La foto que mostramos es de tal dramatismo que, la misma es la que nos ha obligado a su divulgación, no sin antes establecer el comentario oportuno para que todo el mundo sepa los motivos de la decadencia de la fiesta taurina. El toro que vemos en la imagen podría ser de cualquier ganadería de España y, todo lo daríamos como “normal” al contemplar una golfada más de los taurinos pero, amigos, el toro en cuestión pertenece a la ganadería de Eduardo Miura. No cabe mayor desacato ni afrenta más grande hacia la fiesta de los toros que ese animal que se lidió el pasado sábado en Requena.

Nosotros, los que siempre hemos defendido a Miura a capa y espada por aquello de la ejemplaridad de sus toros, bravos o mansos, no importa, pero siempre íntegros, nos hemos quedado de piedra al comprobar que Miura hace las mismas cosas que cualquier ganadero estúpido. Tras ver lo que he visto, ya me creo que Islero, el toro que mató a Manolete en Linares estaba afeitado. Eduardo y Antonio Miura deben de estar muy preocupados; quiero pensar que ellos no habrán permitido que se tocaran las puntas de sus pitones pero, en calidad de responsables de sus toros, si estaban en Requena, deberían de haber cogido los toros y llevárselos al matadero.

Como es notorio, los toreros, Esaú Fernández y Jesús Chover, ya me dirán las fuerzas que tienen estos chicos como para afeitar la corrida. O sea que, entre todos la mataron y ella sola se murió. Es cierto que, como he podido saber, la corrida, a la hora del sorteo estaba suspendida porque, visto el toro de la foto, hasta el más tonto del lugar hubiera suspendido la función pero, alguien tocó las “teclas” correspondientes para que se diera la corrida que, para mayor de los males, resultó un fracaso estrepitoso. Si por la mañana se divulgaron las características de los toros, con razón apenas quinientas personas contemplaron estupefactas todo un fraude de ley.

Algo pasó o existía en el ambiente para que, ante el augurio de Miura y su presencia en Requena, a nadie le importó que el ganadero de Zahariche lidiara en nuestra comunidad. Como fuere, ellos sabrán todo lo que allí pasó pero, los hermanos Miura, si en verdad son sensatos, deberán de estar muy preocupados ante lo que fue la presentación de sus toros porque, insisto, de ser mío ese toro y tener sobre mis espaldas la tremenda leyenda de Miura, yo estaría para morirme.

Jamás vi dos pitones tan desmochados como los que vemos en la foto; más que pitones, parece que lucen dos escobas a punto de barrer la arena. Y la instantánea se tomó a los tres segundos de salir el toro a la plaza; sin darle tiempo a arremeter contra ningún burladero que, esa podría ser la defensa del ganadero, que el toro, en un derrote, se escobillara los pitones pero, ¿los dos a la vez? Podría pensar el primero que pasara por la calle.

Yo he visto lidiar toros como el que vemos en la imagen, pero siempre han tenido connotaciones distintas; esa falsedad siempre se la hemos visto a las figuras en los pueblos y, sin duda, ante toros de las ganaderías comerciales; es decir, de los “ganaduros” que nada tienen que ver con los ganaderos. Pero que ese bicorne llevara el hierro de Miura, como ante dije, es la afrenta más grande que he sentido en toda mi vida de aficionado. Eduardo y Antonio Miura, si en verdad son inocentes al respecto de la mutilación de las astas de dicho toro, a estas alturas ya deberían de estar emprendiendo acciones legales para encontrar al culpable de dicha estafa. Si callan, otorgan. Y mala cosa será eso para el devenir de la ganadería porque, amigos, que quede en entredicho tan mítica dehesa es para llorar y no parar. Lo dicho, una imagen vale más que mil palabras y, la que vemos en portada, desdichadamente, para que todo el mundo entendiera el mensaje dramático de la misma, hasta sobran nuestras palabras pero, como digo, que juzgue el que sepa o quiera.