Por ser coetáneo del diestro de Valladolid y ser conocedor de su brillantísima carrera la que, en repetidas ocasiones me cupo el honor de contar sus logros en la revista El Mundo de los Toros, porque para mí Roberto Domínguez siempre fue un torero ejemplar y, lo que es mejor, artista por los cuatro costado, hasta cuando manejaba el descabello. Por tener tuvo, en su juventud, incluso ese aire de bohemia que le hacía diferente al resto de los toreros; igual cogía la moto y de daba una vuelta por España que se marchaba a Inglaterra olvidándose de los toros; un tipo peculiar donde los hubiera que, para mayor dicha, tiene una cultura excepcional.

Pese a su condición de artista, Roberto Domínguez, como la mayoría de los diestro de su época tenían todos el arrebato suficiente para desmontar cualquier clase de crítica adversa que pudiera caerles puesto que, la solución para evitar dichos males no era otra que enfrentarse a todo tipo de ganaderías, algo que el diestro de Valladolid llevó a cabo con una dignidad admirable puesto que, incluso en Pamplona se anunciaba con los Miura; pero no era solo la ganadería de Zahariche, Domínguez, lo hacía con todos los hierros más emblemáticos de aquella época, dígase Pablo Romero, Victorino, Miura como he contado, Cebada Gago, Escolar, Murteria y todas las ganaderías que, en la actualidad asustan a las figuras puesto que, el cambio que ha dado la fiesta en los últimos cinco lustros es de espanto.

En la época de Roberto Domínguez, y no digamos en años anteriores, los toreros tenían el orgullo de jugarse la vida, de ahí su enfrentamiento con aquellas divisas complicadas, difíciles que, todos los toreros sabían que les iban a causar problemas pero, podía su orgullo profesional que las trabas que pudieran ponerle los toros a los diestros. Pero, amigos, cambiaron los tiempos y los toreros llamados figuras dijeron que nones; que los toros complicados que los maten los desgraciados y, los bombones para las figuras. Sin duda, si lo que pretenden es salvaguardar su integridad física, tienen razón en su planteamiento, la prueba es que ese tipo de toros que las figuras eligen no hieren a nadie, ahí están las pruebas.

Domínguez, sabedor de todo lo que digo y por ser parte activa del mundo de los toros en calidad de apoderado, “lógicamente” como tal, se inclina por la parodia puesto que, lo hizo en sus años como apoderado de El Juli y, se reivindica de nuevo con Roca Rey del que es su mentor actual. Por supuesto que, un toro, el que sea puede hacerte daño con el rabo pero, no es menos cierto que, pongamos por caso los toros que ha lidiado Roca Rey en Pamplona, Núñez del Cuvillo y Victoriano del Río, todos de un perfil como si estuvieran amaestrados con los que Roca Rey ha mostrado su faz más poderosa pero, todo ello a sabiendas de que, como dijera en su día Enrique Ponce, “los toros de la estirpe Domecq, el que sale bueno te puede elevar a la gloria y si sale malo y te coge, no sufras que esos toros no hieren a nadie” Sin pretenderlo y sin micrófono alguno para que le escucharan, así se pronunció el diestro de Chiva que, para su desdicha, alguien lo escuchó para contarlo.

¿Qué pensará, por ejemplo, Roberto, del día que se encerró en Madrid con seis toros de Victorino dando una tarde inolvidable? Lo digo porque, aquella proeza, como tantas como las que llevó a cabo, nada tiene que ver con lo que hace su torero que, a esos animalitos, gracias a la técnica que luce, los muele a muletazos y como tiene un cañón como espada corta orejas todos los días. Está clarísimo, a las figuras del toreo y sus poderdantes, en la actualidad, lo que les importa es el dinero, que no haya el más mínimo riesgo y, como la gente es tan ignorante como lo que votaron a la izquierda, el triunfo llega con mucha facilidad, por ende, caso de Roca Rey, contratos por doquier porque, en la actualidad ya no existe la figura del sustituto para que otros puedan ocupar una plaza vacante. Recordemos que, el único herido en la temporada de las llamadas figuras no fue otro que Emilio de Justo que, lo hizo en Madrid, frente a un toro encastadísimo de Pallarés, el primero de la tarde y, para mayor dicha, ahí pudimos ver al resto de los que dejó que los mató con enorme dignidad Álvaro de la Calle.

Para sus adentros, Roberto Domínguez pensará que el mundo de los toros, en vez de aficionados está lleno de imbéciles que se tragan ese cuento chino de la estirpe Domecq que, como ayer vimos en Pamplona con los de Vitoriano del Río que, tuvieron de todo, menos la emoción que debe tener un toro bravo. Roberto cambió de estrategia y, como se sabe, la va muy bien, pero los aficionados de siempre, los que le admiramos en su carrera como torero, ahora tenemos derecho a pensar que le ha vendido su alma al Diablo. Allá él.