza de los toros auténticos más que nadie del escalafón que, para mayor dicha, tantos triunfos alcanzó con los toros encastados, lo que pedían el carnet de torero.

Por supuesto que, los aficionados que acuden a Céret saben a lo que van; allí no se engaña a nadie. Las gentes acuden a dicha plaza al reclamo del toro y, los toreros, los que tienen reaños y la técnica más que suficiente, sabedores de que van a jugarse la vida de verdad, allí se presentan y, les aseguro que el “botín” es escaso, es todo cuestión de orgullo por parte de los héroes que allí escenifican algo tan sagrado como la representación en vivo y en directo de que un hombre se está jugando la vida de verdad. Como diría el maestro Pedro Mari Azofra, si no se aprecia la víspera de la tragedia –que nadie queremos que ocurra- el espectáculo pierde su fundamento, y es algo imprescindible si de toros auténticos hablamos.

Este año no se han cortado orejas en Céret pero que, por otra parte, es la norma en dicha plaza. ¿Quién es el osado que acude a dicha plaza para ver al torero con las orejas y el rabo en la mano? Pensar eso sería pura metáfora, a lo sumo, todo un sueño que, en realidad es inalcanzable. Es más, nadie lo pide porque dichos aficionados, viendo la verdad de la fiesta con aquellos toros que se lidian y, a su vez, comprobar que unos hombres gallardos se juegan lo más sagrado, su vida, con ello es más que suficiente para que todo el mundo salga contento de Céret.

Muchos sostienen que si lo que se aplica en Céret fuera la norma en todas las plazas se acabaría la fiesta de los toros. ¿Se acabaría o terminaríamos todos aplaudiendo la grandeza de este espectáculo cuando sale el toro de verdad? Esa es la duda que nos alberga y, sin objeción alguna, la pregunta que no tiene respuesta. Cada cual tiene su gusto, por ello debemos de respetar que en dicha plaza, como en algunas más de Francia, todavía sueñan con el toro auténtico que tanto emociona que, para su dicha, ese sueño se convierte en realidad.

Cierto es que, el toreo llamado moderno se ha circunscrito en ese tipo de toro domesticado para que el torero se monte encima y la haga diabluras sin la menor emoción, de ahí vienen esas orejas, rabos y apoteosis falsas con las que se engaña a los menos aficionados que se conforman con muy poco; es decir, el hecho de que un torero maneje bien los engaños, ello es más que suficiente para que el gentío se emocione. Repito que, lo de Céret no tiene nada que ver con el resto de las plazas del mundo.

De todos modos, como testigo presencial que fui en Céret hace muy pocos años, invito a todo el mundo para que vea un festejo en aquella plaza que, con toda seguridad, nadie saldrá decepcionado, pero sí emocionado. El toro en su auténtica pujanza, con su casta, arboladura, e ideas de auténtico enemigo, son los valores con los que cuenta Céret. Allí nadie habla de fraude ni estafa porque la verdad de lo que allí sucede es tan grande que, insisto, todo el mundo sale emocionado. Un dato si es revelador, si todas las corridas de España y Francia, TODAS, tuvieran el denominador común del toro de Céret, muy pronto contaríamos con apenas una docena de toreros, lo digo porque todos los demás sucumbirían ante dichos enemigos cuáles son los toros que en Céret se lidian.

En la imagen de nuestro admirado Andrew Moore podemos ver la expresión de un auténtico todo de lidia.