Habría que lanzarles un mensaje de esperanza a todos aquellos que, prisioneros del odio siguen atentando contra la fiesta de los toros por la sencilla razón de su inexperiencia y, sin duda, por su ignorancia al respecto de lo que supone la fiesta de los toros como tal y, además, con lo que ella representa para la ecología y el medio ambiente. No es una cuestión meramente comercial que, lógicamente, tiene su parte, como la pueda tener cualquier actividad en la vida. Lo más elemental para el ser humano, el pan, no deja de ser un comercio para que podamos vivir el resto de la sociedad.

El odio es un mal enemigo y todo el que tenga que vivir aferrado a este sentimiento mortífero, sin duda alguna está abocado al fracaso; bien sea por denigrar la fiesta de los toros o cualquier otra actividad que pueda no gustarnos. Mientras todo lo que hagamos se base en el respeto hacia los demás, todo puede y debe de tener cabida en la sociedad en que vivimos. Es más, si de toros hablamos, sigo creyendo que muchos de nuestros enemigos lo son por la sencilla razón de que son poseídos por el miedo que, en todas las actividades de la vida, sigue siendo el peor dictador.

Sí, he dicho bien, el miedo. Miedo por no ser sinceros. Miedo por el qué dirán. Miedo por la inseguridad que nos invade. Miedo por no querer ver más allá de nuestras retinas. Miedo por no saber tener respeto hacia los demás. Miedo por no comprender a los que aman los toros. Miedo por no mirar en nuestro interior y comprender las carencias que tenemos que, sin duda, son las que mortifican nuestra mente y nuestro corazón. Miedo al refugiarnos en la maldad cuando, la bondad, como siempre sucede, ahí nos está esperando.

Sospecho que, cuando algo no sea de nuestro agrado, como pueda ser la fiesta de los toros, ante todo, como ley referencial, deberíamos indagar en sus ancestros y, con muy poca inteligencia comprenderíamos lo que es y supone esta fiesta para España, yo diría que para todo el mundo de habla hispana e incluso Francia y Portugal.

Y, cuidado, no todo el mundo está obligado a nada y mucho menos a ser partidario de los toros. Pero sí todos tenemos el deber como norma fundamental, de ofrecer a la sociedad el respeto que pedimos para nosotros. Ahí está el quid de la cuestión. No podemos odiar por sistema, porque nos lo han dicho u obligado, nada de eso. Cada cual es muy libre de atesorar en su mente y en su corazón los gustos que cada quien crea tener, pero siempre partiendo del respeto hacia los demás y, los toros nos somos un mundo apestado, más bien un mundo cultural en el que, desde el toro hasta el torero, todo tiene un fundamento explícito para el bien de la sociedad.

Es cierto que, en los últimos años, desde el mundo de la política se ha trasmitido mucho oído hacia los toros e incluso hacia muchos aspectos de la sociedad en que vivimos pero, ¿acaso ese odio ha ayudado a alguien a ser mejor persona? Analicemos la pregunta que muy pronto tendremos la respuesta. Confesé muchas veces que, determinadas cuestiones de la sociedad no me gustan para nada, bien sea en deportes, en política, en lo que fuere pero, desde muy pequeño me enseñaron un valor que siempre alejó de mí ese fantasma llamado miedo que, de forma inevitable es que conduce hacia el rencor.

Vivamos pero, ante todo, dejemos vivir. Nadie es más que nadie y todos tenemos los mismos derechos, bien sean aficionados a los toros, al fútbol, al boxeo, a la caza. Todos venimos del mismo sitio y, lo que es peor, a todos nos espera el mismo futuro, llámese tumba. Siendo así, con este “rato” que estamos pasando en el mundo, si para colmo nos martirizamos imponiendo nuestra verdad como única arma absoluta, estamos dejando en ridículo al resto de la sociedad pero, ¿quién es el guapo que tiene la verdad absoluta como para lanzar la primera piedra?

Siento mucha pena cuando compruebo, como decía en el enunciado, ver a tantas personas prisioneras del odio que, me aterro solo de pensarlo. El odio no es bueno ni para conseguir dinero, imaginemos entonces cuando éste nace en el individuo de forma gratuita, es algo así como tocar las puertas de la locura.

Nos llaman asesinos a los aficionados a los toros porque muere un animal en una plaza de toros tras haber vivido cinco años de forma opípara en las dehesas ganaderas y, como dije alguna que otra vez, con la posibilidad de ser indultado, caso que sucede en muchas ocasiones. Yo creo que en vez de tildarnos de asesinos, lo que deberíamos es mirar hacia esos lugares del mundo donde, auténticos asesinos disfrazados de políticos siguen matando millones de seres humanos indefensos y, para colmo, nadie repara en ellos y, como sabemos, sean de donde fuere, siguen siendo hijos de Dios. Al final, amigos, como diría el maestro Facundo Cabral, el mundo está tal mal por las fechorías de los malos como por el silencio cómplice de los buenos.

La imagen que mostramos no deja de ser un homenaje de amor hacia un hombre admirable al que quisimos mucho, un personaje con un talento fuera de lo común que, para nuestra suerte, VA POR TI, dicho libro lo convirtió en un monumento al amor con su voz, de ahí el audiolibro que tenemos, algo que en la voz de Teddy García, ha quedado para la inmortalidad.