Una gran entrada presentó la plaza de Las Ventas esta tarde para la Goyesca en el día grande de Madrid. Corrida infumable de Valdefresno que, apenas dijo nada salvo la mansedumbre y, en ocasiones, con peores ideas que cualquier dirigente de Podemos. En el peor de los casos, hemos visto toros con bellas estampas que, a su vez, han obligado a los toreros a jugarse la vida. Que aprendan los sevillanos si de toros con trapío hablamos, otra cosa muy distinta es el juego de los animales pero, si de presentación y lámina hablamos, todo un monumento a la belleza del toro con todo su esplendor.
Los toros no eran para tirar cohetes pero, peores las hemos soportado. Lo digo porque el primer toro que le cupo en suerte a Uceda Leal, pese a que el diestro estuvo muy digno, era un gran toro con el que había que apostar de principio a fin; ya sé que es muy sencillo decirlo y algo muy distinto hacerlo pero, eso son problemas de los lidiadores que, de saber resolverlos pueden encontrar el triunfo; es más, la gente estaba con los toreros por el respeto que imponían los toros. Como explico, el diestro de Madrid ha tenido buenos pasajes pero había que apostar muy fuerte y él no está para esas batallas. Hasta marró matando, eclipsándose alguna que otra opción de premio. Su segundo se le refugió en tablas y, es allí donde podía haber sacado lo poco que tenia el bicorne pero, Uceda se arrugó muy pronto. Su carrera está tocando a retirada, no lo digo yo, lo dijo él con su actitud. Su tercero complicadísimo, tiró por la calle de en medio y, otra vez será, hermano.
Se había cambiado el segundo por inepto y salió en su lugar un buen «mozo» de José Luis Pereda. No tenían ninguno de Garcigrande, por lo que pudimos ver. El toro era un regalito que obligó a Robleño a jugarse la vida de una forma bárbara porque no había la menor opción de triunfo pero, la honradez de este hombre sobrepasa las rayas de la lógica. Pese a no haber posibilidad de triunfo, qué hermoso resulta ver a un hombre jugarse la vida de verdad y, lo mejor de todo, a conciencia; nada de ponerse bonito frente a un borrego comercial; era un auténtico toro, con malas intenciones, lo sabíamos todos, pero Robleño se empeñó en intentar lo imposible. Su segundo, ya de Valdefresno, el toro tenía mucho que torear, más de lo que pudieron imaginar muchos, pero allí estaba el corazón de Robleño, su muleta, su ciencia lidiadora para extraerle pasajes bellísimos ante un animal que colaboró con él, nada es más cierto. Pero a poco que hubiera cometido el más mínimo error, Fernando hubiera ido al hule. Derecha o izquierda, da lo mismo, porque por ambos lados nos ofreció muletazos de ensueño y, para colmo, algún que otro trincherazo que nos recordó a El Pana. Actuación pletórica ante un toro de verdad, como toda la corrida pero, la espada no quiso serle ni fiel ni triunfadora y, como el año pasado en septiembre, se le esfumó un triunfo de clamor. Mala suerte la de este gran torero que, una vez más, ha dado la auténtica dimensión de lo que debe ser un torero frente a un toro con problemas. En el último de la tarde, un toro que no tenía mala condición pero, era huidizo por completo, buscaba la zona de chiqueros y las tablas. El diestro le arrancó algún que otro pase de mucha calidad pero, el toro no tenia continuidad alguno en el trapo de Fernando Robleño y, como una maldición, a este lo mató de un gran estoconazo. Se le ovacionó y, una vez más, se llevó el respeto de Madrid y las enormes ganas de volver a verle en San Isidro. Un torero de muchos quilates y, como dije, su mejor y gran valor, que lidia toros de verdad. Su cuadrilla, todo un portento, entre otros, Fernando Sánchez y Andrés Revuelta que tuvieron que saludar tras sus pares de banderillas.
Si hubiera que destacar un gran valor de Fernando Robleño en esta tarde, no sería otro que su toreria al más alto nivel desde que hizo el paseillo hasta que se marchó ovacionado de Madrid, eso sí, con la pena para los aficionados que no han podido otorgarle, como hubieran querido, las dos orejas con clamor ante ese toro tan emocionante