Ayer, lunes 18 de mayo, Manuela López Escobar, directora de eventos de la Finca Feligrés, recibió una llamada de lo más escabrosa, no por el trato, sino por el objetivo.  Una empresa dedicada a las locaciones para cine y televisión tiene como objetivo encontrar una plaza de toros para un rodaje de una filmografía en Netflix.

Hasta el momento, todo es correcto, incluso interesante, tal vez una oportunidad única para dar más publicidad a la finca. Aunque nuestra protagonista, no se dejó seducir por los focos y las luces del cine, en su nueva versión. Las preguntas empezaron a circular, para interesarse un poco más por los detalles de dicho evento;  el responsable de localización empezó a contestar algunas de las preguntas  y dudas, por ejemplo: solo será un día de rodaje, será en julio, está muy bien pagado, podríamos pintar el ruedo… etc.

Ante tal avalancha de preguntas, Manuela, empieza a poner orden en su cabeza, y se va a la cuestión principal, ¿Cuál es el fin de dicha filmación? ¿En qué contesto se va a filmar? En definitiva ¿De qué trata todo? El gato estaba encerrado; porque lo que estaba claro, es que había gato encerrado en todo este asunto; pero no tardó en aparecer de la forma más detestable. El fin de la aludida filmación era antitaurino. Es decir, que tienen la desfachatez de pedir una plaza de toros, aunque sea de una finca, profanarla, para dar un mensaje en contra a la tauromaquia.

Mucho han crecido las alas de los antitaurinos si creen, que vamos a vendernos como hacen ellos. Una panda de sinvergüenzas, asalariados, sin ética ni moral, que solo protestan porque están subvencionados. Todo lo que huele a tradición lo quieren erradicar, sin pensar en las consecuencias.

Probablemente los animalistas no cejaran en su empeño y seguirán buscando una plaza, para sus aciagos propósitos. Lo único que quieren es acabar con nosotros, el dinero es lo que les mueve. Tener cuidado, todos, porque seguirán llamando a las puertas.

Por Juanje Herrero