En estos días ha llegado a mí poder la copia de un contrato de un torero de renombre que ha toreado cincuenta corridas de toros y que, por las causas de dicho contrato, ha roto sus relaciones con dicho apoderado. Yo siempre pensé –ignorante de mí- que los toreros exigían un importe acorde a su categoría y que, por lógica, los empresarios abonaban dicha cantidad al diestro. Y me considero un ignorante más porque, salvo cuatro toreros de todo el escalafón que, de alguna manera –sin pasarse, claro- piden lo que creen que les corresponde, los demás firman todos con la cláusula mortífera que cuando se habla del importe a cobrar dice, a convenir. Es decir, ya veremos lo que queda tras el festejo.

Cuando uno comprueba cómo ha degenerado el mundo de los toros respecto al dinero de los toreros me entran los escalofríos de la muerte. Pensar, por ejemplo, que en los años sesenta, setenta, incluso en los ochenta, muchos diestros toreaban diez corridas de toros y se compraban una casa con el dinero ganado, al margen de vivir con una dignidad increíble; algunos, más despiertos o avezados en cuestiones empresariales, montaban algún negocio con ese dinero obtenido que, para mayor dicha, arreglaban su vida, es el caso de Agustín Castellanos El Puri que, con lo que ganó en los ruedos puso un negocio espléndido de repuestos de automóvil en el que, en la actualidad, da trabajo a setenta personas por tierras de Córdoba.

Digamos que, los ricos vivían como tales, cosa muy lógica pero, a fin de cuentas siempre había un resquicio para los demás; un trocito de pan siempre quedaba para los más débiles; ciertamente, todos vivían de su profesión, incluso algunos banderilleros como Martín Recio montaron negocios con lo ganado en los ruedos que, en la actualidad, son modelo en todos los sentidos. Pero amigos, cambió la decoración, los empresarios se dieron cuenta que existen muchos más toreros de los que hacen falta y se optó por la miseria al más alto nivel. Sobraba “materia prima” –toreros.- había donde elegir y lo que es peor, se podía contratar al precio que se creyera conveniente porque, la frasecita de “a convenir” lo dice todo.

Los toreros, a su vez, tienen mucho de santos; primero porque todos esperan el milagro y, en segundo lugar porque siguen creyendo que jugarse la vida tiene un precio equitativo al esfuerzo tan grande que supone dejar tu vida a merced de un toro. Los coletudos, como siempre confiesan, no hablan de dinero y dicho asunto lo dejan siempre en manos de sus apoderados pero, como a cada cerdo le llega su San Martín, a los diestros les llega la hora de la liquidación que es siempre a finales de temporada y, ya lo hemos visto, han roto decenas de toreros con sus apoderados porque, ninguno de ellos ha visto recompensada su labor y esfuerzo con aquello que han ganado; lo de ganar es una metáfora porque algunos hasta han pagado ingentes sumas de dinero por torear.

La lista de rupturas ha sido enorme, más de las que ocurren a diario con las separaciones matrimoniales porque, en realidad, la unión de un torero con un apoderado es un “matrimonio” de conveniencia y, cuando se dan cuenta del fracaso todos echan a correr cada uno por su lado, eso sí, diciendo que han roto de mutuo acuerdo y que sus relaciones personales siguen intactas, cosa que no se la creen ni borrachos. A todo esto, usted, como yo, nos sentamos en un tendido de una plaza de toros, pagamos verdaderas fortunas por esa localidad y, a fin de cuentas, el dinero se ha perdido por el camino. Alguien se lo ha quedado, pero no ha sido el torero, eso se puede certificar sin ningún documento. El problema de las rupturas antes citada se debe, como es preceptivo, a que no queda un “duro” tras cada festejo toreado por la sencilla razón de que, es tan grande la oferta y tan pequeña la demanda que, el que quiera torear tiene que hacerlo gratis o, en su defecto, por aquello de cubrir gastos y que no le cueste plata al diestro, cosa que sucede igualmente todos los días.

Decía la gran Rocío Jurado aquello de, se nos rompió el amor de tanto usarlo mientras que, a los toreros se les rompe el amor con sus apoderados porque están cansados de pasar hambre y miserias. Y lo peor de todo es que el tema no tiene solución.

Cuando reinaba la peseta en España, en los toros y en cualquier actividad todo el mundo podía vivir con decencia; llegó el Euro que tanto daño nos ha hecho y, de forma concreta a los toreros que les ha dejado en la miseria.