Como bien relata Delgado de la Cámara en su obra, LA OTRA VIDA DE JOSELITO, su propio editor, al leer la obra le dijo que estaba loco que, aquella narración jamás sería publicada. Le sedujo para que “arreglara” en la medida de lo posible aquella obra que, como narración, no tenía argumento alguno que invitara a su publicación. Al final, Domingo se negó en rotundo a tocar ni una sola coma del vademécum y claudicó el editor para sacar a la luz dicho conmemorando. Sabedores de todo ello nos incitaba la curiosidad por leer una ucronía nada habitual en los tiempos que corremos aunque, el estilo o forma, data de hace dos siglos.

Delgado de la Cámara que es un excelente narrador sabía lo que hacía, por tanto, era dueño y señor de aquella narración en la que pocos creían y que, al final, su libro, se ha convertido en un manual del saber si de toros queremos aprender. Su cultura, capacidad narrativa, conocimientos ancestrales sobre la fiesta de los toros y su estilo tan personal, todo ello, aunado, ha conseguido cautivar a sus lectores, de forma muy especial a los que somos aficionados a los toros puesto que, pese a que hemos leído decenas de libros sobre la fiesta brava, ninguno nos ha parecido tan apasionante como el descrito.

Su autor, imaginando como si fuera el gran novelista del género taurino, nos pasea por todo el siglo pasado de la mano de aquellos que fueron sus protagonistas, entre ellos o como primeros “espadas” de su ucronía, a Joselito y Belmonte aunque, en esta ocasión, Delgado de la Cámara prefirió invertir los papeles para enterrar a Belmonte y dejarse vivo a Joselito, con el gran riesgo que ello entrañaba. La imaginación del autor nos lleva por recovecos impensables, pero de una emoción indescifrable. Aquello de que Joselito asistiera al “entierro” de Belmonte tras su actuación en Talavera, desde aquel momento, el lector queda atrapado en las garras del misterio del que es capaz de escribir este hombre de suma relevancia en las letras modernas. Convencido estoy que, si hubiera que dejar solo dos libros de toros en la historia de la tauromaquia –y mira que se han escrito historias bellas- ellos no serían otros que, JUAN BELMONTE MATADOR DE TOROS Y LA OTRA VIDA DE JOSELITO.

A Belmonte le inmortalizó Manuel Chávez Nogales, un narrador de la época, fascinante por cierto pero que, no sabía nada de toros mientras que, la ucronía gallista publicada de forma reciente, ha sido obra de un gran aficionado, escritor sensacional que, a medida que narraba –pese a que le dijeron que estaba loco- se iba metiendo en el personaje, se lo iba creyendo y todo lo que plasmó sobre el papel, al final, ha sido un éxito sin precedentes.

Mientras Domingo Delgado de la Cámara nos pasea por el mundo de los toros de aquel siglo pasado ya tan lejano, las emociones se suceden de una forma inexorable porque, invertir los papeles de la historia puede ser un bodrio tremendo o, como en el caso que nos ocupa, una ucronía extremadamente bella porque, su autor, así lo decidió. Si hasta la “muerte” de Belmonte en Talavera nos resulta hermosa la historia, seguidamente, con Joselito en vida siendo el amo del toreo, en sus retiradas, reapariciones, compañeros, su apoderamiento por Eduardo Pagés, su Monumental sevillana en pleno apogeo, e incluso el “derribo” de la Maestranza, incluso su apasionado deseo por inaugurar Las Ventas de Madrid, todo ello nos produce un placer inenarrable. El autor ha querido engrandecer todavía mucho más aquello que no fue, pero que pudo haber sido, de ahí la verosimilitud que encontramos en dichas páginas. Hasta Felipe de Pablo Romero claudica junto a Delgado de la Cámara para que su hija se case con Joselito. Toda una proeza. Para colmo, nuestro celebrado autor alarga la vida de Joselito para que todos comprendiéramos que, de haber sido así, como la imagina Delgado, el autor se hubiera quedado corto en sus expresiones porque, como el mundo sabe, Joselito era la dádiva generosa personificada.

Es hermoso saber de la vida y milagros de Rafael El Gallo, el hermano mayor de Joselito que, cuando le soplaban las musas era único en su género pero claro, como todos los artistas, su carácter indomable le llevaba hacia infiernos inimaginables puesto que, condiciones toreras las tenía como pocos, más bien era único como antes decía pero, su heterodoxia como individuo le abocó a la más cruel de las miserias pero, para eso tenía a su hermano, Joselito que, si ayudaba a cientos de personas, jamás dejó de lado al más grande de los Ortega.

Joselito, José Gómez Ortega, gracias a esta ucronía le permitió conocer a decenas de toreros que llegaron después mientras que, en sus tiempos, admiró a Ignacio Sánchez Mejías que, además de ser cuñados, Ignacio actuó varios años como banderillero de Joselito hasta que éste le dio la alternativa en Barcelona, teniendo a Juan Belmonte como testigo allá por el año 1919. Hasta lloró amargamente Joselito la muerte de Ignacio Sánchez Mejías aquel 13 de agosto de 1934 por la cornada que le había inferido un toro en Manzanares dos días antes. Como explico, Joselito vivió “gracias” a Domingo Delgado de la Cámara muchos años, los que en realidad deambuló por este mundo Juan Belmonte que, como se comprueba, Delgado lo “mató” mucho antes de que se quitara la vida en Gómez Cardeña, su finca sevillana.

Como digo, Joselito fue un grande en el toreo, digamos que, mientras quiso, el amo y señor de la torería pero, ucrónicamente, todavía le hemos gozado mucho más. Hemos gozado de tantísimos pasajes en la vida de Joselito que, de haber vivido seguro que así hubieran sucedido que, lo contado por el autor nos aporta datos a los que le damos una verosimilitud apasionada. Sin lugar a duda, si queremos emocionarnos con la historia del toreo, la que atañe al siglo pasado, este libro de Domingo Delgado de la Cámara es el blasón más bello con el que podemos emocionarnos si de toros queremos saber.