El día anterior a la celebración de la corrida de toros que tuvo lugar en Herencia, provincia de Ciudad Real, abogaba yo por uno de los diestros componentes del cartel que, como era sabido, era su primera actuación en la temporada. Hablaba, por supuesto de Curro Díaz, anunciando que, a poco que le embistiera un toro podía hacer la gran faena y, para mi dicha, así sucedió. La pena es que, Eolo se encargó de que Curro no pudiera epilogar la faena como él soñaba pero, nada importaba, la faena estaba hecha; aquellos veinte muletazos de clamor se habían plasmado en dicho ruedo para gozo de los presentes y, a su vez, para cientos de miles de ausentes que, gracias a CMM pudieron gozar de una faena bellísima e inolvidable.
Me siento feliz al comprobar que mi vaticinio se hizo realidad y, todo ello lo predije a golpes de corazón porque nada ni nadie pudiera pagarme lo que mi corazón me dicta. Es decir, imaginemos que nosotros viviéramos de la publicidad de los diestros, ese vil metal apenas sería nada comparado con el sentir de mi persona hacia tan admirable artista. Es decir, sigue siendo hermoso darle rienda suelta al corazón para, como en el caso que me ocupa, haber acertado ante algo tan sencillo de pronosticar que, hasta un niño chico podría haberlo hecho. ¿Tengo razón, amigo Paco Mora?
Curro Díaz demostró en Herencia su caudal de torería infinita; pero no era cuestión de un pueblo porque el arte no entiende ni de pueblos ni ciudades; el arte se presenta de improviso sin preguntar el nombre del lugar en que se ejecuta. La suerte, en esta ocasión, cayó en Herencia pero, más allá del pueblo estaban las cámaras de CMM que, al igual que por Internet, cientos de miles de aficionados saborearon el arte inmaculado de este artista singular que, los empresarios quieren seguir ninguneando bajo los auspicios de alguno de los llamados figuras del toreo que, sencillamente, tienen miedo de que le llegue la inspiración a Curro Díaz mientras pueda compartir cartel con ellos que, de repente, pueden verse ridiculizados a su lado.
El diestro de Linares, artista por la gracia de Dios, en el toreo llegará hacia donde el destino le depare si es que todavía le depara más. Lo que sí ha quedado claro es que, tras tantos años de alternativa, si de algo puede presumir Curro Díaz es de ser un artista como pocos existen en el escalafón. Así, bajo el estigma del arte y vive y actúa Curro Díaz, todo un símbolo para la tauromaquia universal.
Y, cuidado, que nadie piense que Curro Díaz es capaz de triunfar en los pueblos y con toros más o menos a modo; nada de eso porque su tauromaquia tan particular que, asociada siempre a su arte, la ha desarrollado frente a toros de toda condición y, de forma muy concreta, ante ganaderías encastadas y duras. Respeto a las plazas, otro tanto de lo mismo. La grandeza de este hombre es tan pura que, además de las plazas de mayor fuste, entre otras, le he visto plasmar faenas memorables en Azpeitia y, como todo el mundo puede imaginar, frente al toro bravo y encastado, nunca con la burra tonta.
En estas cuestiones de la “futurología” recuerdo hace muchos años aposté por el maestro Sánchez Puerto aquella vez que se enfrentaba por vez primera a los toros de Victorino Martín en Madrid y, el día anterior pronostiqué que, si un toro le metía la cara en la muleta, Sánchez Puerto haría la faena de la feria y, no me equivoqué. Todavía, más de treinta años después, los aficionados siguen recordando aquella faena que, de haber acertado con la espada, sin duda alguna Sánchez Puerto se hubiera comprado una finca. Recuerdo que, unos días antes del evento que cito, en un coloquio en Madrid, don Victorino Martín Andrés, no estaba muy por la labor de que se hubiera incluido ha dicho diestro, alegando que era inexperto para la lidia de sus toros. Si llega a ser experto hubiera acabado con todos. Insisto, los naturales más bellos del ciclo isidril de aquel año los interpretó Antonio Sánchez Puerto, cosa que anuncié días antes de que ocurriera. En la tarde citada, dos grandes diestros de aquella época, Paco Ruíz Miguel y Luis Francisco Esplá como compañeros del diestro de Cabezarrubias del Puerto, siguen anonadados ante la faena del compañero de aquel día.