Hacer conjeturas en el momento en que vivimos no deja de ser una insensatez sin límites, justamente lo que me ocurre a mí en estos momentos en que, ávido por encontrar luces que mitiguen la oscuridad en la que nos hallamos, todo son pensamientos ilusionantes pero que, como digo, la realidad dista mucha de lo que pretendemos y amamos.

Yo quiero hablar ahora de la televisión, de sus logros en todos los órdenes pero que, en el mundo de los toros todavía somos reacios a que la televisión sea una realidad en nuestras vidas. Como decía, en los momentos en que vivimos en que la oscuridad se ha apoderado de nosotros por culpa de la pandemia que estamos sufriendo, analizar otras cuestiones puede sonar a tarea baladí pero, si cambia el panorama alguna vez y retomamos lo que era nuestra normalidad de cada día, tal vez nuestra idea al respecto de la televisión pueda serle útil a alguien.

Desde siempre, craso error, los toreros, en su gran mayoría se han mostrado reacios a las retransmisiones televisivas, que se lo pregunten a José Tomás que él responderá y, a partir de aquel nefasto momento que eligió el diestro de Galapagar, todos los toreros querían unirse al ídolo para evitar que se televisaran las corridas de toros. ¿Cabe error más unánime? Seguro que no.

Pero como la moda la impuso José Tomás, todos entraron al trapo que empuñaba el torero citado. Al parecer, los toreros querían preservar su imagen para que la misma fuera como un tesoro escondido y, el que lo quisiera ver que pasara por taquilla mientras que el resto de los aficionados no tenían por qué enterarse del citado tesoro.

Al respecto de lo que digo, por ejemplo, ¿se imagina alguien lo qué fue la temporada pasada en cuanto a los toros se refiere? Poco se hizo pero, de no haber sido por los canales que retransmitieron dicha festejos, éstos no hubieran existido en lo más mínimo. Menos mal que, gracias a las cámaras los aficionados pudimos gozar de dichos espectáculos para deleite de nuestras almas. El año resultó tan atípico, tan nefasto que, insisto, de cara a los aficionados solo la televisión nos salvó de la barbarie que estamos sufriendo.

De igual modo, si algún día retornamos a la normalidad de antaño, siempre tendremos que contar con la televisión que, queramos o todo lo contrario, sigue siendo el remedio para todos nuestros males. ¿Qué sería de cualquier deporte o evento importante si no se contara con la televisión? Apenas nadie conocería, por ejemplo, a Rafael Nadal por citar a uno de nuestros más emblemáticos deportistas, sino el mejor.

Ya está bien de ñoñerías por parte de los diestros que de forma habitual son reticentes a la televisión. Digámosle a los incrédulos que, en los años sesenta y setenta del pasado siglo, TVE retransmitía muchísimos festejos y, pese a ello, las plazas estaban abarrotadas. ¿Perjudicaba entonces la televisión la imagen de los toreros? ¿No acudía entonces la gente a las plazas de toros a sabiendas de que se televisaba el festejo? Ni lo uno ni lo otro. Todo funcionaba sobre ruedas, sencillamente porque el espectáculo interesaba. Ahora, claro, los toreros figuras, sabedores de las malditerías que les hacen a los toros, la forma en que salen al ruedo, el poco trapío que tienes y tres mil argumentos nefastos más, es por ello que todo lo quieren esconder pero, ya vemos que, hasta sin la televisión la gente se ha dado cuenta de que le estaban tomando el pelo y dejaron de asistir en masa a los toros.

Por todo lo explicado, no es la televisión la culpable de que vaya muriendo la fiesta de los toros; todo lo contrario porque lo que sale por televisión todo se vende y, los toros no son ninguna excepción porque, como sabemos, por ejemplo el canal de Castilla la Mancha tiene cientos de miles de aficionados que se conectan con ilusión cada tarde en que hay una corrida de toros. Lo mismo ocurre con Canal Sur con  toda Andalucía, los toros son santo y seña para los aficionados.