La pregunta es absolutamente obligada. ¿Qué hemos logrado después de los llamados paseos taurinos en distintas ciudades de España? Menos que nada que es el peor de los fracasos. Como dije en su momento, era alentador que los aficionados mostraran sus ilusiones al respecto de la fiesta de los toros con sus expresiones físicas en distintos lugares del suelo patrio pero, para que se nos escuche o nos hagamos oír, hay que hacer una manifestación a lo grande y, por supuesto en Madrid. Algo que tenga un calado para que, tras dicha manifestación, irremediablemente, salgamos en todos los medios de comunicación.

Como quiera que nos pueda más el corazón que la razón, de ahí viene nuestro fracaso. Al respecto de los paseos la intención era buena, pero totalmente opaca puesto que, apenas nadie se percató de ello; y cuando digo nadie me refiero a las televisiones que, en realidad, es ahí donde nace y subyace la profundidad de una cuestión. Si hubiéramos tomado nota de lo que se hizo el 8 de marzo en Madrid y en otros lugares cuando cientos de miles de histéricas salieron a la calle, todo el mundo se dio por enterado. Es cierto que, el asunto, en aquel día era muy diferente; era algo programado con premeditación y alevosía por el indigno gobierno que tenemos pero, ya vimos que, miles de señoras, nadie sabría explicarnos los motivos, salieron alocadas en las calles.

Lo nuestro, lo que se refiere al taurinismo es complicadísimo porque, como se demuestra, falta un cerebro que dirija las operaciones de “márquetin” para “vender” nuestro producto que no es otro que nuestra afición, la que debemos de exponer frente al mundo que, en este caso pasa por Madrid y, sin duda, por el Congreso de los Diputados y calles adyacentes. Han pasado los días, no lo hemos hecho, hemos rozado el ridículo con lo que hemos protagonizado, de buena fe, por supuesto; pero los logros han sido nulos. Nadie nos ha escuchado y, lo que es peor, dudo que eso ocurra algún día.

En el mundo del toro no hay unidad por parte de nadie. Por ejemplo, me viene ahora a la cabeza que, entre otros paseos, concretamente en el que se celebró en los aledaños de la plaza de las Ventas de Madrid, por allí no vimos a figura alguna del toreo que, en realidad, si se me apura, era el lugar idóneo para que los profesionales hubieran hecho fuerza para sumarse a dicha causa. Pero no. Todo lo tiene que hacer el aficionado, el que paga mientras que, los que cobran se quedan sentaditos en su casa a la espera de mejores resultados.

La teoría del emperador Julio César, divide y vencerás, es la que se nos aplica desde los altos estamentos de la nación; nos saben divididos como demuestran los hechos mientras que, los que deberían de apoyarnos, sabedores de nuestras carencias, al estilo de Pilatos, se lavan las manos y se quedan todos tan tranquilos; es más, con ese lavamiento, hasta nos vienen a decir que ellos no tienen culpa de nada, pero lo realmente cierto es que vivimos sumidos en la miseria.

¿Qué hacer ante tanta tropelía? Ante todo, reflexionar, pensar que estamos divididos que es el peor de los males que pudiéramos sufrir. Necesitamos unidad, pero con carácter de urgencias. Y se lo digo a un mundo taurino que, para su desdicha, siempre ha estado dividido, razón de tanto fracaso y desengaño. Lo estaban antes, lo están ahora y, para desdicha infinita lo estarán siempre. Como quiera que la unión es la que hace la fuerza, sin unidad, sin unión y sin ánimo para ello, así está el mundo de los toros, hecho un barrizal en el que cada cual intenta sacarse el lodo como pueda. Mala cosa y peor asunto.

Al respecto de lo dicho de Madrid en que no acudió figura del toreo alguna, en el otro extremo, en Alicante, sí estuvo encabezando el paseo el gran Luís Francisco Esplá que, para dicha de todos, al finalizar el acto, nos ofreció una proclama bellísima defendiendo la fiesta, la verdad, la unidad y la cultura como bien inmaterial que son los toros. Fijémonos que, Luís Francisco Esplá, curado ya de todos los “males de la fiesta” tuvo la gallardía de ser el más fiel representante en la tauromaquia alicantina. Así se defiende la fiesta, como lo hizo Esplá que, sin tener nada que ver –aunque lo tenga todo como aficionado- se batió el cobre ante los suyos y demostró que, además de ser un gran torero, es un cabal aficionado. ¡Madre mía del amor hermoso si la fiesta de los toros la dirigiera Luís Francisco Esplá!