Aunque nadie lo crea, Pacma es un partido político con todas las de la ley pero, la contradicción es que no les vota nadie, razón por la que no tendrán nunca representación parlamentaria. Pero ellos siguen empecinados en su lucha que, como se sabe, no es otra cosa que hacer el mal. Ellos, los que defienden las mascotas y les dan más entidad que a un ser humano, por el contrario, odian con desprecio absoluto al toro que, como es notorio, es un animal, tan irracional como los mil quinientos manifestantes del pasado sábado en Madrid en contra del mundo de los toros.
Eso sí, encabezaba la manifestación ella, la maricona por excelencia que, desde su púlpito televisivo procura hacer todo el daño posible a nuestra fiesta sin pararse a pensar que, detrás de lo que entendemos como el mundo de los toros, hay cientos de miles de personas que viven dignamente gracias a la crianza y muerte del toro bravo. Los que ganan un suculento sueldo en las televisiones basura, nadie repara, como dije, que en ese mundillo al que ellos atacan viven miles de personas, algo que a todas las locas les tiene sin cuidado porque todos ganan sueldos de ministros, algunos quizás más, pero ni piensan en los jornaleros del mundo de los toros que, en definitiva, son la inmensa mayoría.
Como quiera que todo el mundo tiene derecho a manifestarse, no nos queda otra alternativa que soportarles, eso sí, viendo como hacen el ridículo de forma constante, hasta el punto de que al parecer se votan ellos mismos porque no representan a nadie en España. Hablo de Pacma que en su gran mayoría sospecho que deben ser sus afiliadas gentes un tanto raras; que no piensan ni razonan, eso está clarísimo. Querer abolir una fiesta milenaria porque lo dicen ellos, me parece una absurdez sin calificativo posible. O sea que, dos mil años después, llegan unos desalmados, dicen tener la razón y algo que odian quieren exterminarlo. Nosotros, los que razonamos, si quisiéramos erradicar todo aquello que no nos gusta, tendríamos que estar día y noche manifestándonos cuando, como se sabe, somos más tolerantes y callamos, dejamos que la vida siga su curso que, ya tienen bastante dolor todos aquellos que odian por sistema.
Pobre toro que no tiene el rango de un perro o de un gato puesto que, como sabemos, los animales descritos son ya varios millones los que viven en las casas de sus dueños, todo un negocio que ha proliferado desde hace pocos años en que, algunas multinacionales se están frotando las manos al ver que sus beneficios son cada día muchísimo mayores gracias a que, todo el mundo tiene un perro o un gato al que hay que cuidar. Y se queremos tanto a los animales, ¿por qué odiamos al toro? Porque tiene cuernos; si por eso fuera, odiaríamos a cientos de miles de humanos. Es posible que ese odio venga quizás porque el toro no está domesticado, aunque no crean, los de Juan Pedro ya llevan ese camino, es decir, dentro de muy poco tiempo todo el mundo podrá tener un toro en casa como animal de compañía y, si se le adiestra como a los perros, un defensor perfecto de la propiedad de su dueño.
Recordemos las siglas de PACMA y muy pronto entenderemos los motivos de sus manifestaciones de odio hacia la fiesta más bella del mundo. Partido Caciquil Maquinado y Adulterado. Está clarísimo, ¿verdad? Estas pobres gentes viven en las llamadas redes sociales que, a Dios gracias no tienen nada que ver con la realidad de la vida y, mucho menos con la decencia de las personas de bien que no pierden el tiempo de forma estúpida; más bien acuden como voluntarios a Cáritas o a cualquier hospital para hacer el bien, nunca para impartir el odio que ellos sienten e ir sembrando adictos a su régimen.
Dentro de muy poquitas fechas, para que estas gentuzas tomen nota, dentro de la misma plaza de Las Ventas se manifestarán a favor de la fiesta veinticuatro mil personas, pagando, cuidado con el dato. La diferencia estriba en que, mientras los aficionados se pronuncian a favor de los toros rascándose el bolsillo, los poco más de mil desocupados que se manifestaron contra la fiesta, todos eran pagados, no precisamente con dinero, pero sí con esas dádivas que les prometen de que ganarán el cielo en la tierra y, los muy estúpidos, hasta se lo creen. Vivir para ver.