El triunfo obtenido por Emilio de Justo en Albacete frente a un animalito de Juan Pedro puede tener fatales consecuencias para el diestro y, lo que es peor, para el toreo. Es cierto que, de vez en cuando, a la larga, sale un torito de Juan Pedro que, más que un toro de lidia es un arzobispo repartiendo bendiciones, caso de lo que pasó en Albacete que, en una corrida infame, mira tú por donde, salió el animalito que ilusionó a Emilio de Justo que, dicho sea de paso le cortó las dos orejas.

Me alegro de todos los triunfos que pueda obtener Emilio de Justo que, ha llegado a los carteles de las ferias por el sendero de la verdad, es decir, afrontando compromisos de alto nivel, el penúltimo en Dax ante seis toros de Victorino Martín, es decir, por el sendero verdadero que le ha conducido al éxito.

Sí debemos de reconocer todos que, Emilio de Justo no es un torero para lidiar esos animalitos que, como decía, de vez en cuando sale una hermanita de la caridad, sencillamente porque el toreo del extremeño se basa fundamentalmente en su torería sin discusión que, plagada de verdad, es la que le lleva hacia el triunfo. De Justo no puede ni debe entrar en esos carteles que, como se sabe, están concebidos para diestros de otra estirpe; es decir, gentes que lo tienen todo y si los toros no embisten, el que quiera que venga al año que viene.

No es el caso de Emilio de Justo que, siendo tan buen torero, no tiene el entorchado de figura del toreo, ni lo tendrá jamás, sencillamente porque por la vereda que él transita no se llega a donde las figuras quieren llegar o, mejor dicho, hasta donde han llegado. Lo de Emilio de Justo es otra historia que nada tiene que ver con los señoritos del toreo que, ni por asomo saben que existen corridas de toros encastadas, sencillamente, las que lidia este admirable diestro.

Me sabe a poco un triunfo de Emilio de Justo con esos toritos inofensivos que, sin otro pecado que su falta de fuerzas y un descastamiento general, de vez en cuando sale el torito a modo para que los señoritos del cartel hagan lo que serían incapaces de hacer frente a un toro encastado. Repito que, no creo que Emilio de Justo sea tan torpe como para apuntarse a dichas ganaderías que, como él debe de saber, en media docena de festejos de esta estirpe, todo lo que ha ganado en estos años lo perdería en una semana.

Seguro que, los suyos, sus allegados, tras el triunfo de Albacete le tocarían las palmas y le adularían como nunca antes lo habían hecho pero, cuidado con lo que he dicho que, a dicho torero, si el sistema decide quitárselo de en medio, le ponen en cuatro corridas de las figuras y, ahí podrían morir todas sus ilusiones.

Emilio de Justo es torero de proezas y, como siempre ha sido, tiene la sagrada obligación de seguir vendiendo su verdad, la que le ha aupado al honroso lugar que ahora ocupa que, con toda seguridad, más de un capricho se habrá podido dar y seguro que lo ha hecho con orgullo, con altanería por saber que, lo ganado, además de con su torería, ha añadido su sangre para que todo fuera muy auténtico puesto que, a De Justo no se le puede entender de otro modo.

En la imagen, Emilio de Justo frente a un Victorino, su ganadería que le ha llevado al éxito.

Pla Ventura