Si dentro de un gran torero, como pueda ser el caso de Diego Urdiales, nos encontramos con una persona de su categoría humana, todos los elogios para el riojano serán muy pocos para ensalzar su figura que, insisto, si como torero es excepcional, como ser humano cuantificar su valía es tarea imposible.

Lo digo porque en el día ayer, a través de la revista Aplausos, la que dirige nuestro admirado José Luis Benlloch, pudimos saber del gesto que le honra al diestro arnedano, el que acudió a la casa de su admiradora más ferviente para mostrarle su gratitud y entregarle un ramo de flores, la señora Felisa que reza por él todas las tardes en que Diego Urdiales se juega la vida.

Lo que parece lo más sencillo y natural del mundo, tratándose de un torero alcanza rangos épicos porque de todos es sabido que, los toreros, de forma genérica no agradecen nada de aquello que son favorecidos –algo que no esperamos nadie- pero, por el contrario, si algo nos les gusta reclaman con más ahínco que Hacienda cuando se le adeuda un trimestre del IVA. Cosas del toreo, como diría Pedro Mari Azofra que, de lo que he contado sabe más que nadie.

Desde siempre, las gentes cercanas a Diego Urdiales, todos, sin distinción, me han hablado maravillas del diestro en calidad de ser humano, algo que siempre me ha conmovido. Entre otros galardones, si de persona humana hablamos, ahí está la entrega total de Diego Urdiales a los chavales de su pueblo a los que entrega su tiempo, dedicación y talento para ayudarles.

El hecho de que Diego Urdiales se desplazara hasta Autol, la localidad donde vive la señora Felisa, la que luce con frescura y salud sus 105 años que cumplía en este día, ese detalle no le va a reportar más contratos como es natural y lógico; de igual modo, por ese gesto, tampoco es que Urdiales haya opositado para el Cielo cuando Dios lo disponga, pero sí dice mucho a su favor, algo que los aficionados nos alegramos con desmedido frenesí. Y, lo que es mejor, seguro estoy que el diestro riojano, para los que sabemos de su personalidad, hasta me atrevería a decir que posiblemente no le haya gustado nada que su gesto humanitario se haya difundido. No es Urdiales un diestro de alharacas para que se sepa de su vida privada, todo lo contrario, de ahí el gran mérito que entendemos que atesora.

Nosotros, de nuestra parte, podremos hacerle crónicas más o menos bellas, todas veraces, pero serán los aficionados, incluso el propio diestro los que decidirán si lo que hemos escrito se ajusta a la realidad. Digamos que, si hablamos de este diestro o de cualquiera tras una actuación en los ruedos, mérito no tenemos ninguno pero que, la señora Felisa, con ciento cinco años, desde su casa, sea capaz de rezar por él cada tarde en que se juega la vida, ese gesto es el más bello del mundo.

Digo que es algo muy digno de elogiar y, sin duda de aplaudir porque en los tiempos que vivimos, donde el ateísmo es el caldo de cultivo de la sociedad en que vivimos, que una señora, asida a su fe, sea capaz de trasmitir sus sentimientos hacia un ser humano en función de sus oraciones, no nos queda otra opción que decirle, que Dios la siga bendiciendo, tanto a ella como al receptor de esas oraciones que, sin duda, siempre alegran el alma de tan singular diestro.

Es reconfortante, aleccionador que todavía existan personas como la señora Felisa que basen su vida y existencia mediante la oración, algo que no hace daño a nadie y que por otro lado tanto reconforta al ser humano; el que no lo haya probado, que lo intente porque la oración siempre es un modo de encontrar la paz.

En las imágenes, Diego Urdiales junto a la señora Felisa, dos instantáneas del Autol, el pueblo de la señora citada y, como no podía ser de otro modo, dos monumentos al arte de torear protagonizados por el gran Diego Urdiales.