LA ETAPA PRIMITIVA: LA LIDIA GRAVITA SOBRE EL TOREO DE CAPA

Las corridas de toros se van forjando poco a poco como espectáculo hasta adquirir entidad propia, por lo que señalar quienes fueron propiamente los primeros toreros de a pie es realmente imposible y de hecho, aunque los primeros matadores surgen en el último tercio del siglo XVII, no se tienen referencia de ninguno de ellos hasta el siglo XVII 1. El interés cada vez mayor que suscitan estos festejos, hace que quede constancia documental de su celebración y, obviamente, del nombre de los actuantes. Gracias a ello, se ha podido es tablecer la nómina de toreros que han actuado a lo largo de este siglo y que asciende a 73 espadas: 24 de Cádiz, 20 de Sevilla, 7 de Ronda y 22 del resto de España 6 • De muchos de ellos apenas hay referencias en algún cartel o documento y no puede saberse si se trata de primeros espadas o sólo medios espadas que es como se llamaba en la época a los banderilleros a los que su maestro empezaba a promover.

El primer matador con cierta fama del que se tienen noticias es Francisco Romero, nacido en Ronda -Málaga-, en los primeros años del siglo XVIII, y fundador de una importante dinastía. Hay quien le atribuye la invención, a la hora de matar, de la suerte de recibir, aunque según otros esta suerte es anterior a Romero, si bien él la perfeccionó y practicó con asiduidad, apartándose así de la vieja costumbre, iniciada a principios del siglo XV, de matar los toros utilizando verduguillos con hoja de doble filo y entrando a traición, después de haber empleado los ferreruelos, que eran capas cortas con las que s e tapaba la cara a las reses . Como ya se indica en la Cartilla de Torear de Osuna, p ara realizar la suerte de recibir se usaba la muleta -lienzo blanco con que se da la estocada de ley-.

Otros grandes toreros de la primera mitad del siglo XVIII son: Lorenzo Martínez Lorencillo, natural de Cádiz y al que se considera inventor del salto del testuz; Melchor Calderón, de Medina-Sidonia – Cádiz-; Miguel Canelo, de Sevilla, del que se tienen noticias de que toreó en su ciudad natal entre los años 1734 y 1737; Juan Rodríguez Costillares, fundador de la dinastía de los Costillares, del barrio de San Bernardo de Sevilla, y abuelo del gran Joaquín Rodríguez Costillares; y los hermanos Palomo, el mayor de los cuatro, Juan, se presentó en la plaza de toros de Sevilla en 1737.

Otro torero importante de esta época, aunque de origen navarro, es Martincho, que en las corridas de toros celebradas en Madrid, en 1750, figuró al frente de una cuadrilla de toreros aragoneses y navarros, enfrentándose a Lorencil/o y su cuadrilla.

A partir de mediados del siglo XVIII destacan: José Cándido Expósito, nacido en Chiclana -Cádiz- en 1734, que fue discípulo de Lorencillo, y murió como consecuencia de una cornada que le dio un toro en el año 1771 y Juan Romero, nacido en 1729, hijo y sucesor de Francisco Romero, a quien se debe una trascendental reforma en las cuadrillas al organizarlas y establecer, de alguna manera, sus funciones, lo que propició un cierto orden en la lidia, hasta entonces bastante anárquica. También consiguió que el cargo de director de lidia, que hasta entonces lo ostentaban los varilargueros, recayese en los espadas.

El último tercio del siglo está dominado por tres extraordinarias figuras: Joaquín Rodríguez Costillares, José Delgado Pepe-Hilla y Pedro Romero. Aunque estos toreros se retiran o desparecen antes, el siglo XVIII puede considerarse que se prolonga taurinamente hasta 1805, año en que Carlos IV prohíbe las corridas de toros en toda España.

Cuadernos de Aula Taurina: Historia del toreo a pie