Ficha del festejo:
Toros descastados y de aceptable lámina de Jandilla y Vegahermosa en una tarde de detalles muy toreros.

Morante de La Puebla: silencio, ovación y salida al tercio y vuelta al ruedo. Dispuesto y valiente.
Juan Ortega: ovación y salida al tercio, silencio y silencio. Poco que hacer con sus toros, temple exquisito y conocimientos que pulir.

Llegó, al fin, la tarde más esperada en la tardía temporada taurina. En Córdoba estos días se ha respirado tauromaquia, algo más que positivo. Las expectativas eran máximas, por una parte, un artista (con sus defectos) ya consolidado como es Morante. Por otra, un emergente Juan Ortega, que estuvo cumbre ante un toro descastado en Linares, al que le robó muletazos de alto calibre.

Toros de Jandilla y Vegahermosa, bien presentados primero, tercero y sexto. De aceptable bravura solo el quinto, que se dejó torear y recibió un puyazo a media distancia, arrancándose con alegría. Lo del tercio de varas, una vez más, denigrante, pues por desgracia sigue siendo un mero tránsito. En general, la corrida ha sido descastada y el mayor objeto de crítica.

Abre plaza Morante, de caña y azabache, con un serio primero (nº63 Seminarista), que estuvo justo de fuerzas y para colmo sufrió una lidia nefasta. Nada que hacer por parte del de La Puebla, que se limitó a trastearlo y darle unas tandas de simpleza y sin valor. Tampoco merecía más ese toro. Estocadita y cuatro descabellos. Silencio.

Menos presentado el nº49 programador, que manseó en la capa de Juan Ortega, de blanco y azabache. Duelo de quites de excelso temple, mano baja y duende sevillano. Brinda Juan a José Antonio, y tras sacar al toro con doblones torerísimos y de castigo, se pone a torear recordándonos al otro Juan, a Belmonte. Pecho y femoral expuestos, y rompiéndose la cadera en cada muletazo. Faena canónica. Epílogo con toreo “en ochos”. Toreo muy caro. Bajonazo trasero, ovación y salida al tercio.

No quiso torear de capa Morante a nº36 Sietegatos, toro serio. Pero con la muleta se mostró firme y consiguió tandas de derechazos y naturales de gran ligazón y temple, sometiendo al cornúpeta. Estuvo valiente el espada. Pero la misma espada le falló: pinchazo y estocada casi entera, mas un descabello. Ovación y salida al tercio.

Abrochado de pitones el nº38 Japonés, justo de fuerzas llegó a la franela de Juan Ortega, que lo intentó pero no logró lo que el toro requería, mando en la ligazón. Si bien exprimió muletazos sueltos, no tuvo capacidad de ligarlos y el de Vegahermosa se mostró bronco. Macheteo y toro parado, nada que hacer. Dos pinchazos y estocada, silencio.

Brocho y acapachado, mala apariencia tenía el nº37 Sarao, que dio algo de juego en varas. Duelo de quites por chicuelinas, Morante arrebatado, con maravilloso garbo, y Juan Ortega templando como nadie. Quiso estar en torero Morante, y lo estuvo. Sacó al toro dejando dos grandes trincherazos, y mostró un variado repertorio: toreo ligado templando y mandando (por poner pega, toreo al hilo), manoletinas y ayudados por alto. Mucho duende. El público, en éxtasis, exagerando la escena. Pinchazo en buen sitio, pinchazo hondo y dos descabellos. Vuelta al ruedo. Muy dispuesto Morante, así sí merece la pena verle.
Nada tuvo que hacer Juan con el último nº50 Osorio, bien de lámina y manso descastado de comportamiento. Eso sí, dejó las mejores verónicas de la tarde: el temple hecho persona. Algo sobrenatural. Pero no le dio la lidia necesaria con la muleta. Hay que pulir los conocimientos y las necesidades del toro. Media estocada baja y estocada entera baja. Silencio.

Por Pablo Pineda