Tras semanas de rumores y de incertidumbre, por fin se hizo pública la noticia: el novillero con picadores Francisco Montero se encerrará en solitario con seis novillos, ni más ni menos que en la plaza de Ceret. Cuna del «torismo» en el país galo. Cualquier encerrona tiene su mérito, de eso no hay duda. Y no seré yo quien reste importancia a otros acontecimientos vistos hasta el momento. Pero la raza y las ganas de ser torero que muestra cada vez que pisa el albero el novillero Francisco Montero están a la altura de muy pocos. Diría que de privilegiados, pero lo de este joven espada no es privilegio, es pura entrega por su profesión y por el toro. Sea una plaza de primera, o una capea en un pueblo perdido por el mapa de España. Y en ambos sitios, la actitud que tiene a la hora de enfrentarse con el animal es la misma: irreprochable y admirable.

Decía que Francisco Montero tiene algo distinto a lo que solemos ver habitualmente en el escalafón novilleril. Y no hay que irse muy lejos para entender el porqué de esta afirmación. Les remito al cartel de su encerrona en Ceret: novillos de Saltillo, Concha y Sierra, Barcial, Dolores Aguirre, Yonnet y Los Maños. Seis hierros distintos, seis hierros que a más de uno le quitaría el sueño con solo escuchar su nombre. Y por eso, precisamente por eso, la afición ha puesto el foco de su ilusión en toreros como Francisco Montero. Que más que ir por un camino «más fácil», prefieren que el toro sea quien marque su destino. Los novilleros también podrían sumar gente a sus «carros», y estoy seguro de que no me equivocaré si digo que este festejo será una muestra de ello. A veces, la técnica no es suficiente. Hay momentos en los que también hay que saber entender las circunstancias y marcar la diferencia con los que te rodean. Son compañeros, sí, pero a su vez rivales y competencia directa en el circuito. No estamos para tonterías. Así que señor Montero, más como usted.