Nadie podíamos imaginar, ni siquiera en sueños que, desde hace poco más de un año la fiesta ha dado una deriva espectacular que, ni Rapel podía predecirlo. No todo ha sido malo, es la pura verdad y, lo más bello de la cuestión es que “gracias” a la pandemia se ha producido la metamorfosis a la que aludo que, sin duda, tanto tiene que ver con el toro.

Las distintas cadenas televisivas que podemos admirar, en su mayoría nos muestran lo que jamás habíamos soñado, ese toro admirable que, por regla natural se lidiaba siempre en plazas de mayor fuste o nivel y, para dicha de muchos aficionados ese toro increíble se lidia por esos pueblos de Dios para deleite de aquellos espectadores que deseaban un plato fuerte para sus ferias. La circunstancias que hemos sufrido son las que han propiciado todo lo que digo y, ganaderías de altísimo nivel, Miura, Victorino, Mayalde, Cebada Gago, Adolfo, Escolar……, son admiradas en tantísimos pueblos del suelo patrio, todo un sueño que jamás podían imaginar.

Los pueblos también tenían derecho a saborear el dulce “manjar” del toro en plenitud porque, hasta el momento en que cito, en esos lugares humildes es donde se lidiaba  lo más absurdo de cada ganadería porque tanto ganaderos como toreros, todos sabían que allí colaba todo, de ahí el esperpento que se les ofrecía en todas esas ferias amables donde la gente, en definitiva, lo que quería era divertirse y, para colmo, la mayoría todos creían que el espectáculo auténtico era el que les ofrecían en aquellos momentos.

Como decía, todo ha cambiado y esos mismos espectadores de las plazas más humildes, ahora se dan cuenta de que existe otro tipo de toro al que ellos habían presenciado toda la vida, de ahí el éxtasis que disfrutan porque, insisto, para ese inmensa mayoría de aficionados pueblerinos, nadie pensaba que podía existir un toro como los que ahora ven lidiar en sus lugares de  origen, de ahí la catarsis colectiva que les inunda a todos con una emoción sin límites. Hablamos de todo un milagro porque, por ejemplo, pueblos con apenas cuatro mil habitantes que hayan tenido el lujo de ver lidiar en su plaza toros de Miura o de Victorino Martín, el sueño hecho realidad no pude ser más grande.

Algo hemos ganado y, en realidad, no ha sido poco, todo lo contrario porque lo conseguido no es tarea baladí para nadie. Yo mismo me sorprendo porque dado que se retrasmiten muchas corridas de toros por esos pueblos de Dios de la mano de CMM, la emoción que puedo sentir es incalculable. Vamos que, de repente, desde el lugar más insospechado estás viendo una corrida de toros que, en la mayoría de los casos podría haberse lidiado en Madrid sin ningún problema. Y eso es grandeza, ecuanimidad, justicia y altura de miras porque, como antes decía, los pueblos eran los lugares donde se les quitaba la cartera a los aficionados pero con guante blanco.

Si la pandemia ha servido para que se imparta justicia por todas las plazas de los pueblos, alabado sea Dios. Es cierto que, salvo excepciones, en estas villas pequeñas no acuden las figuras lo que nos hace sospechar que no cabe el fraude y, no lo cabe por ese tipo de toro al que aludo. Las dos FF juntas, fraude y figuras, ahora caminan por otros derroteros que nada tienen que ver con esos lugares pequeños pero tan carismáticos a su vez.

Es verdad que sobran toros en todas las ganaderías y, sin duda alguna, donde más “existencias” tienen son las dehesas del toro duro y encastado. ¿Qué hacer? Está clarísimo puesto que no tienen cabida en las plazas de mayor nivel en que se han reducido mucho los espectáculos, es en los pueblos donde se pueden lidiar sin el más mínimo problema; es decir, no hace falta reconocimiento alguno porque dicho toros, nada más verlos ya están libres de toda sospecha.

Al margen de todo, otra cosa buena que ha tenido la incidencia a la que aludo no es otra que, muchos toreros, postergados de forma perenne, gracias a este tipo de espectáculos en los pueblos han podido reivindicarse a base de triunfos que, les servirán más o menos, pero que ahí han quedado para que, en lo sucesivo, ayuntamientos o comisiones de festejos, en años venideros les reclamen para sus fiestas por aquello de la estela que este año han dejado en los ruedos.

Es verdad que, si de dinero hablamos la ruina está servida a todos los niveles pero, el aficionado de ese tema ni sabe ni tiene la más mínima noción, es más, ni siquiera le importa. Es una circunstancia más de las muchas que han asolado este espectáculo pero que, a base de paciencia, voluntad, ganas, e ilusión, algún día quizás volvamos a la normalidad para que todo el mundo que se juega la vida o crie un toro bravo tenga la recompensa que en verdad merece.

Como dije, los pueblos están dando muchas oportunidades a los diestros, en la imagen, Jorge Isiegas que, ayer en San Martín de Valdeiglesias estuvo torerírisimo frente a un bravo todo de Los Eulogios.