Cuando uno intenta vender su verdad en la que, para colmo, coincide con la verdad misma y de tal forma lo suscribo, la situación puede tener dos vertientes muy distintas que no son otras que te amen o que te odien. Es el riesgo que hay que correr cuando uno analiza unos hechos que se producen, caso de los toros de Juan Pedro en Sevilla en que, el día anterior yo vaticiné –sin tener la bola de cristal- que el fracaso sería de estrépito. Y los hechos me dieron la razón. ¿Qué pasa entonces? Está clarísimo. Al  día siguiente, lunes de Pascua, recibí innumerables muestras de cariño y de solidaridad por parte de muchos aficionados, algo que agradezco en el alma. Tenía usted razón, me dijeron todos.

A tenor de dichos animales, es decir, los toros de Juan Pedro, en cierta ocasión le preguntaron a Enrique Ponce en una reunión privada entre amigos, los motivos por los cuales mataba siempre casi la camada entera cada año y, el maestro de Chiva respondió con total acierto. “Lo hago porque los buenos son santos hasta el límite de los altares y si sale el malo, de cogerte, no te hace daño alguno” No existe definición más perfecta y sincera por parte de uno de los lidiadores más importantes del escalafón que, como es sabido, tantos toros ha indultado de dicho ganadero. ¿Toros? Preguntaría cualquiera. En realidad yo diría que indultaba burros con cuernos pero de una santidad memorable. Eso sí, la sinceridad de Enrique Ponce en aquellos momentos resultó arrebatadora. Claro que, lo que no sospechaba Ponce es que aquella frase saldría a la luz para ridiculizarle pero, ya se sabe, si quieres que no se sepa, nunca lo digas.

Pero como quiera que la fiesta de los toros es lo más injusto del mundo, es por ello que Juan Pedro tiene clientes por doquier por parte de las figuras porque la definición que hizo Ponce sobre dichos animalitos la conocen todos a la perfección y, como la gente es ignorante hasta decir basta, a diario les meten ese gol por la escuadra y nadie se da por enterado, de ahí que Juan Pedro venda sus toros como churros.

Lo triste de la cuestión es que, cuando más pequeño e inofensivo es el toro, sus lidiadores, más dinero perciben. ¿Habrá crueldad más grande? Seguro que no. Siendo así, Emilio de Justo que, como dije, no le hacía falta alguna hacer aquella gesta enorme que le ha llevado al dique seco y que en el peor de los casos lo tenemos con vida, lo hizo para reivindicarse consigo mismo porque, pese a esa vitola de torero carísimo -respecto a la verdad de la fiesta- de la que Emilio de Justo es dueño y señor, sus honorarios estaban por debajo de la mitad de lo que cobran los que matan burros con cuernos.

Esa fue la razón por la que este hombre admirable quiso pegar un puñetazo sobre la mesa y decirle a todo el mundo que, su dinero tenía que equipararse con las demás figuras porque, él si demostró ser figura del toreo porque jamás rehuyó lidiar las ganaderías que le encumbraron al lugar que ahora ocupa, cosa que los recaudadores de “impuestos” que son las figuras, nada más verse anunciados con dichos toros encastados echarían todos a correr.

Todo el mundo debe saber que, por ejemplo El Juli, es uno de los diestros más cotizados del escalafón pero, fijémonos qué tipo de toros mata; vamos que, si lo equiparamos con los que mató Emilio de Justo el año pasado –y todos los años- es como para ponernos a llorar. Esa era la espina que tenía clavada el diestro extremeño al respecto de sus compañeros porque, entre otras muchísimas actuaciones, la que finalizó el pasado año en Cali con los toros de Victorino Martín que, si no recuerdo mal creo que cortó seis orejas en aquel mano a mano con Luis Bolívar, dicha actuación pasará a los anales de la historia mientras que, El Juli será recordado como un torero hábil manejando los engaños pero, mucho más, engañando a los aficionados haciéndoles creer que mata toros auténticos.

Y volvemos a donde solíamos, el toro puede hacerte daño hasta con el rabo pero, mala cosa resulta que el aficionado no palpe desde el tendido el peligro del toro. Y eso es lo que sucede con los burros de Juan Pedro que pueden salir mansos, tontos, estúpidos, faltos de fuerzas, pero sin maldad alguna. Por dicha razón las figuras se dan de hostias para ver quién se queda con la camada entera. Como dije, cualquiera siente satisfacción al recibir los plácemes de los aficionados al reconocer la verdad de unos hechos consumados. No es sencillo pronosticar un fracaso pero, tratándose de Juan Pedro Domecq, en honor a la verdad resulta muy sencillo, lo digo yo y lo dicen todos los cabales. Y al margen de los cientos de toros que tiene Juan Pedro en el campo que, parece que los fabrica en serie, para Sevilla tiene dos corridas más. Que no les pase nada a los señoritos del clavel que, al amparo de las figuras acudirán todos para darse besos y abrazos.

Valga el bellísimo lienzo de Diego Ramos para ahuyentar las miserias que a diario tenemos que contar respecto a la fiesta de los toros.