¿Se puede entender que un torero, con más de veinte años de alternativa sea novedad en el noventa por ciento de las plazas de toros de España y Francia? Suena como extraño, ¿verdad? Lo digo porque un torero, con más de veinte años de alternativa o ha pisado todas las plazas o está retirado y, fijémonos en el caso que voy a exponer ahora que, sin duda, es lo más raro del mundo.

Claro que, esa rareza de la que hablo, para fortuna nuestra, se ha tornado todo un caudal de torería que nos inunda en todas aquellas plazas en que se está presentando este año que, para dichas aficiones, además de novedad, para todos ellos supone una sorpresa mayúscula cuando comprueba la calidad de su toreo. O sea que, son miles de aficionados los que llevan acudiendo de forma asidua a la plazas y, por culpa de la negligente acción de unos empresarios absurdos, cuando Diego Urdiales llega a una plaza, como pudiera ser en el pasado sábado a Gijón, todos quedan conmovidos ante tan singular artista que, no es que se presente que, sin duda es una realidad, lo grandioso es que llega y triunfa por el camino de arte dejando boquiabiertos a los aficionados, algo que ha ocurrido en todas las plazas que se ha presentado. ¡Vivir para ver!

El mundo de los toros suele tener muchos caprichos, la mayoría de una absurdez que asusta porque, por ejemplo, un torero contemporáneo de Diego Urdiales, como pudiera ser Rivera Ordóñez, le dieron cancha en todas las plazas del mundo y, el tal Paquirri, como torero, no tiene atributos ni para ser mozo de espadas de Diego Urdiales pero, como vimos, les cayó bien a los empresarios por aquello de la fama mediática que el diestro era portador y, miel sobre hojuelas.

Siempre dije que los toreros llegan hasta donde los demás quieran. Como vemos, mientras durante tantos años les dieron cancha a toreros insípidos, nadie sabe las razones, postergaron a Urdiales para que, a lo sumo, toreara una corrida al año en su pueblo. Claro que, aplicando la sabiduría popular al respecto de este torero, conformémonos con aquello de, más vale tarde que nunca y, ha sido ahora cuando ha llegado el momento. Pese a todo, al tratarse de un torero tan exquisito como el riojano, uno siente pena, asco por el sistema porque, ¿qué ocurre que por fin Urdiales, tras tantos años ha aprendido a torear ahora? Seamos serios y comprendamos la verdad de la vida, en este caso el capricho de muchos empresarios que, desde siempre preferían el oropel antes que el oro, ¿sería por aquello del precio? Quizás sí.

Madrid, Bilbao, Logroño y pocas plazas más saben de lo que hablo porque, justamente en dichos recintos, pese al ostracismo al que se sometía año tras año, Diego Urdiales jamás desfalleció y, lo que es mejor, era sabedor de sus virtudes, de su torería excelsa, de su capacidad como artista y, con humildad, asimiló el papel que la vida le entregaba; papel duro, durísimo pero que, aquello o nada. Cierto es que, las plazas a las que he aludido eran como balones de oxígeno para que el diestro no claudicara porque, sus éxitos en los citados coliseos le amparaban y, año tras año le emitían el certificado que decía, “Diego, tú vales, sigue por ese camino que al final conseguirás tu meta”

Y tuvo que llegar aquella feria de otoño del 2018 en que, de una vez por todas, Diego Urdiales rompió todos los esquemas habidos y por haber y, de una santa vez, Madrid se rindió a sus pies. Un triunfo de auténtica apoteosis en una tarde que, a priori, por lo que era el cartel, parecía una corrida para desesperados y, de una santa vez, como vengo contando, Las Ventas se rindió ante un torero sublime que, varios años después, en los mentideros de Madrid se sigue hablando de dicha obra cumbre.

No toreó lo que debiera en el año 2019 pero, ya tenía reafirmada su condición de artista y, ese sello nadie se lo podía arrebatar. Todo estaba previsto para que su año grande fuera el siguiente, 2020 pero, el hombre y  sus circunstancias que, las nuestras, las de todo el mundo giraron en torno a la maldita pandemia que nos dejó asolados a todos y, los toros no escaparon de dicho maleficio.

Sin embargo, ha tenido que ser este año lleno de restricciones en que, de una santa vez, Diego Urdiales se está presentando en muchas plazas que, además de la novedad de la que hablo, está consiguiendo triunfos de clamor porque, la verdad sea dicha, no puede ser de otro modo a poco que le embista un toro para enjaretarle veinte pases que, como diría Antoñete,  bastan y sobran si los mismos han estado revestidos de torería y calidad. Su arte, para su fortuna, incluso está ridiculizando a muchos de sus compañeros que, nadie creía a estas alturas de su vida, que un torero de condición “humilde” fuera tan grande como artista. A las pruebas me remito ante lo que han sido sus magnas faenas en lo que llevamos de temporada y, para su suerte, lo que le queda, que todo se presagia como bello y hermoso.