Hasta el momento ningún toro ha vendido cara su vida en Sevilla y, para que eso ocurra, esperamos como agua de mayo la celebración de la corrida de Miura del próximo domingo puesto que, durante toda la feria, el esperpento ha sido la tónica dominante de todo el ciclo hispalense. Claro que, para gustos, colorees. Hoy me he quedado asombrado cuando he leído a un plumilla que decía que el presidente le había robado la puerta del Príncipe a Roca Rey. Pero coño, si como dije, dicha puerta no tiene ya ni cerrojo. Hay que ser malos aficionados para hacer semejantes juicios de valor. Roca Rey ha estado valiente, como siempre y por dicha valentía había cortado dos orejas en su primer enemigo pero, en su segundo, ni el arrimón ha valido porque ha sido todo un desbarajuste atropellado y sin sentido. El hombre ha dado dos vueltas al ruedo que le han pedido los aficionados y nada que objetar ante ello.

Han salido algunos toros santificados que, sus lidiadores, los han disfrutado a plenitud pero, sin el menor atisbo de emoción ni por supuesto trasmisión alguna. ¿Qué  hacer? Lo que hicieron, ponerse bonitos ante semejantes animalitos y como quiera que en muchas ocasiones la espada entró sin problemas, orejas por doquier pero, faena para recordar, ni una sola. Que nadie se equivoque. Si somos sinceros, el primer enemigo de hoy de Roca Rey tenía un poquito más de picante que todos los toros que han salido en la feria, de ahí que cortara las dos orejas por su valor desmedido; si ese premio hubiera sido por la causa del arte, no le hubieran dejado dar la vuelta al ruedo pero, su exposición y esa forma de vender su valor, eso tiene mucho calado en los tendidos.

Nos hemos quedado, insisto, con la desilusión de no poder admirar un toro auténtico; bravo, pero auténtico.  Cuidado que la bravura no tiene porque estar reñida con la autenticidad, todo lo contrario. Hemos visto muchos toros encastados que, gracias a su bravura han vendido cara su vida y, a su vez, han proporcionado triunfos rotundos a los diestros que han sido capaces de soportar dicha bravura encastada. Ahora, como ocurre a diario, todo lo basamos en la invalidez del toro; cuando más tonto sea el animalito, mejor para los diestros y, en realidad, les asiste la razón; como nos asiste a nosotros al repudiar ese espectáculo adulterado en el que no se emociona ni Dios. ¿Habrá algo más bello que contemplar a un diestro que, en cada muletazo, todo el mundo percibe que se está jugando la vida? Pues eso que entendemos tan bello como apasionante, pasa de uvas a peras; sin duda, cuando no hay figuras del toreo en el ruedo. Y menos mal que, todavía quedan diestros valientes y apasionados capaces de enfrentarse al toro de verdad, muchas veces sin recompensa, pero con la satisfacción del deber cumplido que no es poca cosa.

Hoy, Morante se ha llevado una orejita ante un animalito que le ha durado muy poco. Juan Ortega ha querido ponerse bonito pero los burros que le han caído en suerte no valían ni como bueyes de carreta. Pero es su elección; son ellos los que eligen dichos bicornes sin emoción, sin el menor atibo de peligro y, encima sale un bobo y dice que le han robado la puerta del Príncipe a Roca Rey. ¿Cómo se puede hablar de robos de dicha índole si, como dije y se demostró, dicha puerta no tiene cerrojo?

En la imagen, el irrepetible César Rincón, el que tantas veces se jugara la vida de verdad, sin trampa ni cartón y, «pese a ello», llegó a ser figura del toreo. Por cierto, una de sus peores cornadas tuvo lugar en Sevilla que, por poco, el toro casi que le arranca los cojones, los que mantuvo a lo largo de su carrera para dictar bellísimas lecciones de torería frente al todo auténtico. Ahí están las videotecas.