Días pasados pudimos ver gracias a CMM la “corrida” que se celebró en Añover de Tajo, en esta ocasión, de recortadores. Se trata de un espectáculo fascinante que, dicha televisión nos ha mostrado muchas veces pero que, al respecto, me faltan palabras para definir tanta grandeza. Hay momentos en la vida que uno no sabe expresar lo que siente el corazón y, es el caso de estos espectáculos fascinantes que, en honor a la verdad, uno no encuentra las oraciones precisas para su definición.

Se trata de un festejo singular, único, sin parangón puesto que es el ejercicio más bello del mundo donde un hombre se juega la vida de verdad y, más hermoso todavía, a cambio de nada. Dicho espectáculo está teniendo infinidad de seguidores puesto que, aquello de presenciar un espectáculo donde predomina la verdad no es causa común en las corridas tradicionales.

Mientras en el toreo tradicional hay diferencia de clases, es decir, unos matan el burro adormilado mientras que la gran mayoría tienen que defenderse frente a toros complicadísimos que, rara vez les permiten el triunfo. Es decir, una diferencia abismal la que tienen unos y otros. Algo tendrá el agua cuando la bendicen porque, en temporadas normales, desde hace ya bastantes años, se celebran más de mil festejos de esta índole, un logro tan esperanzador como mayúsculo.

En las corridas de recortes todo es distinto porque, todos utilizan las mismas armas, la desnudez de sus cuerpos para driblar al toro con esos recortes sensacionales que hacen frente a la cara del toro. Cualquiera se emociona cuando el recortador en cuestión hace el salto mortal por encima del toro que, para mayor destreza, caen de pie sobre la arena, lo que viene a demostrar que son unos tipos singulares, adiestrados para tal menester y que son unos atletas admirables.

Es posible que, como quiera que se trate de un espectáculo sin sangre quizás sea ese el motivo por el cual dichos festejos congregan mucha gente, hasta el punto de que ya son tradicionales en muchas ferias y pueblos de España. Es más se realizan campeonatos al respecto y, entre los grandes triunfadores conocemos a Eusebio Sacristán “Use”. Jonatán Estébanez, David Ramírez, Dany Alonso y una larga lista de hombres admirables que no recuerdo en este instante pero, para todos, mi gratitud y mi respeto.

Para mí, el triunfo total de estos espectáculos está basado en la verdad y, por encima de todo, que no hay afán recaudatorio para los hombres que se juegan la vida que, como he podido saber, se la juegan por un triste sueldo que apenas les da para comer, pero es tanta su grandeza, su afición, su coraje por demostrar su valía que, como queda explícito no les importa el dinero. Si les importara, en honor a la verdad, ¿cuánto dinero habría que poner encima de la mesa para pagarle a un hombre que se juega la vida? Eso no tiene precio.

Dichos espectáculos se componen de la “lidia” de tres toros en la que los muchachos hacen las delicias de los espectadores mostrando su desprecio a la muerte por lo cerca que pasan los pitones del cuerpo del recortador, todo un cántico a la verdad más absoluta y, por si fuera poco, aquello de cambia el toro para que entre en el corral, es otro ejercicio de habilidad que quisiéramos tener en los festejos tradicionales. Uno de los muchachos tira del toro con un capotito no más grande que un pañuelo y lleva de tal forma hasta la entrada a toriles, el toro, como por arte de magia, hace caso del pañuelo y entra en los corrales sin problema alguno.

Y, para que la grandeza de estos festejos vaya en aumento en todos los órdenes, a los recortadores les han salido un grupo de muchachitas que hacen lo mismo que, como se comprueba, ya es el colmo de la belleza más absoluta. Para colmo, nadie podrá decir que al respecto al discriminación alguna, todo lo contrario, igualdad al más alto nivel. O sea que, en este tipo de festejos no cabe el machismo –ni ninguno, por supuesto- ya que si los hombres se juegan la vida a cuerpo limpio, las chicas hacen lo propio que, en honor a la verdad tienen un mérito increíble.

Lo digo porque, pese a mi ignorancia sobre la materia, que las chicas le pongan esa dosis de valor frente a los toros, es algo que me ha emocionado hasta la locura porque, lo confieso, yo creía que dicha forma de jugarse la vida emocionando a las gentes era cosa de hombres pero, amigo, llegó la bendita igualdad entre ambos sexos y, entre unos y otros están consiguiendo lo que en los festejos normales hemos perdido, credibilidad. En los recortes no caben dudas, ni sospechas, ni agravios comparativos de nada ni con nadie porque todos, ellos y ellas, se juegan la vida sin paragón.