Fijémonos como está montado el sistema taurino que, tras más de dos décadas como matador de toros, el día de San Pedro, hacía su presentación en Burgos el diestro riojano. Es curioso, por no decir cruel, que un diestro veterano como Urdiales, sea novedad en tantísimas plazas; para muchos, insisto, es un auténtico descubrimiento que los aficionados lo festejan con desmedido alborozo. Es el caso de un amigo querido, Paco Santillana, burgalés y aficionado que me resumía de este modo la actuación de Urdiales en dicha plaza.

“Recuerda que Diego Urdiales ha dado un auténtica sinfonía de toreo en Burgos y, te resumo diciéndote que los naturales más bellos que se han dado en este coso en los últimos cincuenta años, han sido obra de Diego Urdiales que, como ha ocurrido tantísimas veces en otras plazas que hemos tenido la fortuna de admirarle, nos ha conmovido por completo”

Uno, en calidad de aficionado se siente recompensado con las palabras de este amigo puesto que, si alguien ha apostado por completo ante este diestro singular he sido yo; como han hecho otros, nada es más cierto. Pero llevo a gala haberme jugado el “pellejo” con este artista tan completo que, si no hubiera tenido la paciencia franciscana que tiene, unido a su inquebrantable arte, yo podía haber quedado en ridículo, pero no ha sido el caso.

Vamos a ver, ¿qué entendemos como una figura del toreo? Os aseguro que la definición, en muchos casos, no tiene nada que ver con el torero al que veneran. Es verdad que, cada cual tiene su forma de entender la profesión pero, recordémoslo para siempre, una figura del toreo es aquel que con su arte es capaz de emocionar y conmover, nada que ver con los que, a base de valor, correr por la plaza, se atascan, buscan arrimones ante el toro moribundo y, amén de otras definiciones que, el único logro es ridiculizarse ante si mimos. El único calificativo que puede dársele a un diestro si de figuras hablamos, dicho denominador tiene que ir sustentado por el arte, por el gusto, por la calidad, por el bien hacer y mejor sentir, es decir, Digo Urdiales es el prototipo de un gran maestro como lo fuera en su día Antoñete.

Para suerte de Diego Urdiales, como digo, ésta no ha sido otra que su paciencia infinita, su convicción ante su valía, su fe desmedida en que, dentro de su menudo cuerpo cohabitaba un torero excelso que, pasados los años lo ha comprobado todo el mundo. Verdad es que, tras su apoteosis en Madrid en el año 2018 podía haber toreado mucho más pero, ¿en qué tipo de festejos? No, en esas corridas pueblerinas donde no hay categoría artista y, sin duda, ni dinero, ahí no hay que acudir. Celebro que, bajo la dirección e Luis Miguel Villalpando, el otrora gran torero de plata, guíe a su pupilo por los senderos donde pueda haber una recompensa adecuada a su arte inmaculado.

Qué, por otro lado, seguro estoy que no es una cuestión meramente crematística en aquello de torear más o menos; es todo un argumento de dignidad y, sin duda, de buscar aquellos senderos que puedan conducir a Digo Urdiales a la gloria soñada como ha ocurrido tantísimas veces en su existencia. En Burgos ha sido la cosa puesto que, como Santillana nos comentara, hasta San Pedro se puso gozoso cuando contemplaba aquellos naturales de irreprochable belleza con los que perfumó Urdiales el ruedo burgalés.

El taurinismo ha reconocido su error y lo quieren enmendar como le ha pasado a Alberto García que, como empresario de Burgos, podía haber echado mano de su poderdante, El Cordobés, que en honor a la verdad, Burgos era su plaza talismán y, García ha preferido dejar en la banqueta al zaparrastroso torero para que, en la sustitución de Ponce, en dicho ruedo hubiera un artista que no era cuestión baladí. Barruntamos, porque así nos lo dice el corazón que, a sabiendas de la novedad que Diego Urdiales representa en tantísimas plazas de España y Francia, los taurinos, convictos y confesos ante sus acciones, no dudarán en ponerlo en sus carteles, toda una garantía de éxito por el bien de la fiesta y, ante todo, por todos aquellos que seguimos amando y defendiendo el arte.

Fijémonos en los tintes criminales que se dan cita en las organizaciones taurinas que, tras más de veinte años como matador de alternativa, Diego Urdiales sigue siendo la máxima novedad en la mayoría de las plazas. ¿Lo podría explicar alguien? ¡Es inexplicable! Es cierto que, el tiempo le ha dado la razón a Urdiales, merecía la pena esperar, sufrir, desesperarse en muchas ocasiones pero, poco a poco, su torería y su arte están teniendo el premio correspondiente; un premio que debería de haber llegado mucho antes pero, ya sabemos, más vale tarde que nunca.

De nuestra parte, como es lógico, nos enorgullece que el diestro nos haya dado la razón porque tras más de veinte años defendiéndole, de igual modo, el tiempo ha certificado que teníamos razón. Cualquier artista, en la actividad que desarrolle, si el sistema no quiere se puede morir de hambre, situación en la que se vio Urdiales en muchas ocasiones pero cuando se es artista, si no se tiene fe tampoco sirve para nada. Y cuidado que no me malinterprete nadie porque, fe la tienen muchos, pero previo a dicha creencia hay que ser artista, porque dejarlo todo en manos de Dios es una quimera inalcanzable si uno no está rociado por la varita mágica del arte. Queda claro que la fe y el arte han salvado a Diego Urdiales de la hoguera de la desesperación en que muchas veces andaba sumido. Y nosotros lo celebramos con desmedido orgullo. ¡Gracias, torero!