Villanueva del Arzobispo. Seis toros de Victorino Martín para Morante, El Juli y Manzanares…por Dios, ¿en qué estaría yo pensando? Claro que, como los diestros aludidos se apuntan siempre a los toros de Galapagar es normal que nos confundamos. En realidad hicieron el despeje de cuadrillas Curro Díaz, Rubén Pinar y Alberto Lamelas, dos valientes y un artista que, en realidad, demostró ser tan valiente como ellos.

Corrida variadísima, de juego complicado pero que, ese quinto toro quiso dejar el pabellón de Victorino en lo más alto, hasta el punto del indulto que yo no hubiera concedido. Pero nadie le negará los méritos que tuvo dicho toro que, emocionó a presentes y ausentes; se trata de ese tipo de toros que anhelan todos los ganaderos y, como el citado, Victorino ha lidiado muchos. Hay que felicitar al ganadero, no por ese toro que resultó bravísimo, pero sí por el conjunto de la corrida que, con estos Albaserradas no se aburre nadie y, lo que es mejor, la emoción la tenemos servida. Sin duda alguna que, con este tipo de toros son los que pueden salvar la fiesta; los burros adormilados que matan las figuras, están matando la fiesta que, difícilmente resucitará con ese tipo de toros moribumbos. Claro que, dichos ganaderos, sin pretenderlo, han ensalzado a Victorino Martín al más alto pedestal.

Curro Díaz pechó con un lote complicadísimo; toros encastados, tobilleros, de los que no regalan ni los buenos días, salvo la emoción que producen sus embestidas que, desde lejos se contempla que un torero se está jugando la vida. Con su primero, Curro Díaz le arrancó varias series de naturales que, sin que el toro le dejara poner sentimiento, puso corazón a manos llenas, todo ello por querer impartir lecciones de torería de la cara, de la que atesora este fantástico torero que, de haberle tocado el toro indultado, se había encumbrado para siempre. Pero la suerte no es para el que la busca, pero sí para el que la encuentra que, en este caso le tocó a Rubén PInar. Curro le recetó una media lagartijera en que cayó rodado el toro y le concedieron una oreja de peso, no sin antes haberse llevado una cogida dramática de la que, una vez más, salió ileso, lo que nos hizo respirar tranquilos a los aficionados. En su segundo, de idénticas característica que el anterior, ocurrió todo lo contrario, tuvo que basar su faena por el pitón derecho puesto que, por el izquierdo, la única vez que lo intentó se le coló de mala manera. Era un toro para exponer, para jugarse la vida, algo que hizo Curro Díaz con una decisión admirable sobreponiéndose a las circunstancias.  Una fuerte ovación se llevó el diestro como premio a la estocada y, sin duda, a la forma tan admirable que tuvo de jugarse la vida.

Rubén Pinar lidió a su primero que tenía cierta movilidad pero lo hizo con una decisión admirable; mucho mérito el del diestro de Albacete que, como sus compañeros se  jugó la vida sin cuento. No acertó a la primera y perdió la oreja que tenia ganada a ley. En su segundo, el premio gordo de la corrida, le cayó en sus manos ese toro de Victorino que borra lo habido y por haber parte de cientos de ganaderos que no saben lo que es la auténtica bravura, rociada de una emoción sin límites. Con el capote el toro ya cantó sus valores y, con la muleta Rubén  estuvo a la altura del toro de tan exigente oponente; no es un torero de pellizco que, de haberlo sido, con dicho enemigo se hubiera consagrado para siempre. El toro era una máquina de embestir con esa nobleza del toro bueno de Victorino que, en realidad, asusta tanta bravura. Firme, entregado, valiente a carta cabal estuvo el chaval que jamás le saldrá otro toro como el citado, como decía, yo no hubiera pedido el indulto pero, la mayoría así lo quiso y de tal forma se concedió. Como fuere, me quedo con ese torrente de bravura que, de igual modo hubiera emocionado en Madrid porque la corrida, era apta para Madrid o cualquier plaza del mundo. Felicidades para el albaceteño que, una vez más ha demostrado que quiere ser torero con todas las limitaciones que este chico tiene, aunque, para sus adentros, sabe que le tocó el toro más importante de su vida y dudo mucho que le salga otro igual.

Otros dos toros de Victorino Martín cayeron en las manos de ALberto Lamelas que, ambos le pidieron la acreditación como matador de toros, a lo que Alberto respondió con galanura heroica. Más de un año sin torear y nada se le noto; lo que si se le notó fueron las ganas tremendas por ser torero por la gallarda forma en que jugó la vida en sus enemigos que, muy parejos en todo, le pusieron en serios aprietos que el torero resolvió con autoridad y maestría. Es hermoso, caso de Lamelas y de sus compañeros como comprobamos los aficionados que tres hombres se estaban jugando lo más preciado que tienen, su vida, algo que palpó todo el mundo y, sin triunfalismos baratos, Lamelas cortó una oreja de cada toro porque, en realidad, sus dos estoconazos valian el premio concedido. Admirable este hombre que, cada vez que deja su trabajo como taxista en capaz de emocionar como torero. Ovación sin límites de nuestra parte para un hombre tan honrado y cabal.

Pla Ventura

En la imagen, Rubén Pinar, triunfador numérico ante la corrida de Victorino Martin