Me aterro, cada día, cuando veo la frialdad de las estadísticas, en este caso las relacionadas con el mundo de los toros. Es cierto que, las mismas dicen la verdad numérica al respecto, pero todo muere ahí. Yo quiero ir más allá de lo que dicen las estadísticas que, sin mentir, dejan muchas cosas en el aire porque, para desdicha de muchos toreros, el arte no lo podemos medir estadisticamente: el arte y muchos valores más que, alejados de las estadísticas, en ocasiones nos hacen vibrar.

Y es ahí donde pretendo llegar, al refrendo del arte ajeado de toda numerología que hablará mucho de las cifras, de las corridas toreadas por ciertos diestros,pero jamás nos dará la pauta de lo que es y significa la grandeza del toreo. El arte, como sabemos, está muy por encima de toda clasificación al respecto de los toreros. ¿Es el mejor el que más torea? Seguro que no. ¿Entonces por qué torea más que los demás? Son cuestiones de despachos, de oficinas engalanadas al respecto para que todo el mundo crea aquello que en realidad no existe.

Una cosa es hablar de números y otra muy distinta analizar las cuestiones del arte; vamos que, estamos  hablando de la noche y el día, por poner un ejemplo esclarecedor. ¿Es un mal torero El Fandi? Yo diría que es un hombre atlético que ha caído muy bien entre la grey empresarial y le dan infinidad de festejos. ¿A qué precio? Es es el quid de la cuestión que, los empresarios saben que con este hombre tienen un torero que entretiene a las masas, cobra poco dinero y no es aburrido. Ese es su mérito, pero nada más.

Fuera de las estadísticas absurdas, mira uno la clasificación de los matadores de toros y cualquiera tiene derecho a entristecerse. Ver que, por ejemplo, Juan Mora, ha toreado un festejo en Cáceres, en el que bordó el toreo, lo soñó y lo plasmó  en dicho ruedo. ¿Tiene este hombre algo que ver con es escalafón y sus números? Por el amor de Dios, seamos serios y alejémonos de todo dato estadístico que, ante un caso como el citado, cualquiera puede sentir náuseas al comprobarlo.

¿ Qué dicen las estadísticas de ese caudal de torería inenarrable de Juan Ortega? Tampoco dicen nada y, ante el torero de Sevilla, estamos hablando de un artista consumado que ha toreado apenas media docena de festejos y, porque ha tenido la  suerte de coger un par de sustituciones, de lo contrario todavía estaría sentado en su casa esperando que sonora el teléfono.

Y menos mal que, Pablo Aguado ha sido escuchado puesto que, de lo contrario sería para meter en la cárcel a casi todos los empresarios; claro que, como hombre humilde que es porque todavía está empezando, este año ha tenido percances gravísimos que le han hecho perder muchos festejos que tenía contratados. De cualquier modo, sepamos que Aguado es ahora mismo el artista más grande que tenemos entre la torería andante.

Cifra irrisoria la que nos muestra el escalafón cuando aparece el nombre de Domingo López Chaves que, tras haberle tenido a la «sombra» por parte de las empresas varios años, ahora resulta que, frente al toro de verdad, López Chaves es más auténtico que a mayoría de las figuras del toreo. Da gusto verle, emociona con su torero, con su frescura; vamos que, parece que tomó ayer la alternativa y lleva cuatro lustros como matador toros.

¿Reflejan los números la grandeza artística de Diego Urdiales? Por supuesto que no. ¿Y los de Curro Díaz que no le toca un lote apto para el toreo desde hace siglos? Así es la vida y, así debemos de aceptarla, pero ello no quiere decir que nos tengamos que resignar. Al final, vencer o morir, esa es la consigna.

Debería de haber una estadística que midiera las guarradas de algunos toreros, caso de Morante en el día de ayer en Linares que, sabiéndose esperado, el que más, sin duda, se burló de los aficionados linarenses inhibiéndose de la lidia de su primer toro hasta que sonaron los  tres avisos con la bronca monumental. Como se pudo comprobar, a Morante le sudaron los cojones la opinión de los que habían pagado una fortuna por verle; y eso que tenía frente a si a un burro con cuernos que, por lo que fuere, no quiso embestir. Cierto es que Morante es un gran artista, eso no lo discute nadie, pero como hombre deja mucho que desear. Convengamos que, hace un par de años llamaba todos los días a Pepe Luís Vázquez para entrenar con él, hasta le puso en dos corridas, entre ellas, la de Granada en la que, en dicho día, a Pepe Luís le soplaron las musas y dejó en evidencia a Morante. ¿Solución? Ahí te pudras, le dijo al hijo del maestro de San Bernardo. Como diría la copla de Rocío Jurado, se les rompió el amor de tanto usarlo.

Las estadísticas no dicen nada, absolutamente nada de un torero llamado Frascuelo que, en plenitud de sus facultades físicas, todavía aspira a llevar a cabo la faena soñada, la que vive dentro su su corazón y la que anhela plasmar en el ruedo de Madrid.

Pla Ventura