A cualquiera se le desgarran las entrañas al pensar que, el pasado año, doce hombres ilusionados tomaban la alternativa; la desilusión no viene porque ellos se hayan doctorado, más bien por saber el futuro que les espera. Doce hombres, lo cual viene a demostrar que son doce carreras de esfuerzo, de lucha sin cuartel, de inversiones inútiles que no habrán servido para nada con muchos cadáveres económicos en el camino y, llegado el momento, cuando las ilusiones están a flor de piel por aquello del doctorado como una puerta abierta a la esperanza, de repente, dicha puerta se cierra para no abrirse nunca más.

Es verdad que, algunos de los chavales que se doctoraron tomaron su alternativa por tomar algo “caliente” porque, como ellos mismos saben, Dios no les ha llamado por ese camino por mucho que se empeñen en lo contrario. A eso se le llama el colmo de la frivolidad porque un torero, si de verdad pretende serlo, tiene que analizarse, saber de sus condiciones y si no son las óptimas no se debe de molestar a nadie, por mucho mariconeo que haya en el asunto y, por encima de todo no debe de engañarse a sí mismo. Recordemos que, muchos toreros, siendo un fuera de serie se quedan sentados en sus casas, por tanto y siendo así, imaginemos el futuro de los que carecen de lo más elemental para triunfar como toreros.

Lo dicho es cierto pero, pongamos como ejemplo que todos los chicos mencionados tuvieran la calidad de Morante, tampoco torearían porque no hay espacio ni tiempo para ellos. Al parecer, por lo que veo, de entre todos los aspirantes a la gloria que lucieron  la borla como doctores en tauromaquia, a lo sumo, a Tomás Rufo veo que le están abriendo un poco las puertas pero, cuidado, que puede ser que todo sea un espejismo; lo que está clarísimo es que, si ponen a Rufo otro tiene que caer, digamos que, el dilema es el de siempre, por tanto, insalvable.

Nos encontramos con el problema de siempre porque, amigos, para ser torero, al menos de los reconocidos, tiene que suceder el milagro imposible porque dentro de la lógica no cabe esta cuestión. Si toreros de enorme relevancia como pueda ser el caso de Curro Díaz los han dejado tirados como una colilla, no quiero imaginarme el futuro del resto de los matadores de toros que, como dato curioso, el pasado año, de los que torearon contabilizamos la suma de CIENTO TREINTA Y CUATRO toreros que, unos más y otros menos –casi todos menos, y algunos casi nada- hicieron el paseíllo.

Sin lugar a dudas, estos hombres son dignos de admiración porque, sabedores de la imposibilidad de llegar a la cima, todos siguen empeñados a la espera del milagro que, cierto es, de vez en cuando sucede pero, cuidado, hay que esperar veinte años, es el caso de Diego Urdiales y Emilio de Justo y, para ello, hay que tener riñones, paciencia, torería, arte, soportar todo tipo de adversidades que, como los diestros citados, eso lo han hecho muchos y tampoco les ha servido para nada.

Alguien podrá pensar que esta es una crítica exacerbada hacia estos hombres que, llenos de pasión, ganas, esperanza, delirio y deseos les quiero truncar sus ilusiones de grandeza; nada de eso. Lo único que pretendo es plasmar la dura realidad en una profesión dificilísima en la que, como siempre dije, si se me apura, el valor menos importante para ser torero es saber torear. Lo digo porque, por ahí tenemos a vulgares pegadores de pases que, hábiles en los despachos han sabido granjearse las simpatías de los empresarios y siguen toreando todos los días.

Y si alguien duda de mis palabras que le pregunten a Paco Ureña que, harto de triunfar en todas las plazas, en principio hasta dijo que se retiraba, luego se arrepintió pero, más de lo mismo, no le han hecho ni puto caso. Y, cuidado, palmarés tan exitoso como el del diestro de Lorca no los tenemos por todas las esquinas.

Y, lo más sangrante de la cuestión es que, en estos momentos hay varios chavales dispuestos para la alternativa, algo que se han ganado con sus éxitos novilleriles, que han demostrado mucha capacidad y talento en la profesión que han elegido, y si el año pasado los doce que se doctoraron todos quedan en el paro. ¿Cuál será el futuro de estos chicos esperanzados?

En la imagen tenemos un ejemplo revelador con la alternativa de Francisco de Manuel, triunfó por lo grande en fecha tan emblemática para él en que, como podemos ver, Morante le doctoraba en Colmenar Viejo. ¿Le conoce alguien? ¡Maldita realidad que azota a los humildes!