Las cifras son de puro escalofrío, vamos, como para cuestionar el tema de los toros, en este caso en la modalidad de Bous al Carrer y los espectáculos de recortadores, nada que ver con el brillo del oro de los toreros pero que, las cifras que hemos podido constatar son de una repercusión trascendental. Han sido nueve mil los festejos celebrados por toda España con el toro como protagonista, una cifra que no podrá ser igualada por ningún otro espectáculo en el mundo, lo que nos hace sospechar que merece un respeto muy profundo la celebración de dichos festejos que emanan del alma popular, del pueblo llano y sincero, el que nunca miente y el que disfruta con su fiesta.
Si el llamado toro en las calles es un ancestro muy popular y que data de hace más de doscientos años, lo que nos alegra en grado sumo es el aumento de espectáculos de recortadores, algo que va tomando mayor auge año tras año y que, -Dios quiera que no ocurra jamás-, los recortadores pueden ser el relevo a los mismísimos matadores de toros actuales. Este tipo de espectáculos cuenta con muchos atenuantes de los que carecen las corridas de toros porque, como quiera que no se mate el toro en el ruedo, no son cuestionados por esa ingente minoría de estúpidos que no llevan razón alguna pero que tanto daño hacen al mundo taurino.
Otro dato que favorece a los recortadores es que, comparado con los matadores de toros, los primeros no mienten, no hay trampa alguna como ocurre con los toreros que, los más afamados suelen cometer tropelías que, a la larga tanto daño le han hecho a la fiesta taurina. En los recortes ocurre todo lo contrario, no hay posibilidad de trampa alguna ni fraude que se antoje a nadie. Fijémonos que, se trata de un toro auténtico e íntegro al que se enfrenta un hombre a cuerpo limpio. ¿Cabe dicha mayor? ¡Imposible! Esas son las razones por las que los espectáculos de recortadores tienen el futuro asegurado y, lo que es mejor, dada su verdad, cada día que pasan tienen más adeptos que les admiran por su juego limpio frente a las astas de un toro bravo que, sin picar ni banderillear, unos hombres apasionados se juegan la vida por el placer del riesgo que asumen.
El toro en la calle, como digo, tiene su ancestro popular, al margen de que muchos aficionados practican sus habilidades frente a los mismos. Sin duda, un acontecimiento en cada pueblo en el que, año tras año, los pueblos esperan con ilusión la llegada de sus fiestas para ver al toro de cerca y, como hacen algunos, hasta jugarse la piel por el capricho de su intrínseco valor. Los recortadores, en cambio, con mucho paralelismo a lo que sucede en las calles, los hombres que se enfrentan a dichos toros son auténticos profesionales que, para mayor dicha, hasta llenan las plazas de toros de aficionados que han pasado previamente por taquilla para admirar sus habilidades que, en realidad tanto emocionan a propios y extraños.
Son muchísimos lo hombres que consagran su vida, su juventud e ilusión enfrentándose a toros auténticos con los que emocionan a los aficionados que, llenos de emoción les vitorean sin cesar en sus enfrentamientos tan gallardos como cabales, sencillamente porque desde lejos se palpa el riesgo que asumen, la emoción que producen sus quiebros, saltos mortales por encima del astado y todo tipo de suertes con las que hacen las delicias de los espectadores que, ávidos de emoción, les atronan con encendidas ovaciones. Estamos, pues, ante lo que será el futuro de la fiesta de los toros, que nadie lo dude. Eso sí, aunque desaparezcan las corridas de toros, las plazas seguirán siempre abiertas porque como es notorio, los recortadores las utilizarán para el desarrollo de sus funciones que, como el mundo sabe, pasan por jugarse la vida sin trampa ni cartón.