Cuando uno pierde el tesoro de la salud como ha sido mi caso empieza a comprender muchas cosas que, en la rutina diaria uno no se percata de la grandeza que muchas veces recibe por parte de sus amigos. Estoy en el dique seco, como se diría de forma vulgar y corriente pero, sin actividad alguna puesto que mis fuerzas han disminuido de forma considerable, posiblemente mucho más por la parte anímica que, por la física que, en realidad, es la que ha lacerado mi cuerpo.
Así, en este debate que mantengo con mi corazón y mi razón, me queda capacidad de análisis y, así, de este modo, a tumba abierta quiero resaltar la forma tan bella que tiene un amigo al que adoro, Pedro Maria Azofra, todo ello, cuando se despide del amigo querido como pueda ser mi caso. Pedro Mari es peculiar para todo, incluso para finalizar sus misivas puesto que, en las mismas, todos acabamos de forma digamos al uso. Un fuerte abrazo. Te quiero mucho. Cuídate. Hasta siempre. Que te vaya bonito. Que Dios te bendiga. Te recuerdo con cariño. No puedo olvidarte.
Este tipo de expresiones son las que utilizamos a diario que, en realidad, todas tienen su encanto pero, analizado, les juro que la despedida en sus correos de Pedro Mari Azofra es algo inusual que, sin darnos cuenta, el amigo riojano nos dejaba el mensaje más subliminal que pudiéramos soñar. Anotemos la palabra del amigo querido que no tiene desperdicio. ¡Salud! P.M.
Así se despide siempre Pedro Mari Azofra de mi humilde persona en todas las misivas que a diario me envía. ¡Salud! Dice Pedro Mari, sin duda, es el mejor deseo del mundo que se le pueda regalar a un amigo y, cuando la disfrutas, apenas nadie le da el sentido que en realidad lleva implícita la palabra. ¡Salud! Lo reitero una y mil veces y, ese tesoro que este hombre me deseaba todos los días de su existencia y que yo apenas le daba importancia, ha tenido que ser ahora cuando he perdido la salud, el tesoro que mi amigo me deseaba a diario, ha servido para comprender tan subliminal mensaje y, a su vez, todo el encanto que dicha palabra entraña.
Estoy consternado por la emoción que siento ante todo lo contado porque, por encima de todo, he sido un hombre necio que no sabía entender el gran mensaje de mi amigo y, ha tenido que ser ahora cuando el destino me ha castigado cuando he comprendido la gran lección que el maestro Pedro Mari Azofra me entregaba cada día de su existencia con su mejor deseo, el que brotaba de su corazón que no es otro que la salud.
Ya he dado las gracias públicamente a cuantas personas se han interesado por mi salud, a tantos amigos que me colman de atenciones, de llamadas, de visitas a mi domicilio, todo ello para saber de la evolución de mi enfermedad que, hasta que no llegue la fecha para ser intervenido vivo en un impasse muy difícil de explicar; soportando dolores, es cierto, pero lógicamente sin ninguna evolución que destacar.
Hoy, al margen de que todos mis amigos sepan que estoy vivo, que sigo luchando sin apenas fuerzas, si que he tenido el valor, el arrojo de ponerme frente al ordenador para darle las gracias a un amigo querido que, como el mundo sabe, empezamos juntos esta aventura del periodismo hace más de cuarenta años cuando nos conocimos en Mallorca, junto a Juanito Bochs, el artífice, director y alma y vida de aquella revista de toro inolvidable a la que conocimos como EL MUNDO DE LOS TOROS. Tantos años después, nuestra amistad sigue vigente, hasta el punto de que casi a diario, Pedro Mari Azofra colabora con nosotros con una pasión desmedida, siempre, para darnos lecciones inolvidables de lo que ha sido y sigue siendo el mundo del toro al que él tan bien conoce.
Millones de gracias, amigo Pedro Marí, las que le doy a cuantos me quieren y colaboran con esta página ilusionada; a los que nos leen a diario, a los que nos ayudan con sus palabras de aliento, a los que por muchas razones hacemos felices. Acabo como terminaría el amigo querido, al tiempo que, púbicamente reconozco la lección tan bella que me daba y yo no lograba percatarme. Lo dicho.
¡Salud! P.V.