La decadencia en la que está sumida la tauromaquia pienso que es motivo de reflexión y, por supuesto, no me refiero a este año cruel y pandémico en que, en realidad, pocas lecturas se pueden hacer. Si me quiero extender en la problemática de la fiesta de los toros en que, como el mundo sabe, en los últimos veinte años la celebración de espectáculos ha descendido en un cincuenta por ciento, un dato revelador y extremadamente cruel y preocupante. ¿Las causas? He aquí el quid de la cuestión que nadie quiere ver, de forma desdichada los taurinos poderosos que, con políticas muy parecidas a las que utiliza el gobierno sectario y pestilente de Pedro Sánchez, ellos son el calco de la horrible y nefasta política.

Digamos que, si Sánchez, para defender su liderato, el que nadie entiende  y que solo le aplauden sus correligionarios, en los toros sucede exactamente lo mismo. Las grandes organizaciones taurinas solo son aplaudidas por sus protagonistas, es decir, los beneficiados del fraude y la estafa que, con poco esfuerzo tratan de llevarse mucho dinero, algo que logran en muchas ocasiones pero, la “vaca” como sabemos, se ha cansado de dar leche sin que le den el pienso adecuado, de ahí la reducción de festejos de la que antes aludía.

¿Será que a los taurinos no les preocupa el dato? Es difícil de responder la pregunta porque, repito, que la fiesta de los toros haya bajado en un cincuenta por ciento sus espectáculos en apenas veinte años, el dato es preocupante, yo diría que muchísimo y, para colmo, que nadie lo quiera ver, eso ya es el colmo del desacato, es decir, lo mismo que Pedro Sánchez que no quiere reconocer que tiene como socio y amigo a un presunto delincuente, las pruebas así lo atestiguan. Cierto es que, sin en la política, a miles de sinvergüenzas deslamados los mantenemos con nuestros impuestos, no es menos verdad que, la fiesta de los toros la mantenemos los aficionados que compramos nuestra entrada, con la diferencia de que, mientras a los políticos les tenemos que mantener por cojones, vía impuestos, en los toros hemos sido más prácticos, es decir, hemos decidido no ir para ver dichas parodias, de ahí la baja asistencia de gente en los tendidos, por consiguiente, la desaparición alarmante de tantísimos espectáculos que, otrora eran la admiración del aficionado y ahora son puro recuerdo.

La gente ha decidido no ir a los toros porque está harta del engaño, la burla, el fraude, la incompetencia a todo los niveles y, para mayor desdicha, la injusticia que conlleva dentro de sí misma la fiesta de los toros. Es exactamente como con la política pero que, mientras que en los toros dejamos de ir, en la política no tenemos esa opción y tenemos que soportar a estas gentuzas hasta las próximas elecciones que, si se me apura, dudo que las haya alguna vez, ahí está el caso de Nicolás Maduro que dicta leyes todos los días para perpetuarse en el poder y, en España, al paso que vamos, barrunto que sucederá lo mismo, vivir para ver.

¿Por qué triunfa el deporte y tiene cada día más adeptos? Sencillamente porque la gente, colores al margen, entiende que hay un mundo lleno de justicia en todos los deportes. En el fútbol gana la liga el que más partidos resulta vencedor; en la Fórmula I gana el que llega antes a la meta; en el tenis el que más sets logra que, a su vez, le declaran triunfador y, ya vemos, se trata de una raqueta y una pelotita en la que compiten todos los deportistas en una liguilla en la que se van eliminando unos a otros. Es decir, en la modalidad que fuere, todo el mundo juega con las mismas armas mientras que, en los toros, lo de las mismas “armas”, aunque lo parezca, es una mentira más grande que todas las que ha dicho Pedro Sánchez que, como sabemos, ostenta el título de ser el más mentiroso del mundo. Ahí están los ejemplos. Enrique Ponce que podríamos denominarle como el “Pedro Sánchez” de los toros, como el mundo sabe, “juega” con animalitos moribundos, descastados, beatificados desde que salen de la ganadería; digo Ponce y sus compinches que, como él, no saben lo que es lidiar un toro de verdad. Fijémonos en lo que digo porque, por ejemplo, el pasado año estrellaron a Juan Ortega por tres o cuatro veces en Madrid ante toros ilidiables y, pese a todo, el diestro de Sevilla esbozo maneras bellísimas que, una vez que le salió un animalito de carril en Linares, demostró que es mejor que todas las figuras del toreo juntas. ¿Lo entiende alguien?

¿Para cuándo una “liga” en la que todos los toreros compitieran con idénticas armas? Digamos que, un día Morante lidiara los toros de Saltillo, Murteira, Miura, etc. y, a su vez, que de una vez por todas, Juan Ortega, siguiendo el ejemplo, le pusieran con los de Domecq que, como sucedió en Linares, allí demostró su auténtica torería. Digamos que en el deporte siempre gana el mejor porque, insisto, todos compiten con las mismas armas pero, en el toreo, ¿quién es el mejor, el que más burros inválidos es capaz de lidiar? Por tanto, mientras existan esas desigualdades tan enormes, la gente se ha cansado de la parodia, de ahí que los toros hayan descendido del pedestal que estaban subidos, sencillamente por la indiscriminación a la que son sometidos la mayoría de los toreros, en beneficio de unos pocos que, para mayor desdicha, son los que menos arriesgan. ¿Queréis más datos? Que nadie se preocupe que, seguiremos informando. Y, como dato anecdótico, en el día de ayer, en la corrida que se celebró en Córdoba, con idénticos toros, Juan Ortega, junto a Morante, demostró que pese a ser un “muerto de hambre” dicho con todo el cariño del mundo, estuvo a la altura del genio de La Puebla. Yo diría que, el alumno, hasta superó al maestro. ¿Queréis más pruebas de lo que digo?

En la imagen, Juan Ortega, la prueba fehaciente de que, los toreros, con idénticos toros, cualquiera puede estar a la altura del mejor. ¿Acaso desdijo en algo en el día de ayer, Juan Ortega con Morante de la Puebla en Córdoba?