La dramática situación que hemos vivido en los últimos tiempos debido a la pandemia, nos ha transportado a la realidad que actualmente vivimos que, dicho con sinceridad, la pandemia lo único que ha hecho ha sido maquillar una situación que ya la estábamos viviendo como es la falta de aficionados en las taquillas de las plazas de toros. A todo nos tenemos que acostumbrar pero, bendito sea todo sacrificio con tal de que la fiesta de los toros vuelva a renacer.

Los grandes perjudicados de la nueva modalidad serán las máximas figuras del toreo que tendrán que adaptarse a los nuevos tiempos; ya se sabe, renovarse o morir. Aquello de que el dinero de los toros se lo llevaran un pequeño grupo de matadores era todo un agravio comparativo para con el resto de hombres que se siguen jugando la vida por un miserable sueldo.

Si se me apura, el calificativo de figuras del toreo hace tiempo que desapareció de nuestro vocablo porque, por lógica se entiende que se le denomina figura a un torero que arrebata con su arte o valor y, en consecuencia, llena las plazas de toros, algo que hace muchos años que no ocurre. Llamémosle toreros más o menos mediáticos que, en estos instantes tienen que saborear con amargura la poquita gente que traen, por dicha razón, el dinero a percibir debe ser acorde con la gente concitada.

Si el cambio estructural que se ha producido en el mundo de los toros sirve para, de alguna manera, -por aquello de que todos llevan la misma gente- se equiparen los “sueldos” de unos y otros, alabado sea Dios. Como se sabe, la sorpresa de los señoritos del toreo se la llevaron en Vistalegre cuando vieron que allí no había “nadie”, es decir, menos gente que en Tobarra en la corrida que se celebró días pasados. Digo estupefacción por parte de los diestros puesto que, antes de hacer el paseíllo y ver los tendidos desolados, las caras de los toreros lo decían todo.

Es dantesco todo lo que decimos porque, dichas figuras, reunidos en tercetos de máximo “nivel” y que nadie haya llenado una plaza con el aforo permitido viene a demostrarnos que, antes de la hecatombe sufrida por la pandemia, la misma ya cohabitaba entre las gentes del toro, por tanto, no debemos de asustarnos para nada porque, de aquellos barros estos lodos.

Los que tiran del “carro” como dice Enrique Ponce, tendrán que seguir haciéndolo pero, con maromas más fuertes porque, para congregar a tres mil personas en los tendidos no hace falta ser Joselito El Gallo que fue el impulsor de las plazas monumentales por el gran ambiente que reinaba en el siglo pasado en el mundo de los toros. Desde luego que, si Joselito y Belmonte levantaran la cabeza y vieran en qué ha quedado este espectáculo se la romperían contra la tumba para no salir de allí jamás.

Hay un dato que es revelador y que quizás el mismo imparta la justicia que en verdad se merece el mundo de los toros y, de forma muy concreta, los toreros que se juegan la vida. Lo digo porque hemos visto mucha más gente en todas corridas que se han retransmitido desde Castilla La Mancha por su canal autonómico CMM con toreros modestos que en los festejos en que han participado los dioses del toreo actual.

Por dicha razón debemos tomar nota de todo cuanto antecede porque, sin pretenderlo, como quiera que todos –humildes y grandes- llevan la misma gente, de alguna manera lo sueldos se equipararán por una cuestión de lógica. Y si algún día volvemos a la normalidad absoluta, el dinero de los toros debe ser para el que más gente lleve a los coliseos. Entiendo que, aquello de cobrar por el nombre ha pasado a la historia. Los tiempos han cambiado a velocidad de vértigo o, posiblemente, como digo, la pandemia nos ha hecho ver la triste realidad que ya sufríamos en el mundo taurino desde hace ya muchos años. Ahora, tomemos lección y de forma humilde, poco a poco y entre todos, vayamos recuperando un pulso que teníamos perdido.