Siempre se dijo que la fiesta de los toros es el reflejo de la sociedad de España y, nada más cierto. Fijémonos que, para bien o para mal, han sido los guapos los que han tomado el poder. Mientras que como presidente del gobierno han elegido por abrumadora mayoría al guapo de Sánchez, algo que pagaremos muy caro, en los toros sucede los mismo mientras que, la opinión popular ha elegido a Cayetano; ambos, Sánchez y Cayetano podrían ganarse la vida anunciando calzoncillos y todos seríamos más felices. Sospecho que a Sánchez lo votaron porque creyeron que le votaban para Míster España mientras que a Cayetano lo han elegido los medios basura como rey del toreo. Queda claro que, entre guapos anda el juego; pero ni España puede vivir de las decisiones de un hombre bello ni el toreo puede sustentase de los tirones de muleta de un tipo como Cayetano que, podrido de millones, ha elegido el mundo del toro para hacerse la foto.

Dos toros de ensueño cayeron ayer en sus manos en Sevilla y, el pobre se limitó a trabajar; dos oportunidades para haber puesto el toreo al revés, para conquistar Sevilla, pero nada de eso ocurrió. Fijémonos que, el hombre estuvo perfecto; es decir, ofreció lo que sabe que, artísticamente es cero. Pero me gustó ayer el público de Sevilla puesto que, tras la catarsis “artística” de Cayetano y tras matar de dos estocadas de lujo, tres docenas de despistados le pidieron la oreja que, lógicamente, se conformó con una vuelta al ruedo en cada toro. Ya vamos avanzando sevillanos. Tras ver el juego que dieron dichos toros, de haber estado en la plaza David Silveti, allí mismo se hubiera pegado un tiro otra vez. Las razones están clarísimas. Eso sí, al guapo que no le falten oportunidades, pero Juan Ortega lo dejaron sentado en su casa.

Ese primer toro que le tocó a El Juli me llenó de pena. Era dulce, santificado, noble, embestía como los ángeles y, para colmo, tenía bravura y trasmisión. Como quiera que uno tiene derecho a soñar, cerré los ojos y quise ver a Diego Urdiales ante semejante toro; era un sueño, pero yo veía cómo Urdiales se encumbraba para siempre frente a un toro como el que había en el ruedo.

Claro que, en realidad, el toro lo lidió Julián López que, a trabajador no hay quien le gane. Anoten. Ciento veintiocho pases al toro y nadie dijo esta boca es mía. Conté los pases para que ahora recordemos juntos que, Juan Mora, un 2 de octubre de 2010, con quince pases le cortó las dos orejas a un toro en Madrid. Repito lo que antes decía, barrunto que los sevillanos están aprendiendo. Les falta comprender que la calidad es mucho más importante que la cantidad.

Ni un solo olé en los pases que, en honor a la verdad, a este hombre hay que darle el título de ser el trabajador más honrado de España. Vamos que, sigo viendo la calidad del toro y me estremezco; pocos toros habrán salido o saldrán como ese animalito que daba la sensación de que llegaba a la plaza tras haber oído misa en la catedral. Un santo vestido de toro al que El Juli molió a muletazos. Un toro que, además de todas las virtudes enumeradas, hasta parecía un toro auténtico por la bravura que tenía, la casta y, sin duda la trasmisión. Ahora diría el otro, ¿qué se le puede criticar a El Juli tras su faena? Nada. El hombre hizo todo lo que sabe, no regateó esfuerzo alguno y sudó el traje. Falló con los aceros que, de haber acertado, conforme estaba el ambiente le hubieran dado una oreja cuando el toro ofrecía hasta el rabo.

En su segundo enemigo, sin la calidad del primero, El Juli quiso mortificarnos con su toreo despegado y voluntarioso. Ante este hombre uno se hace siempre la misma pregunta, ¿cómo puede tener esa faz de hombre enfadado cuando está rico y tiene todo el poder del mundo en su profesión? Eso no lo entiende nadie. Sonríe, amigo, que lo tienes todo y parece que no te das cuenta.

El triunfador total del festejo fue Diego Ventura que, de haber acertado con los aceros, otra puerta del Príncipe la tenía asegurada. Vaya torero más grande que es Diego Ventura; pero no lo digo yo, lo dice Sevilla que una vez más vibraron con la torería encueste de un señor rejoneador; Ventura sí que es hermoso toreando; hermosísimo diría yo, pero es una verdad que aplasta. Yo que no soy un gran entendido en materia, ayer vibré con este magno rejoneador. Con razón ocupa el sitio que ostenta, con toda la justicia del mundo porque Ventura no anda con remilgos ni tonterías, solo torería de la buena a caballo con unos animales con los que monta que, por momentos, tienen más méritos que muchas personas.

Pla Ventura