Como sabemos, la democracia es el menos malo de todos los sistemas de gobierno pero, por momentos y en determinadas actitudes basadas en la misma, esa misma democracia que tanto ponderamos alberga la peor de las dictaduras; camufladas, eso sí, pero dictaduras al más alto nivel que no las superaría ni el mismísimo Pinochet. Eso sí, en la actualidad, si algún político de izquierdas actúa como un dictador, -en España los tenemos a montones-, ellos se califican de demócratas; pero si alguien hace lo que ellos y es de derechas, entonces ya tenemos la dictadura servida. Vivir para verlo ¿verdad?

Al respecto de los toros y amparándonos en la democracia, solo tenemos que darnos una vuelta por el mundo y analizar las consecuencias fatales que han sufrido los toros en los países llamados democráticos. La cosa empezó en España, de forma muy concreta en Cataluña en la que unos apestados llamándose demócratas acabaron con la fiesta de los toros. Esa misma democracia es la que alentó a muchos lugares de nuestro suelo patrio para que, sus gobernantes prohibieran los toros, caso de La Coruña, Vitoria, Villena….y un largo número de pueblos y ciudades que no se celebran toros porque sus malditos demócratas así lo han decidido.

Desdichadamente, nuestra “moda” por aquello de prohibir se ha expandido por todo el mundo taurino con más fuerza que el mismo coronavirus. Como decía, jamás dictador alguno se le ocurrió prohibir una fiesta que es patrimonio del pueblo, de sus aficionados, de aquellas gentes admirables que disfrutan con un espectáculo más, que, para mayor suerte, aporta muchos dividendos a las arcas de todos los estados donde se celebran corridas de toros.

Analicemos. Colombia, por ejemplo, era un país riquísimo en todos los órdenes y no digamos sobre los toros puesto que, sus ferias eran el paradigma de todos los toreros españoles cuando iban para “hacer las américas” en que, repito, Colombia era uno de los lugares emblemáticos para dicha fiesta, un país con el que cuenta con innumerables plazas de toros y que, ahora, como antes decía, sus gobernantes, aferrados a la democracia como gran mentira que le cuentan al pueblo, se han cerrado la práctica totalidad de las plazas colombianas; hasta el “buque insignia” del país, La Santa María de Bogotá, estuvo unos años cerrada por la decisión de un demócrata hijo de puta que la cerró por sus cojones. Tras un año abierta, ahora, de nuevo van a cerrarla, como han hecho con Medellín y decenas de plazas más que, el aficionado, ni siquiera sabe que existen. Allí, en Colombia, queda Cali y Manizales que, al paso que vamos dudo mucho que sigan abiertas.

Lo de Venezuela no quiero ni contarlo. Plazas de toros que eran la admiración del mundo y, gracias a la “democracia” se han cerrado todas; es decir, por decreto ley de esos criminales que se hacen pasar por demócratas y que los imbéciles de turno se lo creen, todo ha quedado ya para la historia. ¿Sabían ustedes que la segunda plaza de toros más grande del mundo está en Venezuela? Se llama Valencia, celebraba su feria de la naranja y, en la actualidad, dudo que muchos aficionados lo sepan.

Fijémonos que, en Venezuela se celebraban cientos de corridas de toros por todos los estados del país andino puesto que, lo que se dice plazas de toros las tienen en todas las “esquinas” y, entre la democracia y el hambre que sufre el pueblo venezolano, ya es todo una cuestión del pasado; es decir, los pocos aficionados que por allí queden les contarán a sus nietos que, en su día, Venezuela era un país riquísimo en todos los órdenes, incluso en los toros, mientras que, en la realidad, es un solar desmantelado por un dictador que se disfrazó de demócrata, se lo contó a Pablo Iglesias y éste, el muy animal, lo sigue pregonando por el mundo.

Pensar que, Ecuador, su gran feria quiteña era la admiración del mundo en cada mes de diciembre puesto que, dicha feria alcanzaba rangos de epopeya taurina, pues eso que era importantísimo para Quito, de un plumazo, se lo cargó una bestia demócrata llamado Rafael Correa, eliminando, de cuajo, las ilusiones de toda la afición quiteña, la de los toreros de todo el mundo, dejando, como se sabe, un déficit tremendo ante el pueblo quiteño porque la citada feria dejaba unos beneficios altísimos para toda la ciudad. Allí, en Ecuador, apenas queda Latacunga y Riobamba, cosos que apenas son significativos que, para mayor desdicha, les quedan minuto y medio.

Como quiera que esa corriente mortecina que produce cualquier gobierno de izquierdas en todo el mundo, México no podía escapar de dicho maleficio y, como se sabe, hay decenas de plazas de toros cerradas por decisión arbitral de sus asquerosos dirigentes. Y no se trata del momento actual por culpa de la pandemia que azota al planeta, la cosa viene de lejos y, tanto en México, como en todos los países del mundo, mientras gobierne la izquierda nefasta que todo lo arrasa y destruye, al final, dentro de muy poco tiempo los toros serán un recuerdo del pasado pero, a Dios gracias, siempre quedará alguna persona cabal que les recordará a generaciones venideras que unos grandes hijos de puta se cargaron la mejor fiesta del mundo.

Nos queda Perú que, de momento, Acho sigue en pie, no sé por cuanto tiempo pero, en la actualidad, Lima, su plaza, todavía no ha sido devastada por las huestes canallas de la izquierda. Claro que, en Perú, no se trata de Lima que es una feria importantísima, son decenas de pueblos de toda la geografía en que, los toros, para sus gentes, son el mayor espectáculo del mundo Si la fiesta siempre ha sido del pueblo, en Perú, es el pueblo puro y llano el que sustenta, quiere, reclama, pide de rodillas que se celebren sus corridas de toros en tantísimos lugares en que, los peruanos, compran las entradas a plazos durante todo el año para poder asistir en sus fiestas, a las corridas de toros; y conste que, en aquellos pueblos, una barrera vale diez dólares y una entrada general cinco. ¿Es o no es, de y para el pueblo? Confiemos que aquellas buenas gentes sigan disfrutando de su bello espectáculo, el que nos están robando en todas las partes del mundo porque, mal nacidos los hay por todas las esquinas y, qué casualidad, todos son de izquierdas y dicen ser demócratas.

Si os puedo asegurar que, de celebrarse corridas de toros en Uruguay, Pepe Mujica jamás las hubiera prohibido, sencillamente porque en los últimos años, es el único mandatario de izquierdas que ha defendido al ser humano en todas sus vertientes.

En la imagen, la plaza de toros de Valencia, Venezuela, la segunda más grande del mundo.