Ayer los aficionados a los toros nos quedamos de piedra cuando Miguel Ángel Perera, ante los micrófonos de la televisión, confesó estar hasta el gorro de que sean los presidentes de las corridas de toros los que dictaminen cómo y cuándo un toro debe ser más o menos picado. Es decir, pedía a gritos un altavoz como él dijera para mostrar su tremenda cacicada a la hora de picar o no picar un toro. Y se quedó tan ancho.

Es cierto que, jugaba en «campo propio» es decir, habló ante los micrófonos de movistar plus que, por supuesto nadie le objetó nada; es decir, soltó su opinión dictatorial, se pasó por el forro de sus cojones el reglamento taurino y se quedó tan ancho. Como digo, Perera sabía que nadie le replicaría nada que, dicho sea de paso, nadie le ha contestado pero aquí le mostramos nuestra repulsa ante lo que entendemos que es un cacique vestido de torero.

Es cierto que, si nos ajustamos a la realidad, Perera tiene razón; la suya, claro está, pero la tiene. Es vergonzante tener que dársela pero no queda otra opción. Hay que dársela tanto a él como al resto de las figuras que, como Perera, todos dicen lo mismo, que prefieren dejarse los toros un tanto crudos. ¿Cómo crudos? ¡Pero si ya salen muertos de los toriles!

Bien es verdad que, esa razón, la que este tipo defiende solo tiene un significado, los toros que suele lidiar. De todos es sabido que, esos animalitos en cuestión no precisan de picador alguno puesto que ya salen muertos de los corrales y, lo que Perera solicitó es la pura evidencia en todas las corridas de toros lidiadas por las figuras. Es más, lo dije muchas veces y lo vuelvo a repetir, ¿para qué diablos traen en sus cuadrillas dos picadores las figuras del toreo? Eso es una insensatez porque sobran los dos picadores.

La pena es que por culpa de esos burros fofos que suelen lidiar en todas las plazas del mundo, incluidas Madrid y Sevilla, a la pruebas me remito, picar a los toros es una tarea baladí que no sirve para nada; sí, sirve para que se atente contra el reglamento, contra la razón pura y dura, pero nada más. Pero el reglamento es algo que las figuras quizás han escuchado de lejos pero no tienen ni la más repajolera idea de a cuestión; no la tienen o la ignoran que todavía es peor.

A ese Perera que dijo esa insensatez para que todo el mundo le riera su gracia le quisiera yo ver ante los toros de Saltillo y decirle: “Déjatelos crudos que no pasa nada” Perera será figura del toreo, está rico perdido, pero no es más tonto porque no entrena. ¿Se imagina alguien, a su suegro, en su época de figura del toreo decir semejante barbaridad? Vamos que, esa absurdez no se le pasa por la cabeza ni al vago de Morante que, como sabemos, no está para muchos trotes. Debería saber Perera que, por ejemplo, en la corrida de Palha que se lidió hace pocas fechas como cierre de temporada en Arlés, dicha corrida recibió más de veinte varas; vamos, como para dejárselos crudos sus lidiadores ¿Verdad? Pero claro, he citado una auténtica corrida de toros de la ganadería más legendaria de Portugal.

¿Se imagina alguien a Cristiano Ronaldo, micrófono en mano, pedir que las porterías contrarias tuvieran veinticinco metros de anchas porque de tal modo entraría mejor el balón? ¿Verdad que lo dicho suena a chiste? Pues en el caso de Perera era verdad, el pobre pide que no se le piquen sus toros, que eso lo tenga que decidir él. ¡Ah! pero ¿se le pican sus toros? A lo sumo con Perera y sus correligionarios, apenas hemos visto un picotacito y para usted de contar.

Las figuras del toreo no es que no tengan cojones para enfrentarse a los toros de verdad, es que son tan caciques y absolutistas que, solo entienden la ley si la promulgan ellos, las que dicten los más son leyes absurdas y anticuadas.

Ayer, según me ha contado un testigo presencial, en Corella, en el desafío ganadero que se llevó a cabo en dicho pueblo, la suerte de varas resultó ser fundamental para el desarrollo del espectáculo, claro, se lidiaban toros de Albaserrada y Santa Coloma, justamente esos toros con casta que sí piden que se les pique puesto que, de lo contrario sería imposible ser lidiados.

Miguel Ángel Perera no debe de decir nada más al respecto, lo que tiene que hacer es demostrarlo en la próxima feria de San Isidro, enfrentarse a un toro de verdad, ante una ganadería legendaria y no picar los toros, sería entonces cuando le aplaudiríamos. Vergüenza debería de haber sentido este sujeto que, rico podrido de dinero, aplaudido por el taurinismo y aupado al poder por el empresariado, callado estaría más guapo porque de sus palabras, una vez más, ha sido capaz de mostrar el fraude que hacen a diario con la llamada suerte de varas. Como diría el compañero Antonio Lorca, ahora ya no quedan aficionados de verdad porque, de haberlos, día sí y otro también, éstos saltarían a los ruedos para apedrear a sus lidiadores.

Pla Ventura