Los tiempos han cambiado de forma vertiginosa puesto que, por ejemplo, en el momento actual, ser comunista es ser sinónimo de destrucción en todos los órdenes mientras que, antaño, ser comunista era una condición del individuo, pero que no le restaba méritos a nada ni a nadie, caso del gran Rafael Alberti que, comunista declarado y confeso, amaba la fiesta de los toros como el primer español que se preciare.

¿Será que los tarugos que ahora ejercen de comunistas no han leído la historia de dicho partido? Seguro que sí. En realidad, como la historia nos ha contado, a principios del siglo pasado, por ejemplo, hombres declarados de izquierda eran el prototipo de las más grandes personas que uno pudiera encontrar, Rafael Alberti era un ejemplo de lo que digo.

Rafael Alberti amaba la fiesta de los toros como la práctica totalidad de los sus coetáneos y, el que no la amaba la respetaba que, en definitiva, es un valor incuestionable. Ahora todo ha cambiado y los muy ineptos de la izquierda tildan a la fiesta como un suceso franquista y, como el mundo sabe, cuando Cúchares lidiaba toros no había nacido ni Franco ni sus progenitores. Claro que, antiguamente, si algo caracterizaba a la izquierda era su intelectualidad; es decir, los grandes hombres de letras o de cualquier otra arte que se preciare, eran gentes admirables porque la cultura era el bastión donde se aferraban y, los toros, como ellos mismos confesaron, eran una parte importantísima de la cultura de España.

Aquellos genios de la generación del veintisiete podían darnos lecciones de toda índole a los descerebrados que ahora presumen de cultos. ¿Cómo se puede presumir de culto si se odia un arte tan bello y ancestral como es el arte taurino? Esos no son cultos, son progres de última hornada que no saben ni de cultura, ni de toros ni de nada. Por esta razón, recordar ahora a Rafael Alberti es toda una evocación hacia un hombre que, del arte hizo un modo de vida puesto que, tanto poéticamente como pintor de lienzos admirables, Alberti fraguó una personalidad arrolladora que le caracterizó allí por donde viajó por el mundo, dígase Paris, Buenos Aires, Roma, etc.

Y todo eso sucedió porque el arte es universal y, por ejemplo, estando Rafael Alberti en su exilio argentino, en la capital porteña daba muchas charlas de toros a sus amigos bonaerenses, hasta el punto de que Jorge Luis Borges y Pablo Neruda quedaban embelesados con las historias que el artista del Puerto de Santa María les contaba a sus homónimos de aquellas latitudes. Como se evidencia, las ideas de Rafael Alberti tenían mucho que ver con el comunismo, algo que nunca renunció, pero por encima de todo estaba su pasión por el arte taurino, motivo que le inspiró para cientos de sus lienzos que, todos, sin parangón, tenían como denominador común el mundo de los toros.

Alberti demostró que se puede ser comunista y, lógico a la vez. Algo así hizo y demostró un hombre de izquierdas, agnóstico, pero de un sentido común apabullante, caso de Pepe Mujica que llegó al poder en Uruguay encontrándose con un veinticinco por ciento de parados y, tras su mandato único, cuando se marchó, dejó un cinco por ciento de parados. Una labor ejemplar, única en el mundo, bella como ninguna y, en cierta ocasión, tras ser preguntado por semejante milagro y considerársele como era un hombre de izquierdas, Mujica respondió lo siguiente: “Y soy un hombre de izquierdas y procuro comportarme como tal pero, al margen de la ideología, hay que utilizar el cerebro y, aferrado a la lógica, haciendo lo que creía que demandaba el país, logré lo que me propuse que, en realidad, me quedaron muchas cosas por hacer pero, lo primordial, el trabajo para las gentes, creo que puse los mecanismos adecuados para que se produjera el milagro del que ustedes hablan. Si no se potencia a las empresas, la ruina y la desolación están servidas. Soy de izquierdas repito, pero estaba en juego el pan de mi país y, lo que creo que hice no fue otra cosa que predicar con el ejemplo, para lograr lo que era mi sueño, un Uruguay mejor, algo que modestamente creo que conseguí.”

Palabras mágicas las del irrepetible Pepe Mújica que, de haber nacido en España, con toda seguridad defendería la fiesta de los toros porque él sabe que dicha fiesta es puro progreso para el país, el nuestro y en cualquier lugar del mundo donde se celebre. Por dicha razón, Rafael Alberti, tan de izquierdas como el que más, sabia del gran valor que tenía la fiesta de los toros, la que amó, la que defendió y la que divulgó por todos los rincones del mundo por donde pasó.