Tras todo lo que hemos podido saber respecto a la actuación de José Tomás el pasado domingo en Jaén, las conclusiones que sacamos son lamentables, lo que viene a demostrar que todo abuso de poder va en contra de la dignidad de las personas que, en este caso, pagaron fortunas por ver al ídolo en dicha ciudad, justamente en esos esperpentos que se inventa el genio para llevarse calentito a su casa lo que la mayoría de las figuras del toreo necesitan de veinte actuaciones.

Aunque José Tomás prohibiera toda clase de cámaras que registraran su indecente actuación, para su desdicha, todavía hubo personas sagaces que pudieron captar en video aquel lamentable espectáculo. Voluntad, sin duda, no le faltó. ¡Eso hubiera faltado, la falta de actitud! Pero él sabía los animalitos que había elegido que, para su desdicha, conspiraron en su contra para que no pudiera estallar la apoteosis que siempre se espera de dicho torero.

Como digo, abusar del poder que uno tiene siempre resulta lamentable de cara a los demás y, José Tomás es el ejemplo de lo que digo. Tras todo lo visto y sabido, cualquiera tiene derecho a pensar que lo de José Tomás, si de poder hablamos, es lo más parecido al gobierno de Sánchez que, como Tomás, hace lo que le viene en gana sin reparar en todos aquellos que no le votaron.

Es triste todo lo que decimos porque, dentro de todos los males, José Tomás, en el peor de los casos, desde que reapareció para hacer festejos raros en los que él era, sigue siendo, el auténtico protagonista, en ocasiones precedentes siempre cuidó, -si lidiar toros comerciales se le llama cuidar- la dignidad del toro. Todo se ha venido abajo con estrépito porque el diestro sabía de antemano que, en Jaén, como el cualquier plaza que visite, se agotará el papel, se pagarán fortunas en la reventa y, como quiera que no está sujeto a ninguna obligación y mucho menos presión, hace lo que le viene en gana, hasta el punto de llevar en la “furgoneta” un torito de Juan Pedro.

Ha quedado patente que, lo de este hombre nada tiene que ver con la fiesta de los toros en la que, por lógica, los toreros tienen que competir y, aun siendo figuras, tienen que dar la talla. José Tomás es la anarquía al más alto nivel pero, mala cosa es que vaya cosechando fracasos y decepciones, algo que con toda seguridad tampoco le importa para nada porque, insisto, en dos festejos que toreará este año arregla cincuenta venideros de su vida. Preocuparse, ¿para qué? Pensará el diestro pero, al paso que vamos la historia le recordará como un tipo extraño que supo granjearse la admiración de muchas gentes pero que, el grueso de la afición en los últimos años no ha podido verle para juzgarle.

La nueva cita tendrá lugar el siete de agosto en Alicante que, como sucediera en Jaén, ya no hay localidades para ver a este hombre y, afortunado el que tenga dos entradas para revenderlas que, sin duda, hace el “agosto” nunca mejor dicho. Y muchos lo harán porque, sabedores de lo que ha pasado en la capital andaluza, cualquiera, en calidad de aficionado, se atreve ir hasta Alicante a sabiendas de que, verán a un torero que pondrá todo de su parte, pero que su majestad el toro no aparecerá ni de broma. Digámoslo claro y alto, no hay fiesta sin el toro; José Tomás tendrá todo el relumbrón que Dios le ha dado pero, a su vez, debe de saber que le está haciendo mucho daño a la fiesta y, sin duda, a su propia dignidad de torero.

¿Qué esconde José Tomás para que no quiera que nadie le televise ni aparezca imagen alguna de sus actuaciones? El que teme, algo debe. Lo dicho, el diestro quiere que todo quede en una mera anécdota, que vean el esperpento los que han acudido a la plaza pero que, la inmensa mayoría de aficionados que podrían verle por televisión, todos nos quedaremos con las ganas de verle para juzgarle. No importa, se ha juzgado él solo, no ha tenido necesidad de que nadie le critique porque, su peor crítica es la que él ha llevado a cabo matando cuatro “becerrotes” indecentes.