Tal y como se desarrollan los hechos, tras analizar lo que han sido las dos actuaciones de este año en Madrid de Curro Díaz, una en el domingo de Resurrección y la otra el día de San Isidro, llegamos a la conclusión de que este diestro siempre tiene una pena que purgar, así se constata tras ver todo lo que hemos visto en dichas actuaciones.

Curro Díaz es, por alternativa, uno de los diestros veteranos del escalafón que, como se demuestra, nunca ha estado “bien visto” por los taurinos. Para colmo, le avalan dos puertas grandes en Madrid, amén de faenas de enorme calado en Las Ventas, una plaza en la que tiene multitud de seguidores porque saben de la calidad de este diestro. Pero, a tenor de lo sucedido, como no ha gozado de “padrinos” influyentes, le atribuyen que no ha tenido esa gran faena de rotundidad en Madrid para haberse encumbrado. Puede que sea cierto pero, toreros de menor relevancia que Curro Díaz se han encumbrado, lo que certifica que los padrinos son muy influyentes.

Gusto, torería, arte, empaque natural, cadencia, ritmo, e incluso ángel, son las acepciones que muy bien le podríamos achacar a Curro Díaz puesto que así lo ha demostrado pero, como miles de veces dije, si los demás no quieren ya puedes triunfar que andas aviado como dirían por Andalucía.

Decía el insigne Paco Mora, respecto a la actuación de Curro Díaz en el día San Isidro en Las Ventas, que le embelesaron sus naturales, trincherillas, cambios de mano, e incluso ese deleite que nos obsequió con la mano derecha. Suscribimos todas las palabras del compañero pero, suerte que tengas que el saber poco te vale. En su primer enemigo que bordó el toreo en muchos momentos de la faena, al toro le faltó ese punto de trasmisión para que la labor del linarense trascendiera más allá de sus propios partidarios y, para colmo, mató con derrame, lo que nubló una faena hermosa. Su segundo apenas tenía opciones para el éxito y, en el que mató por la cogida de Ginés Marín rayó a mucha altura pero, de igual modo, la sosería del toro que era bondadoso, no permitió la rotundidad que todos esperábamos. Cortó Curro Díaz una oreja que nos supo a gloria, o quizás a poco para lo mucho que esperábamos.

Es cierto que, en un momento dado de su carrera, Curro Díaz estaba situado en tierra de nadie; es decir, no le daban toros acorde con su categoría y se resistía a entrar en carteles de escasa relevancia pero, muy pronto cambió el chip de su cerebro y se dispuso para la batalla, matando cualquier encaste que apareciera por toriles, siempre aferrado junto al éxito, llegado éste incluso con corridas de Miura.

Conforme está montado el tinglado empresarial es posible que, hasta se retire Curro Díaz sin haber tocado el cielo con sus manos pero, lo que nadie nos quitará de nuestra mente es haber contemplado un auténtico artista en plenitud al que, por distintas razones no le han dejado llegar al estrellato. Como él diría, tiempo queda porque no piensa arrojar la toalla todavía puesto que, mientras que el cuerpo le responda, tenemos artista para rato. Lo desesperante de la cuestión es que estamos hablando de un artista de ley, nunca de un vulgar pegapases de los que torean por todas las ferias de España.