La corrida lidiada hoy en Pamplona con reses de Jandilla ha dado un juego bueno en líneas generales, siendo, los peores el cuarto y sexto. Ese quinto que le ha tocado en suerte a Alejandro Talavante ha sido un modelo em embestir que, casualmente, este tipo de toros le tocan siempre a las figuras.

Diego Urdiales ha bordado el toreo a la verónica en su primer enemigo, sin duda, lo más bello de la feria si de capote hablamos. Han sido siete verónicas con el sabor de la grandeza capotera de este diestro que, su labor la ha elevado a sinfonía capotera.

Tras los primeros tercios, Diego sabía que tenía enfrente un gran toro que le iba a colaborar pero, en los inicios de la faena, el toro, sin que nadie supiera las razones se ha lisiado un tanto la pata derecha y, su gran embestida ha perdido emotividad. Pese a esa carencia, Urdiales ha bordado el toreo en ambas manos puesto que, su genial torería ha aflorado una vez más para deleite de la concurrencia. Sus naturales han tenido un sabor maravilloso, distinto a todo lo que hemos podido ver en la feria. Labor extraordinaria la del diestro riojano que, tras matar de una gran estocada ha tenido petición de oreja que el  palco no ha concedido. Con la de orejas que se han regalado en esta feria y, la que debería ser la más justa del ciclo ha sido negada.

En su segundo, un toro complicadísimo porque tiraba derrotes secos al final de cada muletazo, Urdiales ha estado entregadísimo a sabiendas de que no tendría premio. Ha podido más su dignidad que la mala condición del toro. Ha matado de gran estocada y todo ha quedado en una ovación. Actuación dignísima de Urdiales que, sin cortar orejas ha dejado un gran calado en Pamplona.

Talavante ha tenido un buen toro primero pero que, ha doblado las manos con demasiada frecuencia. Ha estado voluntarioso y su labor no ha tenido ninguna trascendencia. Su segundo, el toro de la tarde ha estado pulcro, aseado, tesonero, perfilero y barrunto que sin el calado que merecía el toro y los aficionados. Ha sido ese tipo de toros para emocionar a Dios y a su padre y, Talavante apenas ha concitado la atención de nadie. Tras estocada y varios descabellos ha dado la vuelta al ruedo que, es entonces cuando los aficionados le han valorado su correcta labor. Sus toros han tenido más de santos que de bicornes bravos. Siempre sucede la misma película.

Ginés Marín ha tenido en su primero un gran colaborador pero que, era remiso a la embestida y se marchaba huyendo del diestro. Labor sin relieve alguno en que, entre toro y torero se ha producido una frialdad tremenda que, más que la faena de un torero frente a un toro aquello parecía una barra de hielo. Ha matado de gran estocada. En su segundo y último, el toro tenía pocas opciones; sin maldad, pero no estaba por la labor que, en realidad yo creo que no estaban ni el toro ni el torero. Ha matado de un gran espadazo y aquí paz y allí gloria. Eso sí, elogios por parte de los comentaristas los ha recibido por doquier. Si lo que pretenden es engañarle allá ellos con sus conciencias. Marín es uno más del montón de diestros que tenemos y, les aseguro que no es mejor que Ángel Téllez, todo lo contrario. Su semblante triste, con cara de enterrador no le ayuda en lo más mínimo y, como dije en su momento, pobres cántabros que tendrán que soportarle matando seis toros. Eso más que una fiesta suena a castigo sin piedad.