Han vuelto los toros a Madrid y como no podía ser de otro modo, de la mano de Victorino Martín que ha traído una auténtica corrida de toros a Las Ventas. Ha sido el triunfo de la verdad, de la autenticidad de la fiesta puesto que, tras lo que hemos visto en Alicante, pura basura de toros y toreros postulándose para el fraude y la parodia, en el día hoy hemos gozado a plenitud con el toro auténtico. No tiene rivales Victorino, aunque las llamadas figuras del toreo no quieran ver dichos toros; su grandeza es tanta que, cualquier «desgraciado» que sea capaz de jugarse la vida, como ha ocurrido en el día de hoy, tiene un premio importante.
Juego diverso el de los toros de Victorino, pero interesantísimo al más alto nivel. Como diría el inolvidable maestro Joaquín Vidal, con corridas como esta nadie come pipas en el tendido y muchos menos le entra el sopor para el bostezado. El juego ha sido tan variado, interesante que, festejo como el de hoy son los que crean afición porque, mientras la maldita rama Domecq y sus adláteres, han echado a la gente de las plazas, queda Victorino Martín para que continúe la leyenda y, sin duda, la verdad de la fiesta.
Tengo que confesar que, si todas las ganaderías de España fueran tan encastadas como la de Victorino, el rey de los toreros, sin duda alguna, sería Manolo Escribano que ha estado sublime. En su primero apenas ha tenido opción porque el toro tenía falta de fuerzas y se le revolvía en tres segundos. Previamente, Escribano había estado sensacional con las banderillas. Como digo, sin opción alguna por parte del toro, se ha jugado la vida y lo ha matado de un rotunda estocada. En su segundo, digamos que el toro más emotivo de la corrida, ha tenido una trasmisión y un peligro que echaría del escalafón a Ponce, Manzanares, El Juli y demás «mataburros» que tenemos en la actualidad. Pero Escribano se ha jugado la vida con una pasión desmedida y, a base de ello, le ha sacado algunos naturales brillantísimos, todo ello, rociado de la más pura verdad de la fiesta porque estaba el toro en el ruedo y un hombre capaz de jugarse la vida en aras de su arte. Era un toro para retirar a cualquiera; esos toros que emocionan hasta el límite de la locura que, como digo, tenía enfrente a un hombre gallardo y altanero que, en aquellos instantes lo único que no le importaba era su vida. Ha cobrado una estocada de ley y ha cortado una oreja de muchísimo peso. Alegría desbordante de Escribano en la vuelta al ruedo porque era consciente de que, en la gran batalla, ha sido el triunfador. Por cierto, de igual modo ha banderilleado y, el par por los adentros ha sido de auténtico escalofrío.
Lo de Sergio Serrano es para quitarnos el sombrero. Un tipo cabal, auténtico, torerazo y con un corazón que no le cabe en el pecho. Se trata de un hombre que tras muchos años como matador de toros no sé si habrá sumado diez festejos, lo que debería de dar vergüenza a todo el escalafón. Un hombre que trabaja diez horas diarias como jornalero para darle de comer a su familia y, de repente, se pone el traje de luces, actúa en Madrid y nos encandila a todos. En su primero ha tenido un mérito tremendo. El toro se lo quería comer y, a base de un esfuerzo titánico, hasta le ha robado varios derechazos y naturales que no creíamos que fuera posible. Otro toro que sabía latín, que se revolvía y buscaba los muslos del torero con ansia desmedida. Si de valientes hablamos, Serrano ha dado la medida de su autenticidad y capacidad lidiadora que, para un hombre como él, sin apenas torear pero siguiendo los dictados de su corazón ha estado sublime. Le ha correspondido el quinto, segundo de su lote que ha sido el toro más noble de la corrida; si me apuran, me ha gustado más el cuarto, pero hay que reconocer la bondad del toro, que no estúpida bobaliconería de los toros de las figuras; bondad, pero con trasmisión porque el toro había que hacerle las cosas muy bien porque de lo contrario, te quita del toreo para siempre. Faena bella, yo dirían que brillantísima por ambas manos, todo ella ha transcurrido entres los olés de respetable, tanto por el toro como por el torero. Ha cobrado un estoconazo de lujo que el toro ha tardado un poco en caer y, cuando ha doblado, Sergio Serrano ha cortado la oreja más emotiva de toda su carrera; vamos que, si se hubiera tratado de una corrida en la feria de San Isidro y con la plaza llena, le corta las dos orejas que, en realidad, nadie hubiera discutido. Al toro le han pedido la vuelta al ruedo que, el presidente no ha concedido. Una estupidez monumental porque dicho presidente tenía que haber estado en la feria de Alicante para aprender.
Saúl Jiménez Fortes ha tenido un primer toro que le ha regalado veinte muletazos por el pitón izquierdo que el chaval no ha sabido entender. Cuidado, no estoy hablando de que tuviera delante un burro con cuernos, tenía un toro pero, como les ha sucedido a sus compañeros, esas embestidas había que aprovecharlas al precio que fuere. No lo ha hecho y se ha dejado escapar un triunfo que, de haberlo logrado mucho le hubiera valido. Tras desperdiciar esas embestidas aludidas, el toro, cuando tocaba el trapo en cada muletazo aprendía latín, chino y ruso, pero en cuestión de segundos. Todo ha quedado en jugarse la vida pero, es muy pobre balance para un hombre como él que, falta de otras virtudes, hoy debería de haber dado la talla. En su segundo, el criminal del festejo que no tenía un pase, Fortes debe darle gracias a Dios puesto que ha resbalado frente a la cara del toro y, al caer, el toro le ha corneado con saña sin herirle, nada que ver con los burritos de Juan Pedro que, si un torero se cae en la cara del toro, éste se queda paradito hasta que el diestro se levanta. Como digo, que Fortes saliera ileso ha sido su triunfo más rotundo. Es verdad que este chico ha sido castigado muchísimo por los toros, algo que le debería de hacer recapacitar.
Corrida inolvidable por muchas razones pero, como logro mayor, que ha brillado el toro en su autenticidad, los toreros se han jugado la vida de verdad y, parodias no ha habido ni una. Y no las ha habido porque cuando sale el toro de verdad la fiesta se cubre de gloria como ha sucedido hoy en Madrid. Cuando sale el burro adormilado la fiesta se cubre de mierda que así está en la gran mayoría de las plazas.
Pla Ventura