La política, por regla general y con sus lógicas excepciones suele ser siempre un antro de corrupción. Pruebas las tenemos por doquier pero, centrándonos en el mundo que nos ocupa, los toros, el tema suele ser más sangrante si cabe todavía. Hace cuarenta años, ¿a quién podría ocurrírsele que, pasado el tiempo, los políticos harían uso de los toros en su beneficio o para destruirlos como suele hacer la izquierda malvada y radical.

Los políticos, del partido que fuere, ante todo deberían de haber aprendido a respetar una fiesta ancestral que nació para el pueblo, la sustentan los aficionados y, para colmo, dentro de la misma existe un mensaje subliminal de arte. Mi gozo en un pozo, diría el otro. Y es muy cierto. Pensemos que, dentro de la política hay gente tan malvada que, lo que ellos detestan hay que erradicarlo, ahí tenemos en caso de Cataluña que unos mal nacidos de la política se cargaron la fiesta por sus cojones. Y muchos lugares más de España y de todo el globo terráqueo en que, unos descerebrados, por no llamarles por su auténtico nombre, han destruido la fiesta taurina.

Que tantos hombres y mujeres que se dedican a la política, la mayoría porque son unos gandules e ineptos, en vez de olvidarse de la fiesta de los toros, la que no les compite para nada, la utilizan en él debe o en haber, según les convenga. Pero siempre, en la mayoría de las ocasiones, para denigrarla puesto que, los políticos de nueva ola, argumentan que se trata de una fiesta franquista; vamos, como el alcalde de Palma de Mallorca que, el muy ruin se puso a quitar nombres de las calles de la ciudad porque decía que eran reminiscencias franquistas y los nombres que estaba quitando eran héroes de la batalla de Trafalgar, vamos, contemporáneos de Franco. Y a esos estúpidos, cobardes, analfabetos y ruines, les pagamos fortunas para que en sus cabezas huecas digan que siguen gobernando para el pueblo.

Como miles de veces dije, de volver a la normalidad, una vez en la misma, tendremos que enfrentarnos a nuestros enemigos naturales que no son otros que nuestros dirigentes políticos. Miles de pruebas podríamos argumentar al respecto porque, la izquierda, por regla natural, solo piensa en destruir y, como dato curioso, cuando entró a regir el ayuntamiento de Madrid aquella anciana desquiciada, su primer logro –no tuvo otro- fue cerrar la escuela taurina Marcial Lalanda de Madrid. Y se quedó tan ancha. A eso, la aberrante izquierda, le llama progresismo.

Como sabemos, y no hace falta ser muy listo para adivinarlo, de ganar la izquierda en la comunidad de Madrid el próximo 4 de mayo, RIP para la fiesta pero, en todos los órdenes. Que sepamos, la derecha en Madrid siempre ha defendido la fiesta de los toros, tanto por parte de José Luis Almeida como alcalde, como la señora Díaz Ayuso en calidad de presidenta la que hemos visto muchas veces en los toros e incluso visitando a toreros heridos en el hospital, ahora como candidata a la presidencia madrileña porque se si se descuida un minuto, sociatas y ciudadanos le habían hecho una moción de censura para echarla a la puta calle. Y, como dice la ley, una moción de censura es un instrumento que se debe utilizar cuando los políticos han cometido un fraude que perjudique al colectivo pero, mientras tanto, hacer semejante felonía no es otra cosa que, por las bravas, quítate tú que ahí me pongo yo.

La izquierda, además que pensar en sus bolsillos, respecto a la fiesta de los toros debería de mirarse en el espejo maravilloso que tienen en Castilla La Mancha en que, su presidente, Emiliano García Page, ama y difunde la fiesta de los toros con toda la normalidad que siempre lo hicieron los políticos de antaño, caso Alfonso Guerra, José Luis Corcuera, Tierno Galvañ, Joaquín Leguina y otros muchos que, ante la fiesta, solo tenían respeto, que en realidad era lo que correspondía. Ahora, para que el caos sea todavía mayor, leemos una declaración de Rubén Amón en la que afirma que ningún madrileño debería de votar a la señora Ayuso. Madrid, por ser la comunidad que menos impuestos paga de España, solo por eso, toros al margen, debería de votar por unanimidad a Isabel Díaz Ayuso pero, como se comprueba, descerebrados los hay en la política y, hasta en el periodismo.