No quisiera estar, por nada del mundo, en la piel de Álvaro Alarcón que, se ha doctorado en la primera de feria de San Isidro, por supuesto en Madrid. Pensar que, a priori, tenía la alternativa jamás soñada en todos los sentidos; compañeros figuras, -El Juli y Roca Rey- plaza a reventar en Madrid y toros de La Quinta. Si de sueños hablamos, ¿existe un sueño más bello? ¡Imposible!

Pero se da la circunstancia que, tras el sueño viene la realidad y es lo que le pasó a Álvaro Alarcón –cosa que le ha sucedido a muchos chavales como él- que, pese a que toreó muy bien a su primer enemigo, por cierto, el toro con más trapío de la corrida, al parecer, casualidades del destino, aunque yo no me lo creo. Ante dicho animal Alarcón estuvo muy torero, si brilló con la derecha, sus naturales tuvieron mucha enjundia y su paso por Madrid se puede calificar con una dignidad admirable; vamos, que no es un gracioso que ha querido tomar la alternativa por tomar algo “caliente” como les ha sucedido a muchos.
El pasado año, sus triunfos eran una constante en su etapa como novillero, incluso salió en hombros de Madrid pero, repito, ahora llega la cruda realidad y desvanece a un santo de piedra. Como vimos, no hubo éxito en su tarde más trascendental y, el maldito sistema que sufrimos le condenará al ostracismo, y quisiera equivocarme por su bien porque lo único que deseo para los chavales que empiezan es el triunfo incontestable. Quiera Dios que le den algunas oportunidades que, en realidad, se las ha ganado en su paso por los ruedos; actuaciones imprescindibles para que el chaval pueda realizarse como matador de toros.

Me corroe la injusticia, la falta de oportunidades porque, es cierto que Alarcón no salió por la puerta grande ni siquiera dio una vuelta al ruedo pero, no nada tan grave para que ahora llame y no le cojan el teléfono. Recordemos –siempre salvando las distancias- que Curro Romero, el día de su doctorado fue pitado con saña, cosa que no le ha sucedido a Álvaro Alarcón. Y en el devenir de los años, ya vimos quién fue Curro Romero. Sospecho que el camero, por aquellos años tendría padrinos, partidarios y, sin duda, empresarios que creyeron en él.

Insisto, no quiero comparar a Alarcón con nadie del escalafón –líbreme Dios de cualquier pecado mortal como son las comparaciones que siempre son odiosas- puesto que, cada chico tiene su personalidad pero, todo nos hace presagiar que le costará un mundo meter la cabeza en cualquier tipo de cartel; no digo ya entre las figuras, me refiero a que, hasta en las corridas duras nadie contará con él. Así está el sistema, de ahí la grandeza que emana en el corazón de cualquier torero que, sabedor de las dificultades que ello entraña, las más grandes fuera de las plazas de toros y, a diario, muchos lo siguen intentando, mi reconocimiento y admiración hacia todos ellos.

A Álvaro Alarcón le queda rezar, rociarse a sí mismo de una paciencia franciscana, no aburrirse jamás, luchar a brazo partido hasta una meta que él quiera imponerse; más que una meta, una fecha concreta que, con toda seguridad, se lo dictará su corazón. Pero todo nos hace sospechar que, en el año venidero, el chaval citado llamará a las puertas de la Copa Chenel para suplicar una oportunidad. Como fuere, siempre les podrá contar a sus nietos que, un día de la vida salió por la puerta grande de Madrid en olor de multitud.