Según como entienden ahora estos desalmados que dicen gobernarnos lo que definimos como libertad de expresión, de hacer vivido en la actualidad Alfonso Navalón, sin duda que hubiera ido a parar con sus huesos a la cárcel.  Cuidado que, lo que he dicho tiene mucha lectura. Analicemos. Eran los años de la “represión” que les han contado a los jóvenes de ahora, es decir, de cuarenta años hacia atrás. Y, pese a todo, Navalón como cualquiera que ejerciera la crítica que correspondiera, era libre como el viento para expresar su opinión.

Han cambiado muchos los tiempos, yo diría que lo que han cambiado son los golfos que dictan las leyes porque, nadie puede entender que, según Iglesias, Echenique, Mayoral, Monedero, Errejón y tipos de semejante calaña, den como bueno que sea libertad de expresión cargarte en los muertos del rey, quemar la bandera de España, escupir a Dios, quemar iglesias si llegara el caso –que llegará- agredir a la policía y todas las barbaries habidas y por haber. Eso sí, que a nadie se le ocurra lanzarle un piropo a una mujer que eso si está penado con cárcel porque es violación y acoso a una mujer.

Alfonso Navalón, como decía, en la actualidad estaría siempre preso porque, no es que hiciera crónicas durísimas, es que, entre otros menesteres piropeaba a las señoras como cualquiera de nosotros pudiéramos hacer en aquella época. Y lo más sangrante de la cuestión es que han tergiversado la historia los políticos desde que se instaló la democracia es España para que, el odio, la venganza y la sinrazón tengan más vigencia que la propia verdad de lo que tantos españoles hemos vivido con dignidad y grandeza.

Tal y como estamos viviendo en la actualidad, la cosa no está para bromas. Lo explico. Todos recordaremos el año pasado en que un ciudadano normal paró con sus huesos en una cárcel de la que nadie sabe si todavía sigue allí porque, el hombre, con la mejor intención y sana envidia propia de los albañiles cuando pasaba una mujer a su lado, le lanzó un piropo que a todos se nos antojó bellísimo pero que, la susodicha, prima hermana de Irene Montero –digo yo que así sería- acudió a la policía, denunció al “agresor” diciendo que le estaba haciendo acoso sexual y, repito, el hombre paró en la cárcel de Soto del Real.

Según todo lo que estamos viviendo, no sabe Alfonso Navalón lo que ganó al morirse en el año 2005 en que, para su fortuna, todavía no había entrado en el poder el innombrable de José Luis Rodríguez Zapatero, un tipo que, de haber vivido Navalón por aquellas calendas le hubiera puesto a caldo porque, aunque el maestro salmantino era socialista de convicción, jamás hubiera tolerado a un indeseable como el citado que, comparado con los que tenemos ahora podríamos decir que era un santo, pese a que es el valedor número uno del dictador Nicolás Maduro. Imaginemos, por un momento, la clase política que tenemos y, lo que es peor, lo que ellos entienden como libertad de expresión.

De aquellos lodos, estos barros. Es decir, más de cuarenta años de mentiras han dado para mucho, entre otros cosas para que ahora la juventud viva amedrantada, acomplejada y, lo que es peor, con el vago recuerdo de que Franco era un dictador al que, como antes decía, Navalón le criticaba, no porque nos negara la libertad que siempre tuvimos, pero sí por lo que pasó el pobre padre de Alfonso que, tras la guerra civil fue encarcelado sin causa alguna que lo justificare, cosas “propias” de la maldita contienda que nunca debió de suceder pero que, los socialistas de aquellos años se empecinaron en que todo se destruyera y, ahí está la historia escrita de aquellos años para el que la quiera leer. Insisto, pese a la dictadura, Alfonso Navalón ejerció la crítica al más alto nivel y, no es que lo hiciera con los toreros, más bien se ocupaba de cualquier parcela de la sociedad en que se movía y, nada ni nadie le tildó de nada; es decir, como millones de españoles era libre como el viento. Ahí están sus crónicas para el que las quiera leer. ¡Y vivíamos en una dictadura!