No voy a entrar en consideraciones técnicas o artísticas al respecto de la corrida de Miura que tuvo lugar el pasado sábado en Sanlúcar de Barrameda en la que las mismas las contó nuestro compañero pero, ante todo, además de felicitar al empresario, hay que darle un fuerte aplauso al señor Joaquín Lara Cuevas como diseñador del ruedo del coso de El Pino, así como sus barreras, todo un modelo aleatorio hacia la efemérides que se celebrada por aquello de los quinientos años de la vuelta al mundo de Fernando de Magallanes.

Me gustó mucho la corrida de Miura. Toros de excelente lámina y presentación en todos los órdenes; una corrida para haber sido lidiado en Madrid o Sevilla sin el menor tipo de problema. Como se demostró en Sanlúcar de Barrameda, cuando aparece el toro sobran las bromas porque, en realidad, éstas no existen. Una suerte que Movistar retransmitiera dicho festejo en el que, los aficionados más imberbes, con toda seguridad pudieron presenciar un espectáculo a lo grande, como en realidad debería de ser siempre una corrida de toros.

El gran problema de la fiesta de los toros es que, empezando por la televisión y terminando por el último gacetillero, se le hizo creer a la gente que el toro de verdad era el que mataban las figuras cuando, como se sabe, es la mentira más grande que se ha promulgado que, para mayor desdicha, ha terminado siendo verdad o, en su defecto, lo que la gente se ha creído, de ahí vienen todos los males de la fiesta. La VERDAD, con mayúsculas, es la que ha demostrado Eduardo Miura y algunos de sus compañeros ganaderos, vendedores de un espectáculo inigualable como ha sucedido en Sanlúcar.

Me fascinó cuando en un momento determinado de la corrida, el maestro Emilio Muñoz, el que jamás ha matado una corrida de Miura, dijo: “Esto es la verdad de la fiesta” Y tenía toda la razón del mundo, claro que, cuando retrasmiten parodias y las justifican, maestro, ¿en qué quedamos? Entiendo que dicha cadena no puede echar piedras sobre su tejado y, si torean las figuras, por nada del mundo hay que ponerles la más mínima pega puesto que, como siempre, se le echa la culpa al toro y todos contentos.

Pero ya vimos que, Muñoz, que desconoce por completo dicha ganadería, sin pretenderlo, le salió su alma de aficionado y dijo la mentada frase que, repito, certificaba lo que estaba pasando en el ruedo. Corrida en la que había mucho que torear y, cada cual, a su modo y manera y según las condiciones de cada toro, hizo lo que su corazón le daba a entender.

No entro en las valoraciones al respecto de las orejas que cortó Luque, sencillamente porque los despojos no me sirven para nada; pero si diré que, los tres diestros estuvieron a una altura insospechada por aquello de los toros que tenían enfrente; todos que buscaban las zapatillas, que no daban tregua alguna y, a base de tragarles, algunos hasta se dejaron dar unas series de muletazos de enjundia.

Como decía, hay que seguir remachando el clavo hasta clavarlo en el corazón de los aficionados para que, al final, con corridas como la mentaba, vayan comprendiendo cómo y de qué manera debe ser una corrida de toros; nadie se aburrió en Sanlúcar y, como era preceptivo, todo el mundo disfrutó de un espectáculo íntegro y cabal como fue la lidia de los toros de Zahariche. Cualquiera puede palpar la diferencia entre el burro fofo y el toro de verdad. ¿Lo duda alguien? Muchos creían o siguen creyendo que en el campo solo hay toros con la sangre Domecq cuando, como sabemos, Miura ha cumplido ya los ciento setenta y cinco años de historia, casi nada y, Emilio Muñoz, como torero en activo, no supo de dicha ganadería pero, como se demostró, ya existía.

Nos contaron una anécdota en televisión que ya sabíamos pero que, tiene su gracia y debemos de reproducir. Allá por los años sesenta se lidió en Sanlúcar una corrida de Miura en un mano a mano con Pepe Limeño y Rafael de Paula. Festejo en el que, Limeño salió herido en el primero de su lote, quedándose, Paula, con la corrida enterita para él solo. Ni que decir tiene que, Rafael de Paula pasó el peor trago de su vida y, cuando acudió al hospital para visitar a Pepe Limeño le dijo:

-Pepe, si Dios quiere no volveré a matar jamás una corrida de Miura.

Y añadió:

-Bueno, y si Dios quiere, tampoco.

Las palabras del artista de Jerez daban la medida de que los Miura son para gente muy especial, sencillamente porque, Paula, al igual que otros, tenía menos valor que un niño de pañales, razón por la que jamás se apuntó a dicha ganadería.

Por cierto, el próximo 28 de agosto es el aniversario de la muerte de Manolete en Linares que, casualidades del destino, lo mató un toro de Miura, podía haber sido de Juan Pedro o de Domingo Hernández, por citar ganaderías parejas a las que lidiaban las figuras en aquella época. Cierto es que, los toreros, por aquellos años, tenían raza de figuras, eran tíos auténticos, responsables hasta la locura porque, como decía, anunciarse en Linares con una de Miura había que ser muy grandes como toreros.

En la imagen, la bellísima decoración de la plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda, obra del artista Joaquín Lara Cuevas en la que, con veinticinco mil kilos de sal y grandes cantidades de pintura el polvo, el señor Lara hizo una obra de arte. ¡Enhorabuena!