La situación que sufrimos debido a la pandemia, sus restricciones y todas las trabas que esta enfermedad nos ha traído, ello hasta ha logrado que todos seamos más insensatos; o como dirían en Andalucía, tontos del capirote. Yo lo explico, con mucho pesar, pero no me queda otra opción que explicarlo.

Es cierto que he visto anunciados algunos festejos en distintas plazas, toda una heroicidad por parte de sus organizadores, negarlo sería un acto de ruindad inmensa. Toda una gesta por parte de empresarios, toreros y ganaderos porque con la de limitaciones que tenemos, todo lo que se logre tiene tintes épicos. Pero, mucho cuidado, que estamos dándole mucha importancia a la frasecita que antaño lo definía todo, es decir, aquello de “no hay billetes” era el sinónimo de la grandeza misma del espectáculo porque el mismo había arrebatado a las gentes, razón por la que se terminara con el boletaje, de ahí el éxito que a priori se había logrado.

Ahora, ante el anuncio de los festejos aludidos veo que, en algunos se ha colgado ya el “no hay billetes” pero, cuidado, hagamos un acto de reflexión y analicemos la cuestión porque nada que ver el “no hay billetes” de otras épocas con la actual. Suena muy bien la expresión, pero no deja de ser un consuelo estúpido que dice muy poco a favor del espectáculo. Al respecto, dada la situación que estamos sufriendo, entiendo que lo lógico, cabal y sensato sería aquello de “se han agotado las pocas localidades que se han puesto a la venta”. Esa si sería una definición lógica, pero echar las campanas al vuelo como si viviéramos en una época normal me parece una insensatez en toda regla.

No vendamos la piel antes de cazar al zorro que nos podemos llevar sorpresas mayúsculas. Es ahora cuando debemos ser más cautos que nunca porque las condiciones en la que vivimos nos obligan a ello. Todos ansiamos que puedan darse toros, aunque sea con la mitad del aforo de cada plazas pero, no sé, algo me hace sospechar que quizás hasta nos puedan sobrar localidades.

Una prueba de lo que digo no es otra que, en la última corrida que se celebró hace pocas fechas en Ubrique, con dos toreros de puerta grande de Madrid, Diego Urdiales y David de Miranda, se pusieron a la vente setecientas veinte localidades y se vendieron quinientas. Algo grave estás sucediendo al margen de la pandemia y de todos los males externos que queramos ver fuera de la fiesta de los toros pero, al paso que vamos, igual nos llevamos muchas sorpresas a partir de ahora con aquello del cincuenta por ciento del aforo que piden los empresarios.

Hemos vivido muchísimo años de espaldas a la realidad, en este caso, ahuyentado a la gente de las plazas de toros con el espectáculo lamentable y bochornoso que produce la lidia del toro infame y derrengado y, en muchos casos, oliendo a serrucho los pitones de los bicornes, algo que creíamos que nadie lo “veía” y, como los hechos lo demuestran, lo veía todo el mundo menos los que deberían de velar por la grandeza de la fiesta. Mucho me quiero equivocar pero, barrunto que estamos teniendo el fruto de todo aquello que hemos sembrado que, en honor a la verdad no era otra cosa que muy malas “hierbas”. ¿Qué pretendíamos que con aquellas “semillas” ahora crecieran rosas perfumadas? Los milagros no existen y, en los toros mucho menos todavía.

Eso sí, como decía, si nos sirve de consuelo que en una plaza de toros haya quinientas personas y eso nos motiva, alabado sea Dios pero no debemos de olvidar que estamos ante el fin de la fiesta de los toros porque, al final, si no acude la gente a los recintos taurinos, ¿para quién se tienen que celebrar los festejos? ¿Queremos verlos como tentaderos sin público? Mucho me temo que por ahí irán los tiros. Fijémonos que, hace más de treinta años que venimos pregonando lo mismo; que sin toros no puede haber fiesta y, los organizadores, erre que erre, dispuestos para la parodia que tanto favorecía a los lidiadores pero, ha llegado el momento en que se ha cansado la gente y, hasta los claveleros no quieren bostezar más en una plaza de toros, prefieren hacerlo en sus casas porque entre otras cosas no les cuesta dinero.

En la foto, José Tomas, paradojas del destino, el único diestro en el mundo capaz de poner el no hay billetes, no torea.