El coso de El Pino, sito en Sanlúcar de Barrameda, acogió la corrida magallánica con gran expectación, pese a los problemas con la Junta de Andalucía por los que se tuvieron que devolver, según Carmelo García, casi 1.500 entradas: toros de Miura, más altos que las tablas del callejón y con una presencia impecable para una plaza de tercera categoría, con pesos de 640, 630, 608, 608, 575 y 626 kilos, para Manuel Escribano (saludos en ambos toros), Daniel Luque (cuatro orejas y que fue el único correctamente ataviado con la mascarilla) y Pepe Moral (oreja y silencio).

El primer animal, lo más interesante que tuvo fue su pelaje: cárdeno berrendo en negro, bragado y meano corrido, axiblanco, capiblanco, gargantillo y bocinegro. De nombre Boca Rubia, alto como el sol y gris como como la luna en su comportamiento. De menos a más en varas, paróse en banderillas y mantuvo dichas medias tintas durante la faena completa, aún con conatos de bravura en su comportamiento. Escuchó silencio en su arrastre. Escribano con él calentó motores, lidió sin demasiado tino en su intento y tras perfilarse a matar de malas formas, dejó una media estocada tendida, acabando con el toro una vez propinados hasta cuatro golpes de descabello.

El segundo Miura, un imponente animal colorado encendido como el fuego, tuvo un hermoso nombre: Africano, que quedará grabado en la historia del toreo con letras de plata. Africano fue ovacionado tras su salida al ruedo, con una lámina de prodigiosa belleza, y tomó hasta tres puyazos en los que se empleó derramando su bravura sobre el decorado albero de Sanlúcar. La distancia de su arrancada fue también prodigiosa, largo en un primer momento, en los medios en segunda instancia y finalmente casi de punta a del ruedo con el tercer puyazo. Mención de honor merece el ya contrastado y genial picador de toros Juan Manuel Elena «El Patilla», que además de torear a caballo, lanzó la vara con precisión quirúrgica entre la cruz y el morrillo del toro. En banderillas mantuvo, Africano, la tendencia que evidenció antes, y en la muleta se entregó por completo. El bravo, poderoso y casi minotáurico animal, humillaba como el que más, y fue dejando a cada muletazo un poquito de su casta sobre la sal que adornaba el ruedo. Murió con la boca cerrada, tras pedir parte del público su indulto, y le fue concedida una heroica vuelta al ruedo. Junto a él, un domador Daniel Luque hizo las delicias del público con una faena de mando y seria. Estuvo valeroso y más que bien colocado, perfilándose de manera excelente a matar y haciéndolo con el corazón, o sea, desde el pecho, y con un estoconazo y un descabello acabó con el gran Africano, como un gladiador romano.

El más noble tercero, Reinasolo, fue un Miura atípico sin duda. Más bien soso y de bobalicona condición, permitió a Pepe Moral su mejor faceta del toreo, por desgracia perfilero y sin cargar la suerte, pero efectivo para enganchar al público. Sin pena ni gloria, se fue Reinasolo con una oreja menos y con una ovación en el figurado bolsillo.

Acedero se llamaba el cuarto, que se dejó pegar en varas como un novillo en una tienta. Banderilleó Escribano a toro pasado, y se dispuso con la muleta a enmendar la anterior actuación. Acedero, con la cara alta y al paso, embistió de manera anodina a Escribano, que sin muchas más ganas que en la anterior faena, lo intentó domeñar, pero fue en vano. Escuchó palmas el toro.

El 35, Maquinista, hizo quinto. No pareció gran toro en un primer momento, se dejó pegar en varas y galopando recibió dos soberbios pares de banderillas de Raúl Caricol. Fue cocinando poco a poco al toro Daniel Luque, templando y mandando, consiguiendo hacerlo en tal punto que le fue arrancando soberbias tandas de pases por ambas manos. El comportamiento de Maquinista pasó de mansote a simplemente bronco gracias a la muleta poderosa de Luque, que lo hizo rodar de una media estocada. Escuchó en su arrastre una ovación.

Cerró plaza Berengena, de curioso nombre, que se empleó en varas. Fue viniéndose arriba en banderillas y tuvo matices de bravo, mas no quiso verlo Moral que abrevió la faena y lidió sobre las piernas, yéndose a por la espada rápido. Y tras dos descabellos, Berengena regó con su sangre la arena sanluqueña.

Interesante fue la tarde, más que ello incluso, conquistando Daniel Luque el cetro de la bravura miureña, así como Magallanes conquistó la bandera de la primera vuelta al mundo, y Africano, el ardiente segundo animal, ya galopará en la memoria de Luque, de los hermanos Miura y sin duda del aficionado a este noble arte que es el toreo.

Por Quesillo