Un respeto desmesurado merece la carrera artística de Mari Paz Vega en calidad de matadora de toros puesto que, el próximo 29 del mes en curso se cumplirán cinco lustros desde que Cristina Sánchez le doctorara en la plaza de toros de Cáceres, un hecho histórico porque hasta esa fecha ninguna mujer había ejercido como madrina de alternativa de otra señorita.

No podemos olvidar dicha efemérides ante una persona como Mari Paz Vega que, sabedora de que en España no se le abría puerta alguna tuvo el valor, las agallas, la decisión de marcharse hacia México, el país donde forjó  su carrera y la que expandió por todo el continente hispanoamericano puesto que, además de México, Perú, Venezuela, Colombia y Ecuador fueron testigos de sus éxitos.

Sin duda alguna, México ha sido su feudo natural y si no me equivoco, todavía sigue aferrada a dicho país que, como se comprobó, le dieron cobijo desde que llegó, no sin hacer un esfuerzo titánico pero que, al final, ha tenido su recompensa puesto que si un día confirmara su alternativa en Madrid, fue precisamente en México cuando El Pana le ratificó su doctorado español al tiempo que, no debemos de olvidar jamás que Mari Paz Vega fue la primera mujer en el mundo en salir a hombros del coso de Insurgentes, todo un logro que venía a confirmar sus grandes éxitos en todos los estados aztecas.

Por todo lo logrado por esta señorita por los ruedos del mundo, pese a que tuvo la desdicha de no ser profeta en su tierra, Hispanoamérica sabe de ella mejor que nadie. Ahora, cuando cumple esos veinticinco años de doctorado, cuestión que no es baladí, es por ello que le brindamos el toro de nuestras ilusiones a modo de letras, aferrándonos a su persona para reconocer de forma pública el gran tesón que dicha mujer ha demostrado en la vida y de forma muy concreta en el dificilísimo mundo de los toros.

Los méritos contraídos en el mundo de la tauromaquia deben ser cantados a los cuatro vientos y, en el caso de Mari Paz Vega no cabe excepción alguna puesto que, pese a su condición de mujer ha luchado tanto o más que cualquier hombre que se viste de torero; no es fácil la profesión para nadie pero, como digo, si se trata de una mujer, las dificultades se multiplican por mil, todo un meritaje que debemos de atribuirle a su bello ser.

He conversado con esta dama en alguna que otra ocasión y siempre he quedado rendido a sus pies. Lo digo en el sentido de que, mientras cualquiera es capaz de quejarse y de maldecir su suerte, Mari Paz Vega siempre ha visto la vida con esa alegría que le desborda y, lo que es mejor, lo que otros ven problemas, para ella era un mundo de soluciones. Queda claro que, tras lo contado, ante esta mujer nos hallamos junto a una persona sensacional capaz de afrontar cualquier reto que se cruce en su carrera.

Barrunto que sigue en activo porque, en definitiva, es incombustible; no se agota, no se cansa y si de algo puede presumir es de haber luchado como nadie en el mundo o, si se prefiere, como el primero que haya consagrado su vida hacia el mundo de los toros. Sabiendo de sus sentimientos, convencido estoy de que, cinco lustros, apenas son nada para ella porque llena de convicciones es capaz de remover Roma con Santiago para seguir logrando nuevos proyectos en su tauromaquia.

No queda otra opción que aplaudir a Mari Paz Vega, admirarla por todo lo que ha hecho y, sin duda, por lo que le queda por hacer que, como se demuestra, para ella pueden quedar sorpresas mayúsculas que nadie pudiéramos imaginar. Muy orgullosa debe de sentirse esta admirable dama que, como sabemos, podía haber encaminado su vida por otros derroteros menos escabrosos pero, su amor al toreo, su convencimiento ante su valía para demostrar que está capacitada para competir con los hombres es un hecho constatado. Cinco lustros como matadora de toros dan la prueba de todo lo que hemos contado.