Como pudimos saber, días pasados, apareció en el BOE la subvención de trece millones doscientos cincuenta mil euros que el gobierno de España destinaba a los cines puesto que, dicha industria, como la gran mayoría de las empresas de nuestro país, todas están el más absoluta de las ruinas. Es algo que me parece bien para que las salas de proyección cinematográfica puedan subsistir. Lo que me parece aberrante es que este mismo gobierno que, como se ha demostrado en esta ocasión apoye a dicha causa, en principio, como cada año, done cientos de millones para que se hagan películas absurdas y, a su vez, que vivan opíparamente cientos de gandules que dicen ser actores. Tomen nota, ¿cuántas subvenciones recibió el gran Arturo Fernández? Ni una sola y, lo que es mejor, como era un fantástico actor, se mantuvo setenta años sobres los escenarios, un lujo que muy pocos pueden darse. Arturo se marchó junto a Dios, no sin antes habernos hechos felices a millones de personas, todo ello sin tener que mendigarle al gobierno de turno.

Tras lo expuesto, ¿se imagina alguien ese mismo titular pero destinado al mundo de los toros? Vamos, que no quiero ni pensarlo. Los toros, como entidad cultural no reciben un solo euro por parte del gobierno pero, no es que no lo reciban como subvención, es que, en la actualidad, esas empresas taurinas que, similares a las de las salas de cine, no reciben ni un saludo mañanero y, como el mundo sabe, es otra industria que quiere que el espectáculo taurino siga hacia adelante.

Hasta dónde hemos llegado ¿verdad? Lo que está ocurriendo con el mundo de los toros no lo imaginaban ni los más profundos “visionarios” del futuro, en este caso, tan incierto como criminal. Y, lo peor de todo es que no reaccionamos; para mayor desdicha, las condiciones de vida que tenemos ahora, el encarcelamiento que hemos sufrido en meses pasados, todo ello confabula a favor de un maldito gobierno que, sin duda, se frotarán las manos al comprobar nuestras desdichas.

O sea que, se nos considera unos apestados a los aficionados a los toros y, por ende, naturalmente, a todos los que organizan corridas de toros o novilladas, eso no lo hubiera creído nadie pero, para desdicha nuestra, es la realidad con lo que tenemos que vivir. Fijémonos que, como hemos dicho miles de veces, los aficionados a los toros y sus organizadores no piden nada; si acaso, respeto para poder trabajar, pues ni eso. Como siempre dije, para este gobierno apestoso que nos ha caído encima, con toda seguridad, nuestro colectivo, además de ser considerado como denigrante para la sociedad en que vivimos, hasta nos miran como tercermundistas.

¿Será que no somos españoles? Tampoco creo que esa sea la causa porque los inmigrantes que han llegado a nuestro país, cosa que me parece humana, han tenido más atenciones que nuestros compatriotas que, hartos de pagar impuestos para la nación en que vivimos, caso del mundo de los toros, se nos mira con ojos de odio, recelo y todo el rencor del mundo. ¿En qué país vivimos? ¡En España, no puede ser de otro modo! Lo digo porque para nuestras miserias, en este país tenemos más tontos por metro cuadrado que en ninguna parte del mundo.

Y digo tontos por no darles el auténtico calificativo que en verdad merecen porque, repito, eso de pensar solo en destruir a lo que a ellos nos les gusta, la cosa no queda en tontos, más bien criminales sectarios que, sin importarles para nada que cientos, miles de familias vivan de esta “industria” artística, caso de los toros, para nuestros mandatarios, los que quieran vivir de jugarse la vida y otras “estupideces” deben de morirse de hambre o, en su defecto, irse a recolectar por el campo andaluz.

Pero este es el gobierno que tantos descerebrados votaron  y que, ahora, por culpa de ellos, estamos pagando todos las consecuencias de una decisión criminal como fue meter en la urna unas papeletas podridas que, a sabiendas de que nos llevarían a la más absoluta miseria, la gente, en muchos sectores, eso es lo que quieren, hambre, miseria y desolación y, más tarde, una paga vital que les concede ese gobierno que ellos eligieron.