Obra en mi poder el último libro de Pedro María Azofra en el que, al estilo de García Márquez, ha vivido para contarlo pero, ¡de qué manera, sí señor! Si el título ya es sugerente, PASABA POR ALLÍ, imaginemos el texto, un volumen con casi mil páginas en las que, Pedro Mari Azofra, con la humildad que le caracteriza nos ha contado pasajes de su apasionada vida, sencillamente, la que ha vivido un tipo extraordinario como es su caso.

Recordemos que, mientras los humanos nos moríamos a pedacitos por aquello del Covid-19, Pedro Mari Azofra, en un ejercicio de libertad, pasión, decisión y autocrítica hacia sí mismo, de sus manos y sentidos brotó la idea de escribir un libro sin pretensión alguna; lo digo porque, Azofra, como un regalo maravilloso, ha querido contar sus vivencias para el nutrido grupo de los que somos sus amigos. ¿Cabe grandeza mayor? Por dicha razón, PASABA POR ALLI le ha salido “redondo”.

Azofra no es un narrador al uso por aquello de la crítica taurina, sencillamente porque ante su persona nos encontramos con un narrador fantástico que no presume de nada y ha logrado todo. No recuerdo la cifra con exactitud, pero debe de rondar los cuarenta libros escritos por este riojano singular que vería toros en Haro, por citar una plaza humilde, y al día siguiente dictaba conferencias en Nueva York y el día siguiente hacía lo propio en Colombia y, como se comprobó en cualquier lugar de España.

Confiesa Pedro Mari que su referente en la tauromaquia es Andrés Vázquez, por mucho motivos; es el primer diestro al que vio torear, con el que entabló amistad y, para su fortuna, sin pretenderlo, se hacía amigo de uno de los grandes de la tauromaquia como es el maestro de Villalpando. Más tarde, en el devenir de los años, su vasta cultura le llevó por recovecos fantásticos mientras que la vida le obsequiaba, a modo de pago por sus valores, con la amistad con enormes talentos españoles en todas las facetas del arte; toros, teatro, cine, cante o en cualquier actividad donde destacaran los más grandes, amén de innumerables ganaderos que se enorgullecían de su amistad.

Pedro Mari es un crítico culto, nada es más cierto, pero con esa acidez para el momento que, sus letras no dejaban indiferentes a nadie. Como quiera que gozo de su amistad desde hace cuarenta años, para mi dicha recuerdo muchas cosas suyas y, si alguna me quedaba por saber, con este libro me he empapado de sus conocimientos en tantas áreas que, he quedado fascinado. Me viene a la mente ahora un titular de una de sus miles de crónicas que decía así: “Muchas orejas, pocos pitones”. Una crítica que desató polémica muy al estilo de Navalón que, sin pretender imitarle, a Pedro Mari le salió del alma criticar aquello que estaba viendo que, como se comprobó, era la pura realidad. Y digo lo contado porque, la cultura de este maestro riojano nunca estuvo reñida con los atisbos de su verdad, la que nos regalaba de forma libre y altanera si se me apura.

Miles han sido sus crónicas en distintos medios de comunicación; prensa, radio, televisión, pero todo ello bajo la singladura de su verdad, la que nadie mancilló porque, Azofra, antes que nada, era, sigue siendo un ser libre por el mundo que ha contado lo que visto sin necesidad de someterse a nada ni a nadie. Estamos hablando pues, de un hombre libre por decisión propia. ¿Cabe orgullo mayor? Y, como digo, admiro a este amigo que tanto me ha enseñado en la vida porque, de la humildad construyó un camino por el que ha transitado hasta la actualidad; un sendero que, en su grandeza, como digo, ha sido capaz de escribir un libro para regalarlo a los que tenemos la dicha de ser sus amigos. Para nosotros, todo un lujo; para los que han sido sus lectores en tantísimos años, una “putada” en toda regla, dicho con todo el cariño del mundo. Pero ha sido su decisión, la que apoyamos y hasta entendemos, sencillamente porque un hombre humilde es capaz de hacer esta grandeza por la que narro. Son cientos, miles de frases las que podríamos rescatar de este libro pero, entre ellas, cuando Pedro Mari dice: “Tener adversarios es higiénico porque ayuda a revisarte por si en algo tienen razón” Insisto que, ha sido una pena que, un libro tan bello, tan admirable haya tenido que ser una reserva exclusiva para los que vivimos dentro del corazón de Azofra. Como fuere, ha sido su deseo y así le respetamos.

Pasaba por allí, será para nosotros, los suyos, los que Pedro Mari Azofra así nos considera pero, en el peor de los casos, no queda otra opción que contarle al mundo lo que este auténtico maestro ha hecho con esta obra que, tiene mucho de literatura, mucho corazón y enormes, cientos de anécdotas que nos trasportan a tiempos pasados, sencillamente por lo mucho que ha vivido este escritor genial que se pasó la vida enseñando para aprender, como él dice, lo poquito que ha aprendido. ¡Y lo dice un sabio!

No contento con sus letras, el libro consta de más de seiscientas fotografías que documenta, momento a momento, las secuencias más bellas que en su vida han sido. Su amistad con Pepe Luis Vázquez puesto que, en su periplo sevillano, Azofra entabló amistad con el toro el toreo de aquellos años en que, como estandarte, era Pepe Luis su consentido. En realidad, tras leer el libro uno se pregunta, ¿a quién no habrá conocido Pedro Mari Azofra? Lo digo porque la lista de los que ha conocido es inmensa, entre ellos, un torero de plata de Alicante, Antonio Martínez Rondeño que fue uno de los personajes con los que trató y del que, pasados los años, sigue cultivando aquella amistad.

Azofra compartió mesa y mantel con Pedro Martínez Pedrés, Rafael Azcona, Pepe Blanco, El Viti, el citado Pepe Luis, Pepe Rioja, Antonio Briones, Guillermo Sureda Molina, Miguel Flores, Juan José Ochoa, Diego Urdiales, Luis Francisco Esplá…en realidad, la lista es innumerable. No es menos cierto que, más allá de la amistad que tuvo y que mantiene con los más grandes, los que quedan vivos, Azofra siempre les entregaba el protagonismo a los demás cuando, como el mundo sabe, el lujo era nuestro, el de todos los que amamos a este señor de las letras que un día de la vida nos entregó su amistad.

Una frase que define por completo a este grande de la literatura es la que sigue: “Llevo sesenta años escribiendo y tratando de enseñar algo, mentalizar, concienciar, culturizar…y no he conseguido nada. Los asistentes a los festejos siguen siendo igual de tolerantes, poco exigentes e incultos taurinamente” Como vemos, una reflexión que nos hace pensar….y mucho. En realidad, así ha sido la vida de Pedro Mari Azofra, pura enseñanza con la única metodología de la verdad.

No podemos olvidar, es más, lo digo con orgullo, Pedro Mari Azofra pertenece a aquella generación de críticos que tanto valor le dieron a la tauromaquia por aquello de defender la verdad de la misma. Allí estaba Joaquín Vidal, Alfonso Navalón, Javier Villán, Carlos Crivell, Antonio Lorca, hombres que le dieron tanto caché a la crítica taurina que, sin duda, todos ellos dictaron sentencia y, Azofra, no podría escapar de esta grandeza aludida.

En la imagen, la portada del libro de Pedro Mari Azofra.