Qué grande es el toreo cuando te conceden el pasaporte de entrada al circuito de las ferias y, lo que es mejor, una vez estás dentro, pase lo que pase no tienes culpa de nada. Así está el sistema el que tenemos que admitir aunque no lo compartamos. El método que se utiliza en el toreo no sirve para ninguna actividad, bien sea deportiva o artística porque, por ejemplo en el futbol, lo que uno logra se lo tiene que ganar, la prueba sin ir más lejos nos la dio El Real Madrid el pasado domingo en Sevilla en que, en la primera parte del partido los hispalenses tenían derrotados a los madrileños por dos goles a cero. Pero, amigo, salió la épica madrileña en el segundo tiempo para que El Real Madrid tirara de orgullo, de raza, de talento al más alto nivel para acabar derrotando al Sevilla, algo impensable cuarenta minutos antes.

Digo esto para que comprendamos que, en el fútbol, sin ir más lejos, decisiones arbitrales al margen, por regla natural gana el mejor. Y, en el transcurso de la temporada, los que más derrotas sufren van directamente a segunda división. Puesto este ejemplo, pronto comprenderemos que en los toros no hay derrota que valga; te eligen por razones varias que nadie podremos comprender y, a partir de ahí, aun fracasando a diario con los toritos de Juan Pedro, los que están subidos al altar de las figuras, esos fracasos no cuentan para nada. A lo sumo, respecto a las figuras, en los titulares ponen: “No ha tenido suerte en el sorteo” Y con dicha frase queda exonerado el torero.

Entendamos que, en los toros no existe una competencia lícita como sucede con el fútbol en que, por ejemplo, en el día de ayer se enfrentaron Barcelona y Cádiz. Lo lógico, por la situación en la tabla clasificatoria y por presupuesto, es que hubiera ganado el Barcelona pero nadie le arrebató al Cádiz la grandísima oportunidad de enfrentarse a uno de los grandes equipos de Europa al que derrotó; un triunfo que le sirvió para alejarse de los puestos de abajo y tener casi asegurada su permanencia en primera. Fijémonos si tiene peso lo que ocurre en el fútbol que, el todopoderoso Barcelona ha quedado ya fuera de toda opción al respecto de la liga mientras que, repito, el Cádiz casi que encontró su tabla de salvación.

Digamos que, lo contado podríamos equipararlo, taurinamente dicho, si por ejemplo Morante y Tomás Campos mataran una corrida de Luis Uranga en Madrid en un reñido mano a mano. Juego de los toros al margen, sería ahí donde podríamos encontrar un motivo de aliciente para ver quién salía triunfador que, por lógica, debería ser Morante pero, siempre quedaría la duda. El problema es que en los toros, si triunfa uno que no ha sido elegido por el sistema no le hacen el menor caso, ahí está David de Miranda para corroborar mis palabras.

El problema es que en el mundo de los toros, circunstancias como las que apunto no las veremos jamás, por tanto, nunca podremos comparar nada; si sabemos que mientras Morante y sus huestes matan los burros adormilados sin consecuencia alguna, el resto de los toreros tienen que enfrentarse a lo que salga por toriles tirando siempre de heroicidad y épica, a sabiendas, y aquí viene la desdicha, que no valdrá para nada.

Como digo, los toreros, uno a uno, si no forman parte del elenco de las figuras porque no les han dado el pasaporte para ello, en el mejor de los casos tienen que emular a Diego Urdiales y pensar que pueden pasar más de veinte años para que te reconozcan, ese trayecto se nos antoja muy difícil porque, pese a esa espera, nadie te garantiza nada, hasta el punto de que llegado ese momento y transcurridos más de cuatro lustros puedes quedarte en el sitio en el que estabas.

El toreo es un espectáculo bellísimo cuando aparece el toro y el torero es capaz de estar a su altura pero, dentro del contexto taurino, siempre anida un halo de injusticia que derrota al más auténtico de los toreros. ¿Y cuando sucede lo dicho? Muy rara vez y si lo hace un marginado nadie le tiene en cuenta. Imagino lo plácido que será el sueño de El Juli, por citar un torero famoso, a sabiendas de que, triunfe o fracase estará presente en todas las ferias del mundo. Dicen que se lo ha ganado él y, es cierto. Pero esa certeza viene dada porque los fracasos o no triunfos, nunca se los han contabilizado en su debe, porque siempre han ido a su haber los éxitos logrados.

Cinco años han tenido marginado a Juan Ortega y, de repente, de la noche a la mañana, lo convierten en Ignacio Sánchez Mejías. ¿Lo puede entender alguien? ¿Qué pasa que hace seis años no valía un duro? No nos volvamos locos, todo es una cuestión de intereses comerciales y, en estos momentos, el gran capital taurino para su jugada en bolsa ha optado por Ortega y Aguado, dos buenos toreros pero, ¿de verdad puede creer alguien que, como ellos los tenemos sentados en sus casas sin que nadie les dé un pitón? Los tenemos, pero nadie les hace el puñetero caso y, llegado el momento de torear un festejo, es tal la presión que se sufre que, por poco pueden morir de infarto antes que de una cornada. Pongámonos la mano en el pecho, ¿cree alguien que Aguado y Ortega son mejores toreros que Curro Díaz? Ni en sueños. Pero mientras los sevillanos tienen la bendición empresarial e incluso de sus compañeros figuras, a Curro Díaz, tanto unos como los otros lo tienen marginado. Esa es la diferencia.

Si en los toros hubiera una liga y se contabilizaran tanto los triunfos como los fracasos, los alternantes del domingo en Sevilla bajarían a segunda división y Juan Pedro tendría que llevar sus toros directamente al matadero que, en realidad, esa debería ser su función.

En la imagen vemos a Jeremías Ledesma, el hombre que anoche ejerció como héroe en calidad de portero del Cádiz para ganarle al FC Barcelona, un triunfo que casi que ha salvado al equipo gaditano para poder permanecer en primera división mientras que, el fracaso del Barcelona le ha alejado por completo en sus aspiraciones por ganar la liga. Como quiera que, en el deporte rey, los triunfos y los fracasos tienen un peso enorme, es por ello que, a diario se llenan los estadios.