La fiesta de los toros está lacerada por muchos males internos, por los externos, y por la pandemia en los momentos actuales pero, su gravamen mayor no es otro que la falta de ídolos, de toreros que tengan tirón para llenar las plazas, algo que en el presente siglo, el único diestro que lo ha conseguido de forma holgada ha sido José Tomás, sin duda, el último fetiche en activo al que el aficionado era capaz de adorar.

Desdichadamente no tenemos talismanes, un valor que se perdió hace muchos años porque, como se comprueba, los toreros actuales nadie tiene la categoría de ídolo; tenemos muy buenos toreros pero, amigo, nos falta el ídolo de masas, ese hombre que sea capaz de concitar al aficionado, hasta el punto de que éste, como antes ocurriera, empeñara hasta el colchón por ver torear a su diestro preferido. Sobre el asunto, queda un poco en lontananza la figura de José Tomás pero, en honor a la verdad, de este ídolo actual poco podemos esperar, si acaso alguna que otra actuación puntual, pero ahí quedará todo.

¿Cómo se “fabrica” un ídolo? La pregunta tendríamos que formulársela a José Tomás que, insisto, es el último talismán que hemos conocido. No sé si él sería capaz de responder a la pregunta pero, su figura y su obra son los referentes de todo lo que estoy contando. Por la razón que apuntamos por aquello de la idolatría hacia un ser al que creemos superior al resto de los mortales, es por ello que muchas veces hemos lamentado que el hombre que podía remediar todos los males de la fiesta, en honor a la verdad, se conformó con poco y no quiso tirar del carro de su propia grandeza en estos últimos años desde que repareció para beneficiar a la fiesta en su conjunto.

Decíamos que tenemos muy buenos toreros y, entre los jóvenes, el que más apunta hacia el estrellato es Pablo Aguado. ¿Podría ser Aguado el próximo ídolo de las masas? De poder, claro que podría pero no lo será jamás porque Aguado ha bebido ya en las fuentes de la comodidad respecto a sus compañeros y, de tal modo ha comprobado que, con su arte, muy al estilo de Morante, le basta y le sobra para comprarse un cortijo. Es cierto que, un ídolo no nace de la noche a la mañana; una llamada figura del toreo puede aparecer un día para otro, ahí está el caso de El Juli, entre otros muchos del escalafón que tienen dicho título pero, de ahí a la idolatría media un abismo muy grande; digamos que, como ocurre ahora, se puede ser buen torero y no llevar a nadie a la plaza.

No menospreciemos a José Tomás como hiciera Morante días pasados que, lograr el puesto cimero que él consiguió para llenar las plazas y que se queden miles de personas en la calle porque no hay más localidades, eso tiene un precio elevadísimo que no todo el mundo está dispuesto a pagar, para luego cobrar, claro está. Ha pisado el terreno del toro, hemos dicho muchas veces y, es ahí donde radica el peligro, donde surgen las cornadas y donde viven las emociones. Sí, el terreno aludido es un trecho muy pequeño, pero hay que pisarlo, lo que más tarde se traduce en esa admiración total que lograra José Tomás y que nadie ha conseguido. ¿Estaría dispuesto, Pablo Aguado, de los jóvenes actuales, a llevarse esa “jartá” de cornadas que ha recibido José Tomás, alguna de ellas administrándole la extremaunción porque todo el mundo le veía en el otro “barrio”? Seguro que no. Siendo así, aunque sigamos rezando, ese ídolo que todos esperamos no llegará.

De entre los jóvenes, es Roca Rey el que más se quiere aproximar al paroxismo de la emoción ante los aficionados que le contemplan pero, algo ocurre para que no haya llegado todavía a ese estatus que todos estamos esperando; se trata de un torero arriesgadísimo, por tanto, valiente y capaz, pero sin estar dotado de esa estrella que le acompañe para que su sola presencia fuera más que suficiente para llenar una plaza, cosa que no ocurre. Y, cuidado, insisto que de los jóvenes es el que mejores atributos tiene para ostentar el título de ídolo de multitudes. Roca Rey, o el que fuere, tiene que dar ese paso hacia delante para matar, aunque sea de vez en cuando, toros de verdad, es decir, de los que trasmiten emoción y, su caso, como el de tantos, mientras todo lo circunscriba al toro de las figuras es esa la razón por la que se hará rico, como ya lo ha logrado, pero convertirse en ídolo eso no ocurrirá jamás.

Lo que nos diferencia a los aficionados a los toros a los del fútbol es que, el balompié tiene ídolos por doquier, razón por la que los aficionados serían capaces de robar para ir a la cancha para admirar y vitorear a sus ídolos mientras que, nosotros, sin ídolos, a lo único que aspiramos es que nos roben por aquello de darnos gato por libre haciendo honor a las corridas que lidian los que en teoría deberían ser nuestros ídolos. ¡Qué pobres somos! Y lo peor es que no lo queremos reconocer.